A primera vista, Echo Valley parece el thriller dramático de fórmula que entretiene a pesar de tener un guion estandarizado y, por momentos, manipulador. Pero su verdadero mérito está en cómo Michael Pearce, el director, hace que el conflicto principal se agrande progresivamente hasta captar por completo la atención, ayudado por dos grandes actrices: Julianne Moore y Sydney Sweeney.
Lo atrapante de la película es que su protagonista, Kate Garretson (Moore), debe resolver un problema que involucra a su hija drogadicta y que se complica cada vez más. Kate vive en una granja llamada “Echo Valley”, en el sur de Pensilvania. Su mujer ha muerto recientemente y atraviesa un duelo que la despierta cada mañana angustiada, conteniendo las lágrimas.
Además de ocuparse de la granja, Kate enseña equitación y recibe a clientes que van a comprarle alfalfa, entre otras cosas.
Un día, de forma inesperada, aparece Claire (Sweeney), su hija, quien le cuenta que discutió con su novio (Edmund Donovan) y, sin darse cuenta, arrojó al río un paquete de droga. Y ahora el dealer, Jackie (Domhnall Gleeson), exige recuperar esa mercancía, con amenazas que agravan el asunto.
Como Kate había ido a pedirle dinero a su exmarido, Richard (Kyle MacLachlan), para arreglar el techo del establo (no sin antes mantener una tensa discusión, ya que él le reprocha gastar en vano para ayudar a Claire), decide finalmente destinarlo a pagar la deuda que su hija tiene con Jackie, con la esperanza de que no los moleste más.
Hasta aquí, la película transita por caminos convencionales, rutinarios, con un ritmo aceptable y un montaje funcional tanto a la atmósfera como a la historia, que poco a poco empieza a insinuar nuevas complicaciones. Y es justamente allí donde el relato gana fuerza: cuando los problemas resurgen a partir de ese conflicto inicial que parecía ya resuelto.
Lo que sigue puede considerarse un spoiler: Claire llega, de nuevo, desesperada, con manchas de sangre y llorando, y le dice a su madre que mató a su novio durante otra discusión, y que no sabe qué hacer con el cuerpo.
Acá entra la parte más verosímil, porque plantea una situación extrema para mostrar que una madre está dispuesta a hacer lo que sea por su hija.
Kate se encarga de hacer desaparecer el cuerpo en el fondo de un lago cercano para evitar que Claire vaya presa. Pero los problemas no terminan ahí: días después, Claire vuelve a escapar de la granja, dejando sola a Kate, quien encuentra consuelo en la amistad de Leslie (Fiona Shaw), una de esas amigas incondicionales, cuya presencia también justifica un final que, aunque previsible, sorprende por su efectividad.
Cuando Kate descubre que Claire se escapó a una cabaña con su novio, se pregunta de quién es el cuerpo que arrojó al lago. Y hasta acá llegamos. Basta con decir que la película entretiene precisamente por ese mecanismo de intriga sostenida y por la estructura sólida de su guion (a pesar de ser de fórmula).
Después de un par de vueltas de tuerca, el director cierra con un final optimista, en el que el crimen perfecto se consuma y los verdaderos malvados reciben su merecido. Más que sobre lo que una madre es capaz de hacer por su hija, Echo Valley trata, en el fondo, sobre la justicia maternal.
Para ver Echo Valley
Estados Unidos, 2025. Thriller, Drama. Dirección: Michael Pearce. Guion: Brad Ingelsby. Elenco: Julianne Moore, Sydney Sweeney, Domhnall Gleeson, Fiona Shaw, Edmund Donovan, Kyle MacLachlan, Albert Jones, Katya Campbell y Melanie Nicholls-King. Fotografía: Benjamin Kracun. Música: Jed Kurzel. Duración: 104 minutos. Apta para mayores de 16 años. En Apple TV+.