Los temas predilectos del cineasta: el nazismo y el comunismo soviético, dos proyectos políticos que no son equiparables en su génesis (uno es la negación del otro), pero que son dos ismos históricos que cifran el siglo 20 y no dejan de proyectarse en el siglo presente.
En Dos fiscales, se trata del estalinismo y sus perversos procedimientos burocráticos y asesinos. El tiempo elegido por Loznitsa es 1937.
En el auge del falso camarada Stalin, pocos creen en lo que presuntamente representan (al proletariado) y la voluntad de poderío ha sustituido enteramente el empeño del Politburó por gestionar la fraternidad y el bienestar de los trabajadores.
Hay excepciones: un joven fiscal, recién nombrado, y algunos de los prisioneros de una cárcel atestada de presuntos contrarrevolucionarios, más de 10 mil, según dice un funcionario.
En el preámbulo, el cineasta ucraniano establece físicamente un mundo sin colores. El estalinismo es un régimen en dirección opuesta a cualquier manifestación vital.
El gris domina todo: la pintura de las celdas, los pasillos de los edificios estatales, los compartimientos de los trenes y las pieles de los vivos están unidos cromáticamente por ese color desprovisto de vigor.
Es el signo de la vida burocrática, o lo que Peter Sloterdijk llamó, a propósito de Kafka, “la corredorización de la existencia”.
En efecto, cada vez que el joven Kornev intente hacer algo, deberá esperar. El plano general en el que se observa al protagonista sentado en una sala de espera del Departamento de Justicia para hablar con el fiscal general es el holograma de toda la película. Esperar hasta pudrirse, porque el tiempo se dilata y transcurre sin término; puede ser en los laberintos de las oficinas o en la cárcel.
El motor del relato es simple: la introducción y el epílogo se delimitan a un mismo espacio, la penitenciaría. Entre principio y fin, dos entrevistas breves precedidas de horas de espera, y dos viajes en tren que incluyen una historia con Lenin y una canción feliz.
En cada oportunidad, Loznitsa añade un matiz; puede ser una anécdota, un gesto, un discurso vacío. Todo consiste en desnudar a un leviatán revestido de justicia en el que se maquillan las intenciones de los privilegiados de un sistema cuyo cinismo es perceptible en cada acción y palabra dicha.
El novato jurista sigue creyendo en todo lo que pasó 20 años atrás, como su defendido, un hombre que tiene muchos años más que él. Los dos todavía abrazan el proyecto emancipatorio.
El condenado luchó contra el Ejército Blanco. Todavía recuerda aquel tiempo y no se avergüenza. El desenmascaramiento ideológico que tiene lugar en un automóvil durante los últimos 10 minutos es la condensación del desencanto y la derrota. ¿Cómo seguir?
Es probable que la lectura de Loznitsa sobre el proyecto soviético difiera de la interpretación de sus protagonistas. La película es una transposición de una novela de Georgy Demidov de título homónimo, un físico devenido en novelista, sentenciado como trotskista, que pasó 18 años en prisión.
Su texto es un testimonio, como los de su amigo Varlam Shalamov, otra pluma excepcional que dejó una milagrosa constancia literaria de la degradación experimentada en Kolimá.
Los campos de concentración y muerte no son parte de Dos fiscales, pero se infieren como destino final. En este sentido, es considerable que no se mancille el fundamento de la vocación revolucionaria; los exégetas del presente tienden a la simplificación, al denuesto y a la demonización del móvil de aquel acontecimiento.
De todas las ficciones del cineasta ucraniano, es la primera en la que ha evitado cierta propensión a la crueldad como didáctica. Dos fiscales puede añadirse de acá en más a un grupo de películas notables en su haber.
Su última película no resplandece como sus dos obras maestras, The Settlement y The Train Stop, pero puede situarse cómodamente entre los títulos mencionados. Mucho de lo mejor del cineasta está presente en Dos fiscales.
Para ver Dos fiscales
Two Prosecutors, Ucrania, 2025, DCP, 118’, AM13. Dirección: Sergei Loznitsa. Con Alexander Kuznetsov y Anatoli Belyj. En el Cineclub Hugo del Carril, hasta el miércoles 3 de diciembre.


























