Volvió a costarle. A pesar de las ganas, el foco y la entrega, Franco Colapinto no tuvo una buena jornada en el circuito de Montmeló. En una carrera marcada por la contundencia de McLaren, el piloto argentino volvió a padecer las limitaciones de su Alpine.
Partiendo desde el puesto 18 (favorecido por la baja de Stroll), Colapinto intentó aprovechar el caos de las primeras vueltas. Llegó a estar 16° y luego 14°, aprovechando las paradas tempranas de algunos rivales. Pero la ilusión duró poco: en el giro 15 fue a boxes y regresó al fondo, con un auto sin ritmo ni respuestas. Para la vuelta 51, el panorama ya era claro: Franco era 18°, sin autos por detrás y con la única consigna de girar, aprender y terminar.
La frustración no es por él, sino por lo que lo rodea. Porque Colapinto muestra aplomo, serenidad y reflejos de veterano. Pero nada puede hacer cuando el Alpine lo obliga a manejar en defensa propia. Las señales de esperanza que había dado el sábado, al recortar distancia con su compañero Pierre Gasly (hoy fue octavo y sumó puntos) en una de las tandas de pruebas, se diluyeron ese mismo día en una clasificación que volvió a dejarlo con gusto a poco.
En el otro extremo del clasificador, Oscar Piastri fue amo y señor de Montmeló. El australiano de McLaren largó desde la pole y lideró de punta a punta, sin sobresaltos y con autoridad. Su compañero Lando Norris fue segundo, completando un doblete que ratifica el gran momento del equipo británico. Charles Leclerc, tercero, salvó puntos para Ferrari.
En la cima, hay certezas. En el fondo, hay lucha. Y ahí, entre los que manejan con más coraje que potencia, está Colapinto, que sobre el cierre logró meterse 15°. El chico de Pilar corre contra el reloj, pero también contra el escepticismo. Tiene manos, hambre y una bandera en el casco. Y aunque hoy no sueñe con podios, corre para quedarse. Porque en la Fórmula 1 también se corre con el corazón… incluso cuando el auto se apaga o anda a media máquina.