Un buen día, sin saber por qué, se nombran las cosas con la certeza que existe una relación intrínseca entre la palabra y una cosa. Un buen día se mira al cielo y no solo cuelgan estrellas en el aire; en él pueden vivir los que ya no están.
Las creencias no se eligen, son reconocidas a medio camino; con suerte, en la vida adulta se puede examinar en qué se justifican. La creencia en el más allá, por ejemplo, ¿es un modo de atenuar el desconcierto?
Lo que se cree se aprende inicialmente en la infancia, y en esa edad es hasta incluso necesario creer en cosas imposibles. El amigo invisible, Santa Claus, las hadas son creencias legítimas, porque en la infancia la imaginación tiene que desarrollarse sin ninguna prueba empírica.
La niña de 11 años que se comunica con los animales, vivos o muertos, del cuento titulado El mensaje, tiene un presunto don telepático. Un gato deprimido puede transmitirle la razón de su aflicción. Lo mismo con un perro, un caballo y un carpincho.
Anika viaja con sus abuelos en una vieja casa rodante por distintos pueblos del país. Es un emprendimiento familiar: la niña interpreta, la abuela organiza, el abuelo cobra. Se trata de un heterodoxo servicio terapéutico, cuya retribución económica es justa porque el lucro no resulta el móvil principal.
Quien piense que sí, proyecta un prejuicio, o tal vez la pereza ha oxidado la sensibilidad para entrever que detrás de este servicio de asistencia pago puede adivinarse un motivo ubicuo de tristeza y un intento de reparación. No solo los dueños de los animales están solos o afligidos, también los tres viajeros.
El mensaje es la tercera película que Iván Fund le prodiga a la infancia. El cineasta entrerriano no imagina un tiempo que ya fue, sino que intenta lo que los buenos cineastas suelen hacer cuando deciden filmar ese pasado irrepetible: rastrear en dónde persisten las huellas de esa edad inicial en que el mundo parece encantado.

El punto de vista de la película tiene su eje en esa sensibilidad enmudecida que coexiste con otros estadios en la vida de cualquier persona. La escena dedicada a la lectura, como otra en relación con la pérdida de un diente y la recompensa del Ratón Pérez, son signos reconocibles. Hay otros pasajes menos evidentes en el que la forma de mirar el mundo evoca ese tiempo que no es necesariamente feliz, pero sí ontológicamente novedoso y prodigioso.
El relato de Fund tiene la lógica característica de una road movie. Estrictamente, lo es porque los personajes son los mismos y las geografías no. Cuando la niña no ejerce la hermenéutica, es una niña como cualquier otra. Con su abuelo Roger, Anika puede hacer alguna travesura, como robar choclos; con su abuela repasa cuentos.
Hay dos escenas que irrumpen brevemente la sístole y diástole del ritmo narrativo, cuya oscilación consiste en viajar para atender animales y descansar en algún espacio abierto del campo argentino. En dos oportunidades, Anika visita a su mamá que está internada en un psiquiátrico.
Cada visita dura poco y está filmada como si fuera una escena onírica y a cierta distancia. Este contrapunto es simbólicamente decisivo. La locura es justamente una dislocación de la razón respecto del mundo, una falla en el encadenamiento de las creencias y la constatación de los hechos.
En este sentido, las melodías inconclusas que nacen del fliscorno de Mauro Mourellos rehúsan construir melodías cerradas que cobijen. Sus notas reflejan el desamparo que sobrevuela de inicio a fin. El blanco y negro también contribuye a plasmar la ambigüedad anímica.

Hay muchos pasajes gloriosos en El mensaje. La mañana del inicio, la noche del final, pero ninguna escena es tan agraciada como aquella en la que Anika y un carpincho se encuentran por un rato. El roedor caviomorfo comparte el mismo espacio y tiempo en el plano con la pequeña hermeneuta. Ningún truco, ningún artilugio digital: el animal y la niña se perciben, permanecen juntos, comparten un momento.
Este intercambio no supone ningún poder paranormal. Es ficción y no lo es, porque el carpincho no hace de carpincho; es lo que es en el plano y coexiste en la duración con alguien la especie humana. Hay una verdad secreta que anida en esa secuencia y que no tiene absolutamente nada que ver con la telepatía.
En esto Fund no es como la niña. Un adulto (debe) sabe(r) que los animales no hablan, ni vivos ni muertos, lo que no significa desconocer el misterioso vínculo que se anuda entre una persona y un silencioso miembro de otra especie.
Para ver
El mensaje
Calificación: Excelente.
Argentina, 2025, DCP, 91’, AM13.
Dirección: Iván Fund. Con Anika Bootz, Marcelo Subiotto.
En el Cineclub Municipal: Lunes 4 20.30; martes 5, 18 y miércoles a las 20.30.