Cada 17 de octubre se conmemora el Día Mundial contra el Dolor, instaurado por la Asociación Internacional para el Estudio del Dolor (IASP) y avalado por la Organización Mundial de la Salud (OMS). El objetivo es poner en agenda una problemática que afecta a millones de personas en el mundo y que muchas veces se vive en silencio.
La Asociación de Anestesia, Analgesia y Reanimación de Córdoba (Adaarc) subraya que el dolor persistente no es un malestar pasajero, sino una enfermedad en sí misma, que impacta de lleno en la salud física, emocional y social.
Según la OMS, una de cada cinco personas en el mundo padece esta problemática de manera crónica. En Argentina, los especialistas estiman que afecta del 25 al 30 por ciento de la población adulta, con mayor prevalencia en lumbalgias, migrañas, cervicalgias y dolor musculoesquelético o neuropático.
“El dolor crónico no es un síntoma, sino una enfermedad; y como tal, requiere atención especializada, compromiso médico y acompañamiento humano”, señala el médico Mariano Mocellin, secretario de Publicaciones de Adaarc.
Impacto invisible pero devastador
Esta patología puede alterar el sueño, la alimentación, la movilidad y el estado de ánimo. También genera cambios en el sistema nervioso que perpetúan el sufrimiento. Un estudio internacional revela que las personas con dolor persistente tienen el doble de probabilidades de desarrollar depresión y ansiedad, y hasta ven limitada su capacidad de trabajar o estudiar en un 60%.
Uno de los principales desencadenantes es el dolor postoperatorio mal tratado. Más del 50% de los pacientes en Argentina reporta un nivel moderado a intenso tras una cirugía si no recibe el abordaje adecuado, y hasta un 20% puede desarrollarlo de manera crónica.

“El tratamiento de esta problemática no es un lujo, sino un derecho; la medicina del dolor debe ser parte de toda planificación quirúrgica y médica prolongada”, advierte Mocellin.
Factores culturales y falta de acceso
A pesar de su alta prevalencia, el dolor crónico suele naturalizarse. Muchas personas lo asumen como parte de la edad o de ciertas enfermedades, e incluso evitan la consulta por miedo a ser vistos como pacientes difíciles.
A esto se suman obstáculos estructurales: la escasez de unidades de tratamiento del dolor en hospitales públicos, la falta de especialistas y la insuficiente cobertura de los sistemas de salud.
La propuesta de Adaarc
La OMS reconoce a los anestesiólogos como especialistas clave en el tratamiento del dolor, por su formación en farmacología, técnicas intervencionistas y nuevas tecnologías.
Adaarc sostiene tres pilares fundamentales para revertir la realidad de esta patología.
- Prevenir, con un adecuado manejo del dolor agudo y postoperatorio.
- Educar, tanto a profesionales como a pacientes y familiares.
- Planificar, con protocolos de derivación y equipos interdisciplinarios.
No resignarse a vivir con dolor
El mensaje de Adaarc en este Día Mundial contra el Dolor es contundente: vivir con dolor no es vivir. Consultar a tiempo, acceder a especialistas y derribar mitos culturales son pasos esenciales para recuperar la calidad de vida.
“Escuchar al paciente, creerle y acompañarlo es el primer paso para sanar; no hay que naturalizar el dolor, porque siempre existen caminos para aliviarlo”, concluye Mocellin.

























