Convencido y acostumbrado, un hombre cualquiera, que lleva su matrimonio con dignidad y honestidad, gira su cabeza por un ruido, ve a una mujer que le devuelve la mirada, persiste el intercambio, hablan, toman un café, se acuestan, pasan unos días y ninguno de los dos puede pensar en otra cosa.
La descripción no pertenece a la trama de El aroma del pasto recién cortado, pero sí sintetiza lo impredecible del deseo y su movimiento, lo que lleva a una acción que resulta inevitable, incluso si pone en riesgo el laborioso equilibrio afectivo que puede haberse erigido con otra persona a lo largo del tiempo.
A este dilema sobre lo inevitable del deseo, porque no depende de la voluntad su llamado, Celina Murga lo complejiza proponiendo una inquietud: ¿qué ocurre si un profesor universitario se enamora de una alumna? ¿Y si en esa relación se invierten los géneros? Esas preguntas no se formulan, se ven. Murga configura una película especular, en la que dos profesores de Ciencia Biológicas viven un romance con sus estudiantes, ambos casados y con hijos.
En cada caso, los cónyuges, y también la comunidad universitaria, conocen rápidamente la situación. Lo notable del relato es que no se teje en tramas paralelas, sino en bloques continuos en los que una situación comienza y da paso a la misma situación en continuidad y con variaciones. No es, definitivamente, ni un relato paralelo ni un montaje paralelo; el anudamiento radica en una continuidad narrativa que admite la sustitución de género en escenas similares.
Lo notable de El aroma del pasto recién cortado es que su organicidad narrativa no necesita definir qué es; la indagación sobre el cambio de género existe, pero no fagocita la fluidez narrativa. La inteligencia de que así sea consiste en un concepto de repetición matizado por el de diferencia, cuya eficacia proviene de las elipsis.
Aunque no solamente por lo que se omite. Hay indicios y acertijos: el departamento en las dos historias es el mismo, pero nunca se parecen mucho. Es un camuflaje revelador. De esa perspicacia está hecha la película.
Pero no solo son virtudes el ingenioso decorado y la elegancia narrativa que propone el montaje. También lo es la absoluta prescindencia de una perspectiva moral para juzgar los actos de los personajes. Es también la robusta composición de los otros personajes, tantos los jóvenes amantes como los cónyuges engañados. Ninguno participa de un razonamiento moral. La retórica de la culpa brilla por su ausencia.
La quinta película de Celina Murga vuelve a estar presentada por Martin Scorsese, padrino estético de la cineasta (se conocieron por una beca Rolex muchos años atrás). No es un mero gesto de cortesía. Murga es unas de las grandes cineastas mujeres del país.
Con esta nueva película, además, se inaugura un período nuevo. La pregunta por el deseo de los protagonistas es también cuestionarse sobre él reconociendo el paso del tiempo. Indirectamente, ese reconocimiento se duplica. La inquietud de Murga es otra. Después de mucho tiempo, ¿cómo se filma con el mismo deseo de veinte años atrás?
Para ver “El aroma del pasto recién cortado”
Argentina, Uruguay, México, Estados Unidos, Alemania/2024). Dirección: Celina Murga. Elenco: Joaquín Furriel, Marina de Tavira, Alfonso Tort, Romina Peluffo, Emanuel Parga y Verónica Gerez. Guion: Celina Murga, Juan Villegas y Lucía Osorio. Fotografía: Lucio Bonelli. Dirección de arte: Julieta Wagner. Edición: Manuel Ferrari. Música: Luciano Supervielle y Gabriel Chwojnik. Sonido: Guido Berenblum y Gerardo Kalmar. Distribuidora: Digicine. Duración: 112 minutos. Apta para mayores de 13 años. Salas (primera semana): 37.
