River tiene en Córdoba una hinchada gigante, fiel, que cuando el equipo juega en el Kempes y hay chances de ir, lo hace. Sucedió este miércoles en una tardecita de otoño. Varios colectivos, uno detrás del otro, muchos, estacionados al lado del playón de estacionamiento. Gente vestida de rojo y blanco, llegada de todos los puntos cardinales de la provincia. Para ver al “millo”, una vez más.
Hay momentos en Argentina en los que todo parece ser más o menos normal. El del partido de Talleres contra River fue uno de ellos. Estadio completo, con hinchada visitante y sin ningún incidente.
De lado del “Millonario”, más de 11.000 personas normales. De esas que no va a la cancha a vender su violencia a cambio de dinero, ni se disfraza de barra para extorsionar a dirigentes y jugadores. La de este miércoles fue una hinchada de vecinos del interior de la provincia. Una hinchada bien cordobesa.
Niños, niñas, abuelos, abuelas, gente joven. Gente normal. Nada de barras disfrazados de hinchas, listos para robar, prepotear, extorsionar. La del Kempes fue una comunidad de hinchas felices de estar viendo a su equipo. Que llega desde Buenos Aires cada tanto, pero que pertenece a todo el país.
La gente cantaba, aplaudía pero sobre todo sacaba fotos. Con sus teléfonos celulares, se retrataba en el escenario más grande el interior del país. El Kempes, siempre tan bien preparado para estas ocasiones, relucía con su césped verde furioso y las luces leeds de última generación. Y los hinchas se tomaban selfies y pedían retratos al de al lado.
No importó (o sí, un poco) que el equipo que mandó Marcelo Gallardo a la cancha no haya dado respuestas futbolísticas. Al hincha cordobés de River lo que le importaba era poder cantar las canciones de siempre y darle sus respectivas ovaciones a sus ídolos. Empezando por el Muñeco, siguiendo por Armani y al final, Enzo Pérez.
Después del partido, también
Porque, casi media hora después de que terminó el partido, que fue triunfo para Talleres y que se sintió con fuerza en la popular Artime, muchos hinchas del “Millo” seguían en la tribuna. Esperando que se abrieran las salidas hacia la calle. Pero también, ovacionado (sí, ovacionado) a los jugadores que hacían ejercicios físicos en medio de la cancha.
“Grande Enzo”, le gritó una chica a Enzo Pérez, que corría de punta a punta del campo de juego, en una tarea de mantenimiento físico que hacía junto a Milton Casco y Emiliano Martínez. La gente los saludaba. Aplaudía también cuando llegaban hasta el frente de la popular. Y seguía sacando fotos de todo lo que pudiera.
La marea roja y blanca se movió despacio luego de que la Policía decidiera dejarla salir. Iban, los hinchas cordobeses, algo decepcionados pero no tristes. La ceremonia, desde hace rato, parece repetirse en cada presentación de este River. Es la conciencia de estar frente a un equipo histórico, el de Marcelo Gallardo, que quizá esté dando sus últimas funciones antes de que el DT más grande de la historia decida irse.
Por eso, cada partido de River para los hinchas es una ceremonia de celebración y duelo. Una agonía dulce que va a llevar tiempo para ser procesada, pero que está en cada corazón de los hinchas de todo el país. Gane o pierda, no importa.
