Tomás Bartolini cumplió 21 años hace ocho días (el 11 de abril) y tres días después lo festejó con cuatro tries ante American Raptors, en la fecha pasada del Súper Rugby Américas. Su actuación lo llevó a ser elegido el mejor jugador de la cancha y lo convirtió en el tryman de Dogos XV, con seis en su cuenta personal y superando por uno a Mateo Soler. El hooker mendocino supo ser paciente y perseverante, y hoy es una pieza fundamental en la primera línea de la franquicia cordobesa.
Esta es su segunda temporada en Dogos XV, pero la tercera con Nicolás Galatro como head coach, porque ambos formaron parte de Cafeteros Pro, el elenco colombiano que jugó la Superliga Americana en 2022. Y poco a poco, el jugador formado en Marista se fue ganando un lugar importante en el equipo. “Esperé mucho para poder entrar y estoy muy contento”, dice a La Voz después de terminar con su trabajo en el gimnasio.
Y asegura que su crecimiento en estos años fue exponencial. “Arranqué yendo a Cafeteros y ese fue un gran punto de partida. Después me sumé al M20 en Australia (Los Pumitas) y al año siguiente a Dogos XV y el Mundial con Pumitas; y esta temporada, otra vez acá”, explica el jugador que, cuando se le consulta sobre la edad en la que empezó a jugar al rugby, responde: “Desde toda la vida”.
Una vida que fue concretando sueños y cumpliendo objetivos. Porque “Tomi” entiende que hoy está en la elite del rugby. “En Argentina es lo más alto que podemos estar”, define sobre su presente en la franquicia cordobesa.
A los 21 años y en su tercero como profesional, Bartolini destaca que entre sus condiciones físicas su punto fuerte está en las formaciones fijas. Pero también reconoce que uno de los aspectos que debe mejorar es el aeróbico.
A “Tomi” su acento lo delata. Difícilmente pase desapercibido que es mendocino porque su tonada es inocultable. También el vínculo con su gente. “Extraño mi casa, el club, todo. Es bastante duro”, cuenta el hooker que aprovechó la posibilidad de viajar en Semana Santa a su pago y nutrirse del afecto de los suyos.
Pero Tomás Bartolini, ese chico al que le gusta jugar a la play con sus compañeros de equipo y amigos, y que tiene al golf como hobby, también tiene un pedacito de Mendoza en Córdoba. “Tengo conmigo una cadenita con una cruz que usaba mi papá cuando era chiquito y me la dio”, confiesa el jugador de Marista. Y cuando se le pregunta por el club que lo vio nacer rugbísticamente, responde: “Marista es una familia, un grupo de amigos que se quieren entre todos”.
Y Marista seguramente será ese pilar para que uno de los jugadores de la casa siga creciendo y cumpliendo sueños.
