El trabajo conlleva muchas horas de nuestros días y suele tener consecuencias en cómo va a continuar nuestra rutina según el desempeño que hayamos tenido en espacios laborales. Influyen los jefes, los compañeros de trabajo y el lugar en el que trabajamos.
Sin embargo, ¿puede el trabajo afectar nuestra vida? A partir de este interrogante dialogamos con la doctora Paula Irueste, experta en detección de altas capacidades y programas de inteligencia emocional, licenciada en Psicología (MP 5808) y doctora en Ciencias de la Salud.
Además, es experta universitaria en el diagnóstico y tratamiento de alumnos con altas capacidades (UNED, España), profesora titular de Psicología Clínica, directora del Servicio de Neuropsicología, Área Infantil, docente investigadora IIPSI Conicet (UNC), delegada de Argentina en Consejo Mundial para Niños Dotados y Talentosos (World Council for Gifted and Talented Children, WCGTC).
¿Qué lugar ocupa lo laboral en nuestras vidas? ¿Cuántas horas productivas se quedan en el trabajo? ¿Somos capaces de cortar con los problemas laborales al llegar a casa? Esos son algunos de los interrogantes a los que le buscaremos respuestas en este diálogo.

–¿Qué es el síndrome de burnout y cómo se diferencia del estrés común?
–El síndrome de burnout, también llamado “síndrome de desgaste ocupacional”, es un trastorno psicológico crónico vinculado al contexto laboral, caracterizado por agotamiento emocional, despersonalización y baja realización personal. Fue conceptualizado por primera vez por Maslach (1981) quien crea un inventario para evaluar los niveles de burnout, Maslach Burnout Inventory (MBI).
Estrés común o burnout
La OMS define a la salud mental como un estado de bienestar en el cual la persona realiza sus capacidades, puede hacer frente al estrés normal de la vida, trabajar de forma productiva y contribuir a su comunidad. “En esencia, es un estado de equilibrio emocional, psicológico y social que permite a las personas desenvolverse de manera óptima en diversos aspectos de su vida”, asegura. Esto quiere decir que en nuestra vida cotidiana hay un nivel de estrés frecuente. “A diferencia del estrés común, que puede ser una respuesta aguda y ocasional a demandas externas, el burnout es crónico y persistente, se asocia específicamente al ámbito laboral o profesional e implica un deterioro del vínculo con el trabajo, como desinterés o falta de motivación, por ejemplo”, asegura.
–¿Constituye un síntoma de la época que atravesamos?
–Muchos autores consideran que es un síntoma psicosocial característico de la contemporaneidad, donde predomina la hiperproductividad, la precarización laboral y la autoexigencia. Según Byung-Chul Han (2010), vivimos en una “sociedad del rendimiento”, en la que el individuo se explota a sí mismo buscando ser siempre más eficiente, lo que deriva en agotamiento psíquico, burnout y trastornos como la depresión. También, la Organización Mundial de la Salud (OMS) incluyó al burnout como un fenómeno ocupacional en la CIE-11 (Clasificación Internacional de Enfermedades), reconociendo su creciente prevalencia.

Señales para prestar atención
La doctora Irueste destaca algunas señales a las que prestarle atención, según tres dimensiones tipificadas por Maslach:
• Agotamiento emocional: sensación constante de fatiga, insomnio, irritabilidad, disminución de la energía.
• Despersonalización: trato frío y desligado hacia los demás, especialmente en profesiones de ayuda.
• Baja realización personal: pérdida del sentido del trabajo, sensación de ineficacia o frustración profesional.
“También pueden presentarse síntomas físicos (dolores, trastornos digestivos), cognitivos (dificultades de concentración), y emocionales (ansiedad, tristeza, vacío existencial)”, agrega.
–¿Existen trabajos o entornos laborales que sean más propensos a generar burnout?
–Los trabajos más expuestos al burnout suelen ser los vinculados a la atención directa a otras personas, como profesionales de la salud (médicos, enfermeros, psicólogos); docentes; asistentes sociales; cuidadores o trabajadores del ámbito comunitario. Agrego también todas las ocupaciones relacionadas al ámbito de la seguridad (policía, guardias, por ejemplo) que suelen tener altos niveles de burnout debido al estado de alerta permanente en sus tareas. Además, los entornos con alta demanda y bajo nivel de cuidado de las personas, son especialmente propensos ya que presentan una presión constante, baja autonomía, falta de reconocimiento, y condiciones laborales desfavorables para las personas.
–¿Qué consecuencias puede tener este síndrome a largo plazo, si no se trata adecuadamente?
–Toda problemática no tratada a tiempo se complejiza y puede tener consecuencias significativas, tales como: trastornos del estado de ánimo, como depresión, trastornos de ansiedad o psicosomáticos, aumento del ausentismo y abandono laboral, afectación en las relaciones interpersonales. En casos graves, puede llevar al aislamiento social, abuso de sustancias, e incluso ideación suicida. Por esto es tan importante contar con un enfoque preventivo en salud mental en toda organización. Esto es, implementando programas específicos de cuidado de la salud mental, programas de inteligencia emocional, entrenamientos en habilidades para el autocuidado entre otras estrategias que beneficiarán ampliamente a la organización de que se trate.
Tratamientos e intervenciones
–¿Existe un tratamiento o alguna manera de solucionarlo?
–Desde la psicología se recomiendan intervenciones en varios niveles: terapia psicológica individual, intervenciones grupales en los espacios laborales, promoción del autoconocimiento, regulación emocional y estrategias de afrontamiento. En casos graves, de mayor afectación o complejidad se puede requerir a un tratamiento psiquiátrico complementario.
–¿Se puede prevenir? ¿Qué medidas puede tomar una persona en su día a día?
–La prevención es fundamental en estas temáticas que afectan la salud mental de la población. Algunas medidas factibles de ser aplicadas podrían ser: establecer límites claros entre trabajo y vida personal; practicar técnicas de autocuidado: ejercicio, descanso adecuado, alimentación saludable; fomentar habilidades de afrontamiento y gestión emocional; buscar espacios de apoyo, ya sea terapia, grupos o redes sociales significativas; cultivar actividades placenteras y de desconexión del entorno laboral.
“Este último punto es fundamental, siempre que se cuente con las condiciones para poder tenerlas, ya que la exigencia externa y la autoexigencia hacen que no demos lugar a lo placentero. Muy por el contrario, estamos siempre detrás de los ‘debo’ y raramente reconocemos los ‘quiero’. Por tanto, es fundamental poder promover acciones deseables que nos aporten placer. Esto configura un motivo de consulta muy frecuente en la clínica, ‘no hay lugar en mi vida para el disfrute, todo es obligación y todo pesa’”, asegura la especialista.
–¿Las empresas u organizaciones pueden tomar medidas para proteger a sus empleados?
–Las organizaciones tienen una responsabilidad clave. Y les aseguro que una organización puede funcionar mejor y ampliar incluso sus horizontes si se ocupa de cuidar a las personas que la conforman. Algunas acciones que pueden llevarse a cabo incluyen:
• Diseñar entornos laborales saludables, con cargas de trabajo razonables.
• Promover la participación, autonomía y sentido de pertenencia.
• Brindar espacios de escucha y contención psicológica.
• Capacitar a líderes en gestión emocional y prevención del maltrato.
• Implementar programas de bienestar organizacional y salud mental.
Las acciones que promuevan el reconocimiento de las personas y de las tareas que realizan son fundamentales. El reconocimiento no sólo debe realizarse de manera material sino también simbólica, siendo el puente fundamental para generar pertenencia con la organización y mayor motivación por las tareas a cargo.
Trabajo remoto, semanas reducidas
–¿El trabajo remoto o la jornada de cuadro días laborales ayudan a reducir el burnout?
–Ambas estrategias pueden ayudar, pero dependen de cómo se implementen y el fin que persigan. Lo ideal es que esto pueda ser consensuado con las personas implicadas. El trabajo remoto puede reducir tiempos de traslado y ofrecer más flexibilidad, pero también puede aumentar la sensación de aislamiento y difuminar los límites trabajo-vida personal. Por otro lado, la jornada laboral de cuatro días ha mostrado resultados positivos en varios estudios (como el ensayo en Islandia o Reino Unido), mejorando la productividad y reduciendo el estrés y el burnout, siempre que se mantenga el salario y se ajuste la carga laboral.
La doctora agrega que “para toda planificación o medida que se aplique es conveniente recurrir a la construcción colectiva. Es importante que todos los integrantes de la organización puedan participar, compartir su opinión sobre dichas medidas, lo que generará una mayor adhesión a lo consensuado, un crecimiento del bienestar y un mejoramiento en las relaciones interpersonales dentro de la organización.