Más interesante que la nueva de Paul Thomas Anderson es Camina o muere, la otra película importante de la semana, que está basada en la novela La larga marcha, de Stephen King (publicada bajo el seudónimo Richard Bachman), dirigida por Francis Lawrence, escrita por JT Mollner y protagonizada por Cooper Hoffman, hijo del fallecido Philip Seymour Hoffman y protagonista de la anterior película de Anderson, Licorice Pizza.
La trama distópica puede resultar un poco monótona en su estructura, ya que gira en torno a un juego mortal conocido como “La larga marcha”, en el que cincuenta jóvenes, elegidos al azar, deben caminar sin detenerse a lo largo de una ruta predeterminada, escoltados por un escuadrón de soldados.
Si un participante desciende por debajo de las 3 millas por hora durante diez segundos, recibe una advertencia, que puede ser anulada si mantiene la velocidad durante una hora.
Tras acumular tres advertencias, cualquier nueva infracción provoca la ejecución inmediata. La caminata concluye cuando solo queda un sobreviviente, quien recibe un premio en efectivo y el cumplimiento de un deseo.
Lo que en un principio parece una premisa que se agota en pocos minutos, Lawrence logra sostenerla mientras los personajes se conocen y tratan de no cansarse ni ser ejecutados, además de dosificar con pulso las rencillas y altercados entre ellos, desde que llegan al concurso y se presentan hasta que finalizan la caminata.
Raymond Garraty (Hoffman), el protagonista, se alía desde un comienzo con Peter McVries (David Jonsson) y piensa constantemente en su madre, a quien dejó sola, y en su padre, muerto por el mismo estado totalitario en el que viven. De ahí que sea tan importante para él ganar el evento, no solo por la plata, sino porque su deseo es vengarse en nombre de su progenitor.
El contexto es un Estados Unidos distópico, totalitario y fascista. No se sabe si transcurre en el presente o en un futuro cercano, pero lo que sí queda claro es su intención de funcionar como metáfora o alegoría política de los tiempos que corren, para hablar del presente político del país (King es productor ejecutivo y, además, enemigo declarado de Trump) y del sistema, ya que tanto el libro como la película exceden la coyuntura estadounidense para abordar un sistema mundial más amplio y reflexionar sobre la vida, en la que, si uno se detiene, muere.
Además, está el gran Mark Hamill como el jefe al mando del evento, vestido con piloto y anteojos negros, un villano que, desde luego, va a tener su merecido. Y este es otro acierto y, a su vez, quizá lo que le baja unos puntos por lo predecible.
Pero en términos de ficción está bien que así sea, ya que refuerza el mensaje de la película como esperanza última, algo que le faltó a la película de Paul Thomas Anderson: un final ejemplar, rabioso, que muestre que, si no hay escapatoria a la lógica del mundo, por lo menos hay que intentar ajusticiar a los responsables de perpetuarla.
Para ver Camina o muere
The Long Walk, Estados Unidos, 2025. Thriller. Dirección: Francis Lawrence. Guion: JT Mollner, basado en la novela “La larga marcha”, de Stephen King. Elenco: Cooper Hoffman, David Jonsson, Garrett Wareing, Tut Nyuot, Charlie Plummer, Ben Wang, Mark Hamill, Judy Greer, Jordan Gonzalez, Joshua Odjick, Roman Griffin Davis, Josh Hamilton, Noah de Mel y Daymon Wrightly. Fotografía: Jo Willems. Música: Jeremiah Fraites. Duración: 108 minutos. Apta para mayores de 16 años. En cines.