“Estaba peloteando y pensé: ‘cómo me gusta jugar al pádel’”. Así, sin estridencias, con la dulzura de quien se sorprende de su propio disfrute, Delfina Brea le pone palabras a una pasión que la llevó a convertirse en una de las mejores jugadoras del mundo.
Desde Bélgica, donde se juega el Premier P2, Delfina se prepara para el esperado torneo de Buenos Aires, que se disputará del 25 de mayo al 1 de junio. En su charla con La Voz, no disimula la emoción: “Es el torneo más esperado del año, no solo para mí. Es la primera vez que juego en mi ciudad. Me ilusiona que venga gente cercana, mi familia, mis amigos. Me pone más nerviosa que en otros torneos, aunque intento no pensarlo mucho. Quiero disfrutarlo”.
Delfina dejó Argentina siendo muy joven para instalarse en Europa, con la ilusión de crecer en el circuito profesional. Y no fue fácil. “Por suerte, mi papá es muy conocido en el ambiente del pádel, y eso me abrió muchas puertas. Pero lo más duro fue lo emocional, más que lo deportivo”.
Los primeros años fueron cuesta arriba, incluso en lo económico. Tanto que la familia se turnaba para ir a acompañarla. “Después, mi mamá y mi hermana se vinieron a vivir conmigo, eso ayudó mucho”. No había margen para nada más: “En ese momento no podía hacer nada fuera del pádel”.
El despegue y el presente
Aunque es profesional desde 2017, la explosión llegó en 2023. Desde entonces, todo fue en ascenso. “Pasó el tiempo de adaptación. Encontré el equipo con el que quería estar, dentro y fuera de la cancha. Eso lo explica todo”, dice.

Hoy comparte pista con Gemma Triay. Y son una de las parejas más fuertes del circuito. Vienen de ganar el Major de Riad y parece que el juego entre ellas fluye con naturalidad. “No me sorprende que funcionemos bien. Las dos somos muy trabajadoras y comprometidas. Nos hacía falta rodaje y entrenamiento”.
Comparada con su etapa junto a Bea González, Delfina nota la diferencia: “Con Bea teníamos un vínculo emocional muy fuerte. Con Gema siento que estoy en un nivel de pádel un poco superior. Ella es muy sólida, muy completa. El cambio fue más por sensaciones personales que por rendimiento”.
El número 1
El ranking es una conversación inevitable cuando se habla de Delfina Brea. La última jugadora argentina en alcanzar el N°1 del mundo lo hizo hace más de una década, y si bien ella y Gema están muy cerca, no se apresuran. Hay ansiedad, sí, pero también cautela. El foco está puesto en el buen juego, en seguir sumando y en llegar a fin de año con chances reales.
Lejos de dejarse arrastrar por la vorágine de las redes sociales o la opinión externa, Delfina dice que trata de mantener la concentración. Evita leer comentarios tras los partidos, gane o pierda. Sabe que la presión existe, pero prefiere no alimentarla más de la cuenta.
Consciente del lugar que ocupa, se toma en serio el rol de referente para otras jugadoras. Siente que esa mirada sobre ella no es una carga, sino una motivación.

Rutinas, pausas y pequeños placeres
Lejos del glamour, su vida cotidiana es sencilla. Entrena con música tranquila, disfruta de los rituales más simples —un café, un streaming, su perra, un rato en casa— y valora los momentos de desconexión. Volver de un torneo y comer las milanesas con puré que hace su mamá es uno de sus placeres favoritos.
En su tiempo libre también ve partidos, analiza rivales y estudia táctica. Tiene una mirada muy aguda del juego y no se cansa de aprender. Sin embargo, admite que no todos los días se entrena con ganas. En esos momentos, lo toma como lo que es: su trabajo. Y se entrega igual, con la misma disciplina.
Pese a su lugar en la elite, Brea siente que todavía tiene muchísimo por mejorar. “Si hago la lista, no termino más”, bromea. “Tengo que mejorar el smash, lo entreno todos los días”. Se trata de un golpe cada vez más decisivo en el pádel moderno. La lista de aspectos a pulir, dice, es interminable. Pero eso no la abruma: lo vive como un proceso constante de evolución, alimentado también por la exigencia de las rivales.
La preparación mental también ocupa un lugar central. Hizo muchos años de terapia y actualmente trabaja con una psicóloga deportiva. Entiende que conocerse a fondo es una ventaja competitiva. Y también una forma de vivir mejor.
La mirada puesta en el futuro
Delfina celebra que el calendario de este año esté mejor organizado. Las semanas libres son un alivio dentro de una agenda tan intensa. Y aunque no lo dice con euforia, sueña con que el pádel siga expandiéndose por el mundo y, por qué no, se convierta algún día en deporte olímpico.

Para los jugadores amateurs tiene un mensaje lleno de sentido: que jueguen, que se diviertan, que se queden a comer después del partido y se rían con sus amigos. Que disfruten. Como ella, que un día fue amateur, y hoy vuelve a su casa convertida en una de las mejores del planeta.