El plantel del seleccionado argentino compartió anoche una cena de despedida entre sus integrantes, que hoy comenzarán a desconcentrarse rumbo a sus destinos, la mayoría los clubes europeos donde juegan. Sólo una pequeña delegación compuesta en gran parte por colaboradores, emprenderá mañana su regreso al país, a donde arribará el martes.
En las valijas de todos se repartirán sabores encontrados: los dulces, de haber jugado siete partidos y llegar hasta el último fin de semana del Mundial francés, y l0s amargos, que dejó la caída 26-23 frente a Inglaterra con la cual se despidió del torneo, frente al mismo rival que lo había vencido en el debut. Claro que aquella vez en Marsella fue otra la imagen que dejó Argentina respecto a la de esta en París, porque entonces fue una versión muy pobre y la del viernes fue otra muy mejorada, a tal punto que estuvo muy cerca de ganarles a los ingleses.
Finalizado el Mundial, la pregunta es qué balance se hace de la actuación del seleccionado dirigido por el australiano Michael Cheika, quien nadie asegura (ni él mismo) que deje de ser el entrenador de Los Pumas más allá de que su contrato ya haya concluido.
Lo primero que hay que decir es que el equipo se fue del Mundial con la cabeza alta, sin fisuras en cuanto a su entrega y a su actitud y con el reconocimiento de la gente. El cuarto puesto, en una Copa del Mundo en la cual quedaron afuera los que hasta el comienzo de la misma eran el 1 (Irlanda) y 2 (Francia) del mundo, es un gran mérito, aunque sin dudas hubiera sido mucho mejor colgarse la medalla de oro.
También hay una lectura positiva si se tienen en cuenta las circunstancias que debió atravesar la selección argentina en especial después de la pandemia. El plantel se desintegró y sus jugadores se fueron a jugar al exterior, con las dificultades que eso significa. Todo complicó aún más la problemática que siempre ha sufrido nuestro rugby en cuanto a las chances de competir y foguearse más y mejor, profundizado por un país en el cual ninguna actividad permanece ajena a la crisis. En ese marco, ver a Los Pumas cuartos entre 20 seleccionados también es para aplaudir, aunque todos saben que Argentina ocupa, por lo general, la séptima u octava posición del ranking.
La lectura es otra cuando se analiza el funcionamiento del equipo, que fue de menor a mayor pero sólo en algunos pasajes convenció con su juego. El mismo Cheika remarcó que faltó consistencia en el scrum, en el maul y en el ataque y que sí se aprobó en los lines, los rucks y en la defensa. Pero lo más preocupante fueron los altibajos del equipo, que casi nunca logró mantener lo que pretendía, que era un juego fluido en ofensiva, y menos ser confiable. Salvo aquel partido inicial con Inglaterra, la predisposición mental fue siempre muy buena, aunque hubo fallas por desconcentraciones que se pagaron caro en momentos clave.
Y luego algunas decisiones del cuerpo técnico que seguro serán revisadas, en especial las relacionadas a las elecciones y las alternativas en puestos decisivos como medioscrum y apertura. A nivel individual, la mayoría de los citados cumplió, cada uno en su rol, algunos con más protagonismo, otros con menos.
Lo que nadie duda es que estos Pumas se marchan de Francia con el crédito abierto, con la sensación de que hay material, pero también con la seguridad que su rendimiento puede ser bastante superior del mostrado en este Mundial, para que además de la habitual entrega también se comiencen a destacar otras fortalezas que se relacionen más con el juego.
Los meses que vienen serán clave para el futuro, porque se definirá la conformación del cuerpo técnico, si algún jugador decidirá dar un paso al costado y cómo se diagrama la planificación ya pensando en Australia 2027.
