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Gente picante. Virginia Garrone, nadadora olímpica: Entreno mucho mi cabeza también

Es nadadora olímpica, bicampeona mundial, campeona sudamericana, panamericana, entrenadora y mamá. Cómo enfrenta el desafío de nadar siempre, pese a todo. “Gente Picante” es un ciclo de entrevistas presentado por “La Voz” y por Radio Mitre.

29 de junio de 2025,

00:45
Laura González
Laura González

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–¿Qué sentís cuando estás en el agua? 

–En el agua estoy en mi medio. Estoy muy cómoda, me siento muy feliz. Siempre digo que soy más acuática que terrestre. Me siento muy cómoda. Me decís que haga cualquier movimiento y te puedo asegurar que me sale mucho más rápido que en tierra.

–¿Y eso cómo vino?

–Es una conexión que tengo al nadar desde tan chica. Siempre fui muy fanática de la parte técnica del estilo, eso te hace tener mucha sensibilidad con el cuerpo y con el agua, porque tenés que entender hacia dónde va la fuerza, cómo hacer para agarrarte del agua para poder avanzar. Me siento muy cómoda.

–¿Cuántas horas nadás hoy al día? 

–Hoy nado dos veces por semana, una hora y media.

–¿Y cuánto has llegado a nadar? 

–Cuando entrenaba en serio, para nadar en primera, hacía doble turno de tres horas por la mañana, tres horas por la tarde.

–Y en esas horas, en las que estás sola con tu cabeza y consciente de tu cuerpo en el agua, ¿en qué pensás? 

–En lo que estás haciendo. Estás en la técnica, en el tiempo, tenés que contar brazadas, tenés que mirar el tiempo al que vas. Aparte, en un entrenamiento tenés distintas etapas: una entrada en calor, después un trabajo principal que es la parte más fuerte, que te dicen, 10 de 400 en tanto tiempo, con tanto descanso, por ejemplo. Entonces, vos tenés que ir teniendo la sensibilidad para poder ir en ese tiempo, no ir más fuerte porque si no, no terminás el trabajo. Es muy entretenido.

–O sea, ¿no tenés chance de que se te vaya la cabeza, en pensar lo que tenés que hacer afuera?

–No, no, no. No volás. Podés volar cuando te dicen, qué sé yo, mil patadas, bueno, ahí sí podés volar tranquilamente, pero es como que también estás vos sola, porque vas haciendo patadas solita con mucha introspección, capaz.

–Y esa conversación permanente con vos misma... ¿ha sido buena?

–Sí. Justo conversaba con una amiga y le decía que me llevo muy bien conmigo misma. Me llevo bien, me divierto. Tengo pequeños logros: la otra vez entré sola a Buenos Aires, iba por avenida Santa Fe y me felicitaba sola, levantaba la mano porque había logrado entrar por donde yo quería entrar, manejando. Era la primera vez que lo hacía y, como me llevo bien, me divierto.

–Porque estamos en un mundo donde uno se apabulla, quizás el único momento en soledad que tenés lo ocupás con el teléfono, ¿no? No estamos muy acostumbrados a estar solos, a esa introspección. 

–Yo no, estoy mucho con el teléfono por un tema de trabajo, pero soy de salir a hacer algo, poca serie, me gusta mucho cocinar. Si tengo tiempo libre, me pongo a cocinar, se come muy bien en mi casa, ja ja, somos muchos.

–Empezaste a nadar desde muy chica, ¿cómo fue eso? 

–Empecé a los 4 años porque hicieron la pileta en mi casa.

–Para nadar.

–A lo Omarcito Garrone: 13 metros y medio de largo.

–Para que entrenaran las chicas. 

–Sí, pero en realidad era a él a quien le gustaba nadar. A mi papá le gustaba mucho nadar. Después, cuando nos llevó a aprender, le dijeron que teníamos todas condiciones. En ese momento éramos tres, Josefina todavía no había nacido. Y de ahí surgió esto de la natación en serio, porque Yanina tenía condiciones, Julieta también y yo también. Aparte, tuvo la suerte de que cada una de nosotras tres tenía un estilo diferente. Yanina nadaba bien crol; yo, mariposa, y Julieta, pecho. Cuando nació Josefina, aprendió a nadar muy bien los tres estilos esos.

–Y le tocó espalda.

–Ja, ja, ahí teníamos el combinado para la posta. Cuando fuimos a aprender y nos dijeron que teníamos condiciones, entran Julieta y Yanina al equipo de natación del Bell con Federico Gómez. A mí me dejaban afuera porque era muy chica, y me contaba mi papá que yo le insistía en que quería nadar y lo cansé, hasta que me dijo que fuera yo a hablar con el profesor. No me acuerdo, pero me dicen que fui a hablar con Federico Gómez. Hablaba muy mal, pero le dije y se ve que lo convencí. A los 4 años aprendí a nadar los cuatro estilos.

–Iban al Bell a entrenar, ¿y después en casa seguían?

–No mucho, porque el que nadaba en mi casa era mi papá. Nosotras jugábamos a nadar bien, a nadar mal, jugábamos carrerita, pero también es lo que hacíamos todo el día cuando éramos más grandes. También lo acompañamos a correr a veces, o sea, era bastante activo.

Hoy Virginia Garrone entre dos veces a la semana, hora y medio. Llegó a entrenar seis al día como olímpica (Foto: gentileza Virginia Garrone)
Hoy Virginia Garrone entre dos veces a la semana, hora y medio. Llegó a entrenar seis al día como olímpica (Foto: gentileza Virginia Garrone)

–Decís siempre que nadar hace bien, que la natación cura. ¿Por qué? 

–Fisiológicamente, es el deporte más completo, porque vos trabajás todo tu cuerpo de los dos lados igual, no es que trabajás una pierna o un brazo. Aparte, al estar en el agua, la posición de los de los huesos no está en choque, es como si estuvieses en reposo. Entonces, si tenés una lesión de columna, una lesión de rodilla o lo que fuere, no tenés impacto. Y después, psicológicamente, porque escuchás el ruido del agua, te encontrás con vos mismo. A mí me parece muy divertido eso.

–¿Y sos entrenadora? 

–Sí, soy entrenadora. Hoy entreno en el Club Matienzo de Monte Buey y tengo bastantes nadadores, diferentes niveles. Tengo chiquitos de 10, 11 años, y después tengo un equipo grande de entrenamiento que son todos más 35. Muchos son triatletas, no se federan, pero la verdad es que tienen un nivel impresionante. Y después tengo mis señoras de Aquagym, que nos divertimos mucho también, y tengo gente que va a nadar por salud. No tengo a nadie en competición específicamente, voy dos veces por semana y hoy es complicado conseguir a algún niño que quiera dedicarle tantas horas a un mismo deporte.

–¿Por qué? 

–Creo que es porque hay mucha variedad de opciones. O sea, nosotros nadábamos, hacíamos deporte y nos dedicábamos a eso. Ahora tienen el celular, Netflix, un montón de opciones que los distraen y el que realmente se da cuenta y quiere hacer natación es un lujo. O sea, es un lujo que se puede dar, porque yo siempre digo que a mí lo que me llevo a ser nadadora de alto rendimiento es querer viajar. Quería viajar y quería tener una vida diferente. No había redes, entonces para los Juegos Olímpicos los escuchaba, los tocaba de oído y a medida de que me fue yendo bien, empecé a enterarme más lo que lo que era y dije: “Quiero ser olímpica”. Y esa fue mi meta final. Pero al principio, yo quería viajar porque no me gustaba tener tanto tiempo libre.

–¿Cómo te preparaste para ser nadadora olímpica? ¿Qué hiciste ahí en tu vida? 

–Cuando iba al colegio, hacía doble turno: tres horas a la mañana, iba al cole y después a la tarde íbamos tres horas a entrenar. En la alimentación, trataba de robar planes de cuando me invitaban al Cenard, donde nos hacían varios estudios y trataba de comer más sano. Tengo un punto débil que es el chocolate, el cual nunca pude superar. Pero, bueno, antes de los torneos importantes me cuido y no como. Y el descanso, descansaba mucho; y cuando fui más grande, empecé con el gimnasio y todos los complementos. Cuando estuve en Córdoba, hacíamos yoga y tenía un psicólogo deportivo. Todo eso es lo que hoy necesita un nadador competitivo. Y un kinesiólogo, hoy necesitan un kinesiólogo también.

–Hablame de tu caja verde.

–Yo nadaba muchas pruebas. De hecho, tengo un récord sudamericano en cantidad de medallas de oro en un sudamericano, que son ocho, y tengo otro récord sudamericano en cantidad de medallas de oro en un nacional, que son 15. Por eso estoy en el Kempes también, en el museo del Kempes. Imaginate que cuando nadé 15 pruebas, hice el programa casi completo, me faltó nadar pecho. Tengo casi 500 medallas. Las tengo en una caja verde gigante porque la verdad es que no sé qué hacer, no sé dónde colgarlas, aparte me da como pudor colgar todo eso. Y bueno, ahora tengo estas de viejita que me hacen muy feliz también.

–Contame de estas medallas de “viejita”...

–El mundo máster empezó a aparecer para mí hace seis años, no sé antes cómo era. Me iba bien, fui a un nacional, después fui a un sudamericano, salí campeón; fui a un panamericano, salí campeona y dije: “¿Qué más?“. Viste que uno siempre pide más. Bueno, hay un mundial: un año se hace en pileta corta y un año en pileta de 50 metros. Así que me organicé para ir al mundial de Fukuoka del 2023 y nadé tres pruebas, saqué dos medallas doradas y una medalla plateada.

–¿Y cuándo toca el próximo?

–Este año hay uno en Singapur, pero no voy por los costos. Es carísimo. Imaginate lo que es para un argentino ir a un viaje, y aparte es todo a pulmón.

–¿Sin apoyo estatal, becas?

–No, no hay nada, becas no. Podés conseguir algún sponsor, que estoy en eso también. Pero apoyo estatal, nada.

–Y si tuvieras que prepararte para un mundial: ¿cuánto tenés que empezar a nadar por día? 

–Y, tres veces por semana, un día más por semana de lo que yo nado. Yo nadé mucho de chica, hacía 20 mil metros por día, por ejemplo. Entonces tengo una base aeróbica y una base técnica por la cual no me hace falta nadar más días. Aparte tengo la cabeza muy entrenada, entreno mucho con visualización. Soy coach deportiva, pero aparte hice visualización. Todo lo que hoy se enseña desde los 12 años, me lo enseñó un profe, Javier Capitaine, de acá de Córdoba, cuando era muy chica. Entreno mucho mi cabeza también. Eso me da el margen de hacer menos metros en el agua, pero lo común es que un máster nade entre tres y cinco veces por semana.

–¿Y cómo organizás la vida diaria? Porque una cosa es cuando tenés 20 años y otra cuando tenés 46, que hay otras responsabilidades.

–Sí, sí, sí, nada que ver, es la casa, la familia, los chicos... también (los días que no voy a nadar) hago crossfit, que me sirve muchísimo por el tema de fuerza y coordinación. Todo es cuestión de organizarte y de darte el tiempo para vos, ¿sí? Los chicos míos saben que yo trabajo y me quedo una hora y media más entrenando. Y es así porque tengo derecho a entrenar también.

–¿Cuántos chicos? 

-Tres varones: 19 Oliver, 17 Patricio y 15 Blas.

–¿Nadan? 

–No, ninguno.

–¿No quisiste o no se dio? 

–¿Sabes qué? Desde el segundo baño que ya les metía la cabeza bajo el agua. Saben nadar los tres, pero nunca los obligué. Y siempre les gustó, pero hasta ahí, no más. La prioridad siempre fue el fútbol, el papá juega al fútbol hasta el día de hoy. El segundo, Patricio, es arquero, igual que Pablo; el más chico es central y, bueno, están ahí. El mayor jugó al rugby, ahora ha dejado, pero sí siempre tuvieron que hacer algún deporte. Son muy inquietos, pero nunca de obligarlos a qué deporte.

Virginia Garrone en familia, con su esposo Pablo y los hijos Oliver, Patricio y Blas (Foto: gentileza Virginia Garrone).
Virginia Garrone en familia, con su esposo Pablo y los hijos Oliver, Patricio y Blas (Foto: gentileza Virginia Garrone).

–¿Alguna vez tiraste la toalla? 

–No. Dejé 10 años porque tuve en el 2003 una situación familiar. Y ahí empecé a buscar qué hacer. Después me casé, tuve mi familia y cuando el más chico tuvo 4 años, ahí decidí volver.

–Cuando estabas en esa pausa: ¿estabas esperando volver o no sabías si ibas a volver a nadar? 

–Eran muy chicos los chicos, como que no me daba para pensar, pero yo sabía que iba a volver en algún momento, porque es mi mundo. Y amo, amo nadar, siempre hablo muy bien del deporte porque yo realmente sé que es un deporte que sana. Eso que me preguntaste recién: he visto a un señor entrar a la pileta con la cadera caída y su columna absolutamente tirada hacia un costado y a los dos meses entraba caminando normal. ¿Entendés? Sé que funciona.

–Eso de la visualización que aprendiste a los 12 años. Describímela. 

–Vos tenés que vivir con tu mente lo que vas a hacer en la carrera o el evento que vas a realizar, sea un examen o lo que sea. Para el fútbol también hay. Me dicen si es sólo para natación, porque es un ratito… No. Cristiano Ronaldo la hace. Colapinto el otro día, no sé si lo vieron, estaba con sus ojos cerrados también.

–O sea, visualizás lo que vas a realizar, como una meditación.

–Tenés que hacer una meditación para poder estar en el presente, para poder estar en silencio con vos mismo y después tenés que imaginar la carrera, en mi caso, y lo que vas a ir haciendo momento a momento. Inclusive, yo me tomo el tiempo en la carrera y con las visualizaciones el tiempo que quiero hacer, no el tiempo que hago. Y bueno, da mucho resultado. No es que no te ponés nervioso, el día que no te ponga nerviosa algo, dejalo. Pero sí te ayuda mucho a manejar el tema de la ansiedad. O sea, toda la ansiedad y todos esos nervios que vos tenés los canalizás para un lado. Porque vos ya sabés, llegás a precompetencia y ya sabés qué tenés que pensar para que después tu camino sea el que vos querés que tu cuerpo siga.

–Has contado que perfeccionaste tu técnica y te declarás fanática de la técnica. ¿Qué pasa cuando no se tiene tanto preciosismo sobre la técnica? 

–Sé que la técnica se trabaja. He corregido nadadores de 60 años que nadaron así toda su vida y que la pasaban muy mal en el agua, y que con unas correcciones y obviamente estando arriba para que su cabeza vuelva a acomodarse y haga propia la corrección hoy nadan dos mil, tres mil metros tranquilos.

–A los 60 se puede corregir, no es que tenés que tener 5 años. 

–No, no. En todas las edades se puede corregir. Y se entrena mucho tiempo, lo tenés que hacer muchas veces. A mis alumnos los tengo dos veces por semana, y en un mes y medio lo corrigen. Es cierto que soy intensa: los sigo, les silbo, les hago señas, pero se corrige. Y después, durante el entrenamiento, una vez que ya lo hacen propio, les tenés que ir marcando porque cuando nos cansamos, empezamos a errar.

–¿Y hay que descansar ahí?

–No, no. Se paran, les digo que están haciendo mal y continúan nadando.

–Hay gente que dice: “Yo no puedo nadar ni dos piletas que me agoto, me ahogo”. ¿Por qué? 

–Tienen seguramente un error técnico. Me pasó con una alumna que es muy chiquita y me dice: “Profe, nado dos piletas y me muero”. Hace un mes y medio que está nadando dos mil metros, y dos mil metros felices, no es que los hace y sale muerta. Tenía un error técnico muy grande, con la patada no había forma, ella creía que pateaba bien... y no. Y las piernas te consumen mucho oxígeno. Otro error común es que se tiran al agua y no respiran. Primera pileta y no respiran. Y hay que respirar, porque si no, entrás con una deuda de oxígeno que es “inremable” después.

–Te agotó. Hacés una pileta y chau...

–Claro, te tenés que ir a tu casa.

–¿Y cuál sería la técnica correcta?

–En crol es la posición del cuerpo: la cabeza bien sobre el agua, la mano entra en la línea del hombro y lleva en ángulo recto el codo hacia afuera, y todo en base a la mano, va siempre por debajo de la línea del hombro y termina en la cadera. Y la patada bien amplia, como si le pegaras a una pelota de fútbol.

–No cortita.

–No, no cortita. Y tampoco mucho borbotón. Si ves mucha agua es que están pateando muy mal, uno tiene que patear dentro del agua. Ese borbotón fuerte, que te decían “hacé patada y pá-pá-pá…“, eso está mal. Eso no. Hay que patear dentro del agua.

–Ahora, el estilo que es absolutamente inalcanzable para la gran mayoría es mariposa. 

–Ay, amo mariposa.

–¿Por qué la amás tanto?

–Porque es un desafío, es un desafío constante. Aparte, he tenido correcciones. Cuando era chica, por ejemplo, las manos tenían que chocarse casi para entrar el agua y hoy entran a la altura de los hombros. A esa corrección la tengo que pensar en cada brazada, es un desafío. Me encanta.

–¿Cambió la técnica o la hacías mal? 

–No, se cambió la técnica. Se cambian las técnicas. Después de cada juego olímpico, se cambian las técnicas. Si han visto alguna vez en la tele que pasa una cámara subacuática, ahí ves los detalles, ves la mano, el codo, la patada, todo. Rogaría para que me muestren toda la carrera debajo del agua.

–¿Has alcanzado tu mejor versión? 

–Creo que siempre se puede un poco más.

–Ese trabajo de fisioterapeuta, psicólogo, ¿sigue estando presente? ¿Te acompaña? 

–No, no, hoy tengo una vida. Como que adapto todo más a mi vida, no al deporte. Eso era antes. Hago gimnasio, natación y cada tanto hago yoga en mi casa o algún tema de flexibilidad, pero no más que eso.

–Sí o sí hay que complementar natación con el gimnasio. 

-Sí. Se necesita fuerza. Hay que tener fuerza. Y son complementos, más en nuestra edad. Fuerza hay que tener sí o sí en natación para poder avanzar. Vos te tenés que agarrar del agua. Necesitás fuerza para mantener la técnica: cuando hacés la brazada, el agua te traba porque te estás agarrando. Entonces ahí necesitás fuerza para poder continuar.

–Da la sensación de que años atrás, quizás con exponentes cordobeses en el esplendor de su carrera, hubo un gran boom en torno a la natación, y que eso se apagó. ¿Es así? ¿Cómo lo ves? 

–Sí. Toda la época de José Meolans, Georgina Bardach…. Y eso que hoy en día las mejores nadadoras que hay a nivel nacional son de Córdoba. Pasa que viven en Buenos Aires. Es como que Buenos Aires se lleva todo el semillero. Para mí, es que no hay tanto volumen de nadadores. Voy a un torneo máster y somos mil nadadores más o menos; y vas a un torneo nacional y es el mismo número, y no debería ser así, debería haber dos mil nadadores. Pero, bueno, son muchas cosas, problemas gubernamentales. Al deporte económicamente no se lo apoya –no de ahora, sino de hace años–, entonces los nadadores llegan a los 17 años y cuando tienen que decidir una carrera o nadar, todos van por la carrera, porque tenés una vida, tenés un futuro. Entonces se complica.

–¿Falta infraestructura? 

–También. Natatorios en condiciones, sí. Y acá en Córdoba está la pileta Georgina Bardach, que es la del Kempes, que es preciosa. Además, esa pileta es rapidísima, pero no tiene la infraestructura de vestuarios y tribunas que se necesita para poder hacer un torneo internacional. Es como que ha quedado ahí, a mitad de camino. Entonces, sería muy bueno que se pudiera cerrar eso, que se pudiera terminar de hacer para que se puedan traer a Córdoba eventos internacionales.

–Tenés un método que plasmás en las clínicas cuando vas a dar entrenamientos, ¿en qué consiste?

–Es un mix, algo mío personal, por eso es mi método. Soy coach deportiva y tengo mucha experiencia en superación porque he tenido varias situaciones complicadas deportivas y familiares. Por ejemplo, clasifiqué a los Juegos Olímpicos de Atlanta en el ‘96, pero me lesioné el hombro y no fui. Y dejé de nadar porque me dijeron que no podía nadar nunca más, que era muy chica para operar... y qué sé yo; pero me operé y al año y medio volví a nadar, y en un año y medio clasifiqué para los Juegos Olímpicos. Me costó sangre, sudor y lágrimas porque fue durísimo: me operé, tuve que recuperar la musculatura, fue muy complicado.

–¿Y cómo fue la lesión? 

–Se me cortó el supra espinoso. Tenía 16 años. Me llevaron de la Confederación Argentina de Natación a tres médicos, dos de ellos lo habían visto a Maradona, o sea, que me llevaron a buenos médicos. Todos me decían que era muy chica para operarme, que no tenía solución, que tenía que dejar de nadar. Y, bueno, dejé, casi me muero. Hice justo mi último año de secundario y me vine a Córdoba a estudiar kinesiología y fisioterapia. Y después se hizo un nacional acá en Córdoba y un amigo entrenador, de Buenos Aires, Alejandro, me invitó a verlo y vi que podía volver. Y fui a hablar con Oscar García de Bell Ville, mi entrenador de toda la vida, y le dije digo: “Mirá, Oscar, yo quiero ir a Sídney, estoy mal, no estoy tranquila, estoy en la facu y no estoy bien”. Había intentado ir al gimnasio y me aburría, hacía un montón de cosas y me aburría. No me gustaba nada, no estaba bien. Me dice “Bueno, probemos”. Así que entrenaba tres días en Córdoba y tres en Bell Ville. El tema era que tenía el hombro muy lesionado, me habían abierto el músculo. Me costó mucho. Me ponía las bolsas de hielo, esas redondas. Las ponía en el freezer con una botella, me las llevaba a la pile en una conservadora y cuando me dolía, me la ataba al hombro y entrenaba así. Y, bueno, pude clasificar. Yo le decía a Óscar: “Quiero saber que no lo puedo hacer más”. Porque tener la lucecita de “No fuiste”, poder volver a ir y no hacerlo me mataba. Yo decía: “Bueno, lo intentemos, si voy y si no voy, ya está”.

–Apago la lucecita.

–Apago la lucecita. Y, bueno, por suerte se dio, pero en realidad no fue suerte, laburamos muchísimo los dos, muchísimo. Aparte, mi cabeza subía y bajaba, me contaba el profe de tenis del club que se escuchaban los insultos míos. Yo con el pulso alto soy un poco impulsiva, y salía de la pileta y bajaba, y decía todo lo que se me cruzaba... y volvía y seguía nadando. Todas esas cosas me forman un carácter bastante resiliente. Entonces mis clínicas tienen eso. Yo soy muy fanática de la técnica. Presto mucha atención a cada nadador y también doy toda esta parte de coach deportivo como un combo.

–Ese carácter resiliente que decís intuyo que fue clave para superar las adversidades. 

–En el 93 fallece mi papá. Éramos todas muy chicas. Ahí fue cuando empecé a entrenar más fuerte, como que me puse más las pilas en la natación, igualmente me iba muy bien de chiquita. Y, bueno, después tuvimos otro golpe grande, en el 2003 falleció mi hermana mayor. Pero, bueno, como familia nosotras somos muy fuertes, muy unidas, nos vamos apuntalando. Es como que las que quedamos no nos permitimos que alguien vaya para atrás. Como que estamos todo el tiempo “Dale, vos podés, se puede, hay que seguir y hay que seguir”.

–¿Y por qué creés que tienen eso? 

–No sé, creo que es lo que se formó siempre en mi familia. Mi papá era así, mi mamá es así y nosotras nos criamos así.

–Es clave el espíritu ganador.

–Sí, es clave. Yo le quiero ganar a todo el mundo. Siempre. Y siempre creo que puedo. Obviamente, me ganan. Pero, en mi mente, si estoy entrenada, yo creo que le puedo ganar a todo el mundo. Obviamente que me ganan, esas 500 medallas no son todas doradas, tengo de segundo, de tercero y he nadado pruebas donde no tengo medallas, pero yo siempre lo doy todo. Eso es lo que quiero decir: siempre, en cada carrera, lo doy todo, gane o no gane, lo doy todo.

–Hay una lesión de muñeca también.

–Uf, me han pasado muchas cosas. Después de que clasifiqué a los juegos de Sídney, cerraron la pileta del Bell porque la tenían que pintar y era en la semana que me confirmaban si había clasificado a los juegos o no. Entonces me vine a entrenar acá, al Jockey, y ya había terminado de entrenar. ¿Viste esas cosas que no sabés por qué pasan? Me quedé practicando largadas y en la última me desmayé en el aire y caí con la cabeza sobre la mano. Me despertó el piso, y tenía el brazo y la muñeca arriba. Al estar estudiando fisioterapia, largué todo el diagnóstico: “Traigan agua, tráiganme hielo, una tabla, llamen una ambulancia y sáquenme del agua”. Eso fue tres meses antes de los Juegos Olímpicos. Me fui a Bell Ville, me hicieron un yeso, me dijeron que no me iban a operar, que tenía que estar dos meses con el yeso. Me quería morir, pero bueno, me hablaron de la Confederación Argentina y me dijeron que ya sabían de mi accidente, que sí había clasificado a los juegos y que tenía mi lugar asegurado. Había hecho la marca A. De los 60 días, 35 eran con el yeso grande y después un yeso cortito. Al final negocié con el médico, lo cansé y a los 20 días me puso el yeso corto de plástico. Empecé a ir al gimnasio, iba a nadar, entrenaba todos los entrenamientos en patada. Y por eso tengo muy buena patada también. También era el mismo brazo del hombro, entonces tampoco podía nadar tanto. Era julio y andaba con un trapo abajo en la mano porque entrenaba a la mañana y todo el día me perdía agua el yeso… He hecho cada locura, pero no me arrepiento de ninguna.

–El espíritu de darlo todo es clave para cualquier deportista en cualquier deporte.

–Sí, yo creo que somos todos así. Yo cuento mi historia. Desde el momento en que me quebré, dije “Yo voy igual, me recupero como sea”. El primer día de kinesiología me desmayé del dolor, pero le decía: “No me dejes de mover la mano porque yo necesito la mano. Necesito poder tocar la pared”. Me desmayaba y me despertaban. Me dolió, me costó un horror poder ir a los Juegos, muchísimo. Pero creo que lo disfruté más. Capaz que lo disfruté más que otros.

–¿Nadan tus hermanas?

–Josefina está nadando, no está compitiendo, ya la voy a convencer de nuevo. Julieta nadó un tiempito cuando yo daba clases en Bell Ville y ahora dejó.

–¿Creés que Yanina estaría nadando? 

–No sé. Capaz que sí, no sé. No sé qué sería de su vida. Se extraña. Sí, se extraña. Era un personaje. Era muy muy buena, muy alegre. Pero se la recuerda con mucha alegría siempre, siempre.

–¿Y eso cómo se logra? La alegría.

–Capaz, por esta dinámica que tenemos en mi casa… todos sabemos cómo era ella, era un cascabel. Creemos que es como ella quisiera que la recuerden también.

–¿Cómo te imaginás en 10 años?

–Viajando por natación. Sí. Más libre porque ya mis niños van a ser grandes, no me van a necesitar tanto... y bueno, viajando, nadando por el mundo.

–Si tuvieras que hablarles a esos chicos que no se terminan de enganchar en un deporte, o en la natación específicamente: ¿Qué les dirías?

–Que vean que hay un mundo detrás de la pantalla, que todas esas cosas que ellos ven en las pantallitas, un gol fantástico o una carrera increíble, son de personas como ellos que no estuvieron tanto tiempo con el celu, sino que estuvieron entrenando, corriendo o leyendo. Si vos querés ser médico, estudiá. Vos querés ser periodista, estudiá. Querés ser deportista, entrená. Pero hay que hacer, hay que hacer algo. No puede ser que la vida pase por una pantallita.

Ficha picante

Virginia es la tercera de cuatro hermanas mujeres. Tiene 46 años y nada desde los 4, todos los estilos, aunque su preferido es mariposa. Es la única nadadora que ganó ocho medallas de oro en un sudamericano, y la primera y única que obtuvo 15 oros en un nacional. Participó en Sídney 2000. Vive en Bell Ville, tiene tres hijos: Oliver (19), Patricio (17) y Blas (15). Es entrenadora y coach deportiva.

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