De la lluvia al sol, del sol al viento y agua de nuevo, y las nubes, que bajan la temperatura, ganan la pulseada para que esta París cada vez más fría y otoñal.
El domingo francés comenzó con un fiestón sudafricano por la obtención de su cuarto título mundial de rugby, en una celebración que largó en la última hora del sábado y vaya a saber cuándo termina en aquel país del “tercer mundo”, como lo describió Siya Kolisi, capitán de los Springboks, cuando explicaba, emocionado, lo que significaba el tetracampeonato para su nación, para su pueblo, que con ello recibe “un rayo de esperanza”, según el emblemático jugador.
El tremendo 12-11 de Sudáfrica sobre Nueva Zelanda le puso punto final a la edición 10 del Mundial de Rugby y la Copa Webb Ellis viajó otra vez hacia el extremo sur de África. Un mundial que fue uno, hasta que Francia estuvo en competencia, y otro cuando, en cuartos de final, los sudafricanos eliminaron al local. Quizá por eso, el público se volcó en forma masiva en favor de los All Blacks en la finalísima jugada en el Stade de France, que a la hora de la coronación recibió un diluvio que le puso épica a la noche.
La ausencia de Francia en instancias decisivas le quitó pasión a un torneo que, como se descontaba, estuvo muy bien organizado más allá de que el azar del sorteo había determinado que una llave (por donde fueron el campeón Sudáfrica, Irlanda, Francia y Nueva Zelanda) fuera más exigente que la otra. De hecho, los dos primeros llegaron por ahí a la final.
Terminada la fiesta del rugby, ya París se concentra en forma absoluta en el gran objetivo que tendrá en 2024: los Juegos Olímpicos y los Juegos Paralímpicos.
Y el que debe andar preocupado es el Jorobado de Notre Dame, porque si hay una obra símbolo en París por estos días esa es la restauración de la catedral que sufrió el voraz incendio que la devastó el 15 de abril de 2019.
Las primeras estimaciones fijaban el año 2030 como fecha para que Notre Dame volviera a ser la que fue. Pero las autoridades pidieron celeridad y entonces el plazo se adelantó dos años... 2028.
¿Qué parte les faltó entender?, habrán preguntado desde arriba. Notre Dame debe estar lista para el 26 de julio... de 2024. Es que ese día comienzan los Juegos Olímpicos de París y una de sus mayores atracciones debe lucir en plenitud.
Se trabaja a destajo pero, a simple vista, está claro que falta bastante y costará llegar. De allí la preocupación de Quasimodo.
Obras a pleno en París
La capital francesa, repleta de obras de arte, está sitiada de obras de construcción o reparación por estos días. Monumentos, plazas, estaciones de metro y avenidas se encuentran vallados, pensando en la cita mayor del deporte mundial, que tendrá una inauguración que promete ser sensacional y seguro será única en la historia.
Es que la Ceremonia Inaugural ese viernes 26 de julio se realizará con las delegaciones desfilando por ¡el río Sena! Así es; durante un recorrido de seis kilómetros, 120 embarcaciones transportarán a los participantes, que hasta el domingo 11 de agosto le darán vida a la competencia que por tercera vez se realizará en París.
Las entradas rondan los 3.000 euros, pero son para ver la ceremonia desde ubicaciones privilegiadas, bien sobre el borde del río. El resto de la gente podrá disfrutar desde la calle y los puentes, nada mal por cierto. Será la primera vez en la historia que unos juegos se inauguren fuera de un estadio.
Pero la fiesta seguirá porque del 28 de agosto al 8 de septiembre será el tiempo de los Juegos Paralímpicos en una París que sueña con realizar los mejores juegos de la historia. Para eso están haciendo todo el esfuerzo posible. Ahora, sólo resta esperar que a la hora de la cuenta regresiva final, cuando esos relojes gigantes que están cerca de la Torre Eiffel lleguen a cero, París, la ciudad de la luz, brille más que nunca.
