Podría haber sido una locura desastrosa, pero no. El retorno, ópera prima de Marcela Luchetta, parte de una premisa un tanto descabellada (propia del subgénero de películas cristianas) y mantiene una coherencia narrativa y un ritmo que la vuelven no solo llevadera, sino también interesante, sobre todo por cómo sortea los obstáculos de una historia, si se quiere, contenidamente bizarra.
Se trata de la reencarnación de Jesús en un joven del presente, o de la locura de alguien que se cree Dios (funciona de las dos maneras).
De que se trata El retorno
Abel (Franco Masini) es un mago exitoso que trabaja en Las Vegas y que, tras un accidente, queda en coma. Cuando despierta, asegura ser el mismísimo Jesucristo.
Su hermano Tomás Armento (Gabriel Gallicchio), sacerdote del Vaticano al que no ve desde hace diez años, recibe la noticia de que Abel está internado en un manicomio de Buenos Aires.
Las declaraciones del supuesto mesías despiertan la curiosidad del papa Gregorio V (Juanjo Puigcorbé), quien queda intrigado por este caso del hermano que dice ser Dios (en una interpretación que evoca, quizás a propósito, al expapa Francisco).
Ahí la directora empieza a mostrar cierta habilidad para poner en marcha el argumento y combinar distintos géneros y subgéneros, del thriller sobrenatural a las películas religiosas sobre Jesús, pasando por las tramas de mafias y las de intriga o espionaje con la CIA y otras agencias de inteligencia involucradas (y todo esto sucede en el marco de un evento interreligioso de “críquet por la paz” que se celebrará en Jerusalén).
Además, Luchetta incluye una escena de sexo (capaz de provocar la carcajada involuntaria del espectador) entre la periodista Giovanna Roso (Miriam Giovanelli) y Abel.
Es una secuencia jugada, que se celebra por su riesgo, su honestidad y su gracia. Con esta sola escena, Luchetta ya hace más que varios directores consagrados que se autoproclaman “autores” del cine argentino.
Pero lo más importante es que, a pesar de una puesta en escena que por momentos parece la de una serie de plataforma, Luchetta narra, cuenta, se preocupa porque las actuaciones funcionen y sean acordes al guion, al tono medio solemne y a la reflexión teológica y existencial que propone la película.
Da la sensación de que la directora se está divirtiendo (aunque en serio), administrando el humor y las situaciones más autoconscientes sin exagerar ni pasarse de revoluciones.
Así consigue avanzar y hacer que ese Jesús blanco de ojos celestes (o ese loco con intenciones terroristas) recree momentos bíblicos mientras los acompaña con discursos que cuestionan ciertas lecturas e interpretaciones del libro sagrado.
Con sus dos horas y cuarto, El retorno logra, increíblemente, mantener un equilibrio más que digno entre las actuaciones, los personajes, los elementos bíblicos y los códigos de los géneros que aborda. Es una película que camina por la delgada línea que separa el ridículo de la seriedad religiosa y sale bien parada.
Ese es su gran mérito: transitar esa cornisa de locura bizarra sin caerse, como si quienes están detrás de cámara estuvieran tan locos como quienes están delante, y aun así conservar la suficiente cordura como para hacer una película coherente, mucho más sólida de lo que parece.
Sin pretensiones, sin ánimo de ser doctrinaria o aleccionadora, El retorno se contenta con ser un entretenimiento que pone en el centro la reencarnación de Cristo, su segunda venida. Y que lo crea quien quiera.
Para ver El retorno
Argentina, 2025. Drama. Dirección: Marcela Luchetta. Guion: Osvaldo Boscacci, Dieguillo Fernández, Marcela Luchetta, Frank Marrero y José Luis Parise. Elenco: Gabriel Gallicchio, Franco Masini, Luis Gnecco, Miriam Giovanelli, Juanjo Puigcorbé, Elvira Onetto, Mariano Saborido, Giampaolo Samà, Brian Sichel y Sebastian D’Aquino. Fotografía: Christian Cottet. Música: Jerónimo Naranjo y Gustavo Pomeranec. Duración: 135 minutos. Apta para mayores de 13 años (con reservas). En cines.