En Argentina, los métodos constructivos utilizados históricamente se han basado en el trabajo in situ, casi artesanal. Ese patrón comenzó a cambiar cuando la industria de la construcción empezó a buscar mayor eficiencia en el proceso constructivo, reducción de tiempos (y, en consecuencia, de los costos que conllevan), aumento de la sostenibilidad de todo el proceso, garantías de calidad, además de minimizar los residuos y el impacto ambiental.
Entonces, aparecen los sistemas constructivos industrializados que se ensamblan en obra, entre los que se destacan: prefabricados de hormigón (vigas, columnas, placas, paneles); los ligeros en seco (basados en estructuras de acero o madera y cerramientos con paneles de yeso); los modulares completos (denominados “contenedores”) y los mixtos, que combinan los anteriores para aprovechar las ventajas de cada uno de ellos.
Todos tienen en común la adaptabilidad a diferentes proyectos, desde viviendas unifamiliares hasta edificios de gran escala; la flexibilidad ante la modificación del destino de las unidades, y una mayor seguridad en el lugar de la construcción, al reducir la cantidad de operaciones prácticas en obra, lo que mejora la seguridad de los trabajadores del sector.
En todo ese proceso, los ingenieros civiles somos quienes diseñamos, planificamos (estructura, distribución e integración de los sistemas constructivos) y gestionamos los proyectos. La administración eficiente de la obra es la clave del éxito en la implementación de sistemas industrializados. Desde la Ingeniería Civil buscamos soluciones innovadoras a las necesidades específicas de cada proyecto y optimizamos el rendimiento estructural y funcional de cada edificación: eso contribuye a la sostenibilidad ambiental, al reducir el desperdicio de materiales y optimizar el consumo de energía.