El lunes amaneció diáfano y no muy fresco en México. Cuando estaba temprano en la acera del hotel esperando mi taxi para salir rumbo al aeropuerto, veía que en uno de los tantos viaductos que poseen, estaban los obreros trabajando al máximo, haciendo reformas.
Unos minutos más tarde llega mi vehículo, que había solicitado la conserjería del hotel, se baja un señor muy agradable y predispuesto que me ayuda con mis bolsos y los ubica en el baúl de su coche.
Con los años aprendí quiénes son y quiénes no los que pueden ayudarte con juntar información o datos, en alguna charla amena y este bajito pero simpático azteca era el caso.
Le pregunté porque tantas reformas en las calles y me respondió que se está trabajando mucho porque el Mundial ya está encima y México quiere y espera estar a la altura. Expresa una fuerte queja sobre el comportamiento deportivo de la escuadra verde y sin preguntarme mi origen, me dijo “Ustedes nos tienen de hijos, cómo nos cuesta ganarles. Antes era Brasil, pero ahora con Argentina sufrimos permanentemente”.
Se dio cuenta en el acto de donde era y confesó una realidad. Luego siguió con otra. “Las playeras de mi país (refiriéndose a las camisetas) son las más vendidas del mundo. Adidas nos ama porque acá somos 110 millones de habitantes pero nuestra comunidad en Estados Unidos es de 40 millones, o sea, somos de las minorías, la más grande, así que venden por todas partes. En realidad, ellos tienen en el país del norte, la misma cantidad de gente que habita el nuestro”.
Me tomé de su comentario y haciéndome el pícaro le agregué: “Y eso que no tienen un Messi”. Mi acotación no le gustó y refutó: “Acá no lo queremos. No es de nuestro agrado, nosotros disfrutamos las hazañas de Maradona en el Estadio Azteca cuando se llevó el mundo por delante en el ‘86″.
Le sumó: “Como Pelé, que fue la gran figura, también en el mismo estadio en el ‘70″.
Evidentemente no supera, que el ahora estrella del Inter Miami, los amargó varias veces, pero aportó dialogando, algunas verdades irrefutables.
Estaba informado el señor.
Mientras avanzábamos, era imperioso pasar al lado del autódromo Hermanos Rodríguez, debido a que está vecino a la terminal aérea. Sin saber lo que yo hacía me contó: “Corrió la Fórmula 1, pero el ambiente careció de pasión, no estaba ‘Checo’ en la pista y se notó. Los mexicanos somos pasionales y si Pérez no arreglaba para correr con Cadillac este evento, con el tiempo lo íbamos a perder”.
Para rematarla sumó: “Los argentinos deben tenerle paciencia a Colapinto porque está empezando y es jovencito, no cometan el mismo error que nosotros, que criticábamos a Pérez como si tuviéramos tres o cuatro pilotos para reemplazarlo y la verdad, solo lo tenemos a él por ahora”.
Sin darme cuenta llegamos. Se bajó, me dio mis cosas, me saludó y al despedirse agregó: “Amigo, ustedes son muy especiales, pero son lindas personas”. Para robarle una sonrisa, le extendí la mano y le dije: “Ya los vamos a dejar que nos ganen algún partido, pero siempre y cuando sea un amistoso”.
Se tentó y me clavó una frase al ángulo: “Va a ser más fácil que Colapinto haga un podio a que nosotros los podamos superar”.
Distendido, bien informado y con signos de estar muy relajado, se subió al coche se alejó y me dejó en la puerta de la terminal.
Mientras esperaba abordar mi vuelo y repasando esa conversación, en la cual nunca el taxista me preguntó a qué me dedicaba, se me ocurrió pensar que pasará ese día. ¿Llegará a suceder? No me refiero al posible triunfo mejicano sobre Argentina. Me refiero a Franco y ese podio, que si en algún momento llega, con el nivel de exposición que tiene, sería un hecho tremendamente desbordante de júbilo en nuestro país.
Alpine y los autos 2026
Uno piensa que con el Alpine jamás sucedería, pero cuidado con los coches nuevos del año entrante, cualquier cosa podría llegar a pasar.
Cuando lo confirmen (como piloto en el 2026) le entregarán la cuota de tranquilidad que necesita, aunque no descarto que él ya lo sabe.
El domingo, si el auto de seguridad virtual no hubiese aparecido, cuando Sainz hizo el trompo y Bearman no hubiera estado tan cerca para superarlo, sin dudas que Gasly hubiese sino nuevamente su víctima. Pero lo más relevante es, que en esta ocasión, nadie se hubiera atrevido a pedirle que mantengan posiciones como le solicitaron en Austin.
Siempre en estas notas les dije una frase que en automovilismo es muy simbólica: los segundos los ganan los autos, pero las décimas sólo las ganan los pilotos. Franco se refirió a eso cuando expresó que las décimas finales son las que los están complicando. Pero en este caso, no hay coche que te permita aspirar a más.
Como saldo extremadamente importante creo que la experiencia que está recogiendo le va a servir para el futuro y por ahí, quien pudiera saberlo, con un poco de suerte, el azteca del taxi termina teniendo razón.
Esta temporada no cambiará demasiado, la que viene será de quiebre y tenes que ser uno de los 22 pilotos (se suman los de Cadillac) para estar ahí aguardando poder conseguirlo.
Estas últimas fechas, Colapinto evolucionó, progresó y construyó una idea de trabajo. Está aprendiendo técnicamente un sin número de cosas, que utilizará en otras situaciones.
Le está faltando encontrar un resultado sorpresa, algo así como lo de Bearman con el Haas el domingo. De todos los novatos que dejan de serlo este año, es aún, quien no pudo colocar alguna mano certera, pero eso sí, le dieron el peor auto de todos para intentarlo.
Hay mucha pasión y fervor popular que no se cansa de esperarlo, jamás vi tanta confianza hacia un piloto que no sumó en lo que va del año, un solo punto. La gente quiere su éxito y aguardan que eso suceda.
Para renovar esa apuesta, Brasil estará colmada y desbordada de argentinos. Si Franco pudiera darles una pequeña dosis de satisfacción, como bien dicen los dueños de casa, alegría no ten fin.

























