Hace 82 años, en la primavera de 1943, el gueto de Varsovia fue el lugar de una resistencia tan valiente como desesperada.
Hombres, mujeres y chicos judíos decidieron enfrentar a los nazis, sabiendo que las chances de ganar eran prácticamente nulas. Durante 27 días, entre el 19 de abril y el 16 de mayo, lucharon con lo que tenían, en una situación extrema.
A pesar del final trágico, esa resistencia se convirtió en un símbolo de lucha contra la opresión y nos sigue inspirando hasta hoy.
¿Qué nos enseña lo que hicieron esos jóvenes liderados por Mordejai Anielewicz?
No sólo nos habla de la brutalidad del nazismo, sino también de las fallas del resto del mundo. Mientras millones de judíos sufrían hambre, torturas y deportaciones a campos de exterminio, gran parte de la comunidad internacional eligió no intervenir.
Las potencias aliadas sabían lo que estaba pasando, pero tardaron demasiado en reaccionar. Muchos informes sobre el Holocausto fueron ignorados o minimizados, y la prioridad seguía siendo ganar la guerra, no detener el genocidio.
Ese silencio fue mucho más que una falta de acción: ayudó a que los crímenes siguieran su curso.
Si el mundo hubiera reaccionado antes, se podrían haber salvado muchas vidas. La ausencia de una condena fuerte y de medidas concretas le dio a los nazis la seguridad de que podían actuar sin consecuencias. También desalentó a quienes, dentro y fuera de Alemania, podrían haber intentado resistir o ayudar, pero se sintieron solos o sin respaldo.
Además del silencio, hubo complicidad. En toda Europa, hubo personas que colaboraron activamente con el régimen. Algunos lo hicieron por odio, otros por miedo o por interés económico. Participaron en la identificación, denuncia y detención de judíos.
A veces incluso los entregaban directamente a las autoridades o participaban en sus asesinatos. Sin esa colaboración, muchos crímenes no habrían sido posibles o habrían sido más difíciles de llevar a cabo.
Ejemplos de humanidad
Son pocas, pero extraordinarias, las excepciones. Los Justos entre las Naciones son ejemplo de esto, personas que arriesgaron su vida para salvar otras.
La famosa frase del Talmud, “quién salva una vida, salva al mundo entero”, resume a la perfección la importancia de sus acciones.
Al igual que el levantamiento del gueto de Varsovia, son muestras de coraje en medio de la indiferencia y la complicidad. Nos recuerda que, incluso en los peores momentos, hay personas que eligen luchar por su dignidad, aunque su propia vida corra peligro.
A 82 años de ese acto de resistencia, su legado sigue siendo muy importante.
La indiferencia ante el sufrimiento, justificar la injusticia o quedarse callados frente al odio son actitudes que debemos alertar.
Esa es la tarea a la que nos abocamos desde el Museo del Holocausto de Buenos Aires. En nuestras actividades y en nuestra exhibición permanente, disponible también de manera virtual para cualquier parte del mundo, asumimos la responsabilidad de mantener viva esta memoria, la de las víctimas y la de los sobrevivientes, muchos de los cuales son parte integral del Museo.
Nuestra tarea es educar y recordar para que el odio, la intolerancia y la discriminación no vuelvan a repetirse, para poder construir entre todos una sociedad democrática y plural.
Recordar el Levantamiento del Gueto de Varsovia no es sólo rendir homenaje a quienes pelearon hasta el final. También es un llamado a estar atentos hoy.
Tenemos que alzar la voz frente a cualquier forma de discriminación y no permitir que el odio o la exclusión se normalicen.
La historia nos muestra lo que puede pasar cuando se elige mirar para otro lado. Por eso, que la memoria de Varsovia nos motive a construir un mundo donde la indiferencia no tenga lugar y donde nunca más se tolere la complicidad con el mal.
Para eso, como reza el himno partisano, himno de la resistencia judía al Holocausto, “mir zainen do”: estamos aquí.
(*) Vicepresidente del Museo del Holocausto de Buenos Aires.