Una detención policial inesperada sacude la vida de Andrea (Natalia Oreiro) en La mujer de la fila, la nueva película de Benjamín Ávila tras Infancia clandestina (2011). Corre el año 2004 cuando el adolescente Gustavo (Federico Heinrich) es encarcelado por motivos que su madre desconoce, llevando a Andrea a hacer la fila junto a otras mujeres parientas de presidiarios para visitarlo.
La protagonista no sólo se introduce drásticamente en un mundo de duras normas propias, sino que pasa a padecer el estigma social frente a su entorno cercano que condena el delito y corre la mirada de la desidia carcelaria. Situada en el contexto de la exigencia de mano dura ligada al caso Blumberg, La mujer de la fila se inspira en la figura verídica de Andrea Casamento, que luego de tejer lazos con otras “mujeres de la fila” en la vigilia por su hijo (que finalmente fue declarado inocente) se convirtió en una reconocida activista por los derechos de las personas detenidas y sus familiares.
Pero la cárcel no cambió su vida solo en ese aspecto: también conoció allí a Alejo, un presidiario con el que entabla una relación íntima y duradera y que en el filme interpreta Alberto Amman.
Ávila traza así una realidad histórica distinta y más reciente a la de Infancia clandestina, donde recreaba una situación de tono autobiográfico sobre un niño criado por guerrilleros en dictadura, pero volviendo a profundizar en las decisiones éticas y afectivas que pueden cambiar la manera de entender y actuar en el mundo. ¿Qué llevó al director a interesarse por la realidad carcelaria? ¿Cuánto hay de documental en el filme?
“Este es un mundo enigmático, desconocido para todos. Yo tengo algunos conocimientos por una amiga, Mariana Volpi, que es abogada del cine pero que también trabaja en la Procuración Penitenciaria. Cuando me llegó este proyecto fue como meterme de lleno en ese universo del que ella me hablaba y que me parece tan complejo y difícil, y aún más desde el punto de vista de los familiares, el que más me interpeló en lo personal. Ahí descubrí que había una súper película para contarse”, señala el realizador porteño.
Y completa: “Desde el principio pensé la película tomando a Ken Loach como referencia, un director inglés que trabaja temáticas sociales y políticas y que tiene una visión humanista acerca de esas temáticas, ya que no entra en la disyuntiva sobre el bien y el mal sino que justamente los humaniza. En eso fue para mí un gran maestro, yo entiendo su cine y también lo que me interesa hacer a mí en cine desde ese punto de vista. No entrar desde el juzgamiento sino en el trabajo con los grises y en comprender que la problemática humana es mucho más compleja que el blanco y el negro. Y esto me lleva a pensar en esta época, donde el blanco y el negro se subrayan en todo. El objetivo de la película es poder mirar al otro con sus razones y traer un debate, una charla sincera entre todos sobre lo que es el sistema penitenciario, sobre lo que es la justicia y lo que somos como sociedad. Pienso que esta película les va a generar preguntas interesantes a quienes la vean”.
Universos complejos
-Volviste a trabajar con Natalia Oreiro en esta película. ¿Por qué la elegiste de nuevo? ¿Cómo trabajaste con ella el personaje de Andrea?
-Me encanta trabajar con Natalia. Nos entendemos muy bien, sobre todo cuando yo necesito entrar a universos complejos sabiendo que eso puede ser un gran riesgo y desafío actoral. Natalia en eso tiene una capacidad de trabajo y de búsqueda como no conozco por lo menos hasta ahora entre las personas con las que trabajé, así como su voluntad de animarse a sumergirse en aguas desconocidas. Siempre es un placer meternos juntos en ese camino, porque ahí hay algo que yo también descubro de los personajes y de la historia a la par que voy escribiendo y trabajando durante tanto tiempo con ella. Eso me encanta hacerlo con todos los actores, y obviamente con Amparo Noriega fue una cosa maravillosa, no solo descubrir en ella a la súper actriz que creía que ya era, sino también a Alberto Amman, a Lide Uranga, a Fede, la verdad que todo fue un trabajo de descubrimiento.

-¿Qué matiz le suma al filme la historia de amor que incluye a Amman?
-Esta historia de amor primero que es real, y le da a la historia un plus, un condimento a las preguntas que despierta. Por otro lado, la palabra “cárcel” no está asociada a la palabra “amor” o a la posibilidad de amar o crear empatía entre dos personas que puedan sentirse únicas. Voy a tomar algo que me dijo Andrea Casamento una vez: “La cárcel no me hizo enamorarme de Alejo, sino que me enamoré de Alejo en la cárcel. Me hubiera enamorado de Alejo en cualquier ámbito, pero nos conocimos en la cárcel. El amor que nos tenemos es básicamente poque el otro tiene algo que yo amo y yo tengo algo que él ama”. Para mí eso fue definitorio en esta historia, que viene a mostrar a los familiares de presos y detenidos desde una perspectiva humana con preguntas que nadie se quiere hacer sobre un espacio que nadie quiere mirar. El vínculo entre ellos aporta otro costado más que nos cuesta ver.
-Andrea pertenece a una clase social distinta a la de las mujeres de la fila. ¿Qué implica esa diferencia, y cómo incide en su transformación?
-Esta es una película sobre una mujer de la fila que conoce a otras mujeres de la fila, y es ese tránsito que hace esta particular mujer que no se siente parte del todo al principio, que rechaza, que no se siente igual a las otras, y cómo va encontrando su camino y su lugar al comprender que esas mujeres la pueden cuidar y ayudar al igual que ella también puede hacerlo con las demás. Es un círculo de solidaridad, de sororidad. La cárcel es el lado oscuro de la sociedad y los familiares de detenidos son el lado oscuro de ese lado oscuro. Nadie quiere mirar esto y esta película viene a poner luz, a iluminar ese lado oscuro del lado oscuro para observar aquello de lo que no tenemos ni idea cuando pedimos cárcel y bala. Andrea una vez me dijo “mirá, yo antes que me pasara todo esto era una señora que me preocupaba todos los días de qué me iba a poner a las cinco de la tarde para ir a tomar el té con las chicas, y hoy soy feliz”. Esa frase sola a mí me impactó mucho y me dio el sentido de lo que significó atravesar todos estos dolores para encontrar un sentido. Andrea en el dolor le encontró un sentido a su vida, y en vez de aferrarse a ese dolor lo transformó no solo en amor sino también en energía, en fuerza, en unión, y eso es algo maravilloso.
Para ver
La mujer de la fila. Argentina, España, 2025. Guion: Benjamín Ávila y Marcelo Muller. Dirección: Benjamín Ávila. Con: Natalia Oreiro, Amparo Noguera y Alberto Ammann. Duración: 105 minutos. Clasificación: Apta para mayores de 13 años. En cines.