Claudio “Chiqui” Tapia no perdió el tiempo. El miércoles 21 de diciembre pasado, tres días después de la impactante final contra Francia en Doha y apenas un día más tarde del conmovedor recibimiento a la selección argentina campeona del mundo en las calles de Buenos Aires, reunió en el complejo de la AFA en Ezeiza al núcleo duro de su poder: el fútbol del ascenso porteño y el del interior del país.
Al cabo de ese besamanos, los dirigentes se llevaron lo que querían: una foto con la Copa del Mundo y la financiación asegurada para los distintos campeonatos de este año. Y Tapia se sintió aún más empoderado. Con el respaldo de los clubes más chicos, el alineamiento oportunista de los más grandes y la espalda inmensa que le dio el título conseguido por la selección en Qatar, el presidente de la AFA atraviesa desde la tarde del 18 de diciembre pasado, su momento de mayor poderío político al frente de la casa madre del fútbol. Siente que, a su manera, él también ganó en el Mundial.
“Está como si estuviera en Disney”, fue la frase que eligió para graficar el presente de Tapia un dirigente que hace unos años se ha ganado la confianza y el respeto del presidente de la AFA. “Llegó el momento de la hegemonía. De ahora en más se hará sólo lo que él quiera y diga”, señaló otro dirigente cercano, sabedor de que el titular afista pretende retener su cargo al menos por 10 años más.
La apuesta excluyente por la selección argentina, la afectuosa relación personal que trabó con Lionel Messi y la decisión de sostener contra viento y marea como director técnico a Lionel Scaloni han rendido los mejores dividendos posibles. Y Tapia está dispuesto a cobrarlos en efectivo y cuanto antes.
Ni olvido ni perdón
El presidente de la AFA no olvida ni perdona. Sabe que en los albores de su gobierno, el presidente Alberto Fernández movió los hilos para correrlo de su posición, lo criticó sin reparos en público y hasta postuló a Marcelo Gallardo como técnico para el Mundial.
Por eso, a la hora de la gloria eterna, Tapia le pasó la factura: se rehusó a llevar a la Selección a los balcones de la Casa Rosada y rechazó cualquier intento de utilización política del título del mundo. Sólo él y nadie más que él debía aprovechar la consagración en Qatar.
Tapia también dejó una réplica de la Copa del Mundo en el santuario de la Difunta Correa en San Juan (de la que él es devoto), otra en la Basílica de Luján e hizo el viernes en un balneario de Mar del Plata, una aparición más propia de una estrella de rock que de un dirigente de fútbol.
El presidente de la AFA se siente incombustible, mira a todos desde un pedestal altísimo y además, tiene 52 millones de dólares frescos en caja para hacer política y dejar a todos más o menos conformes.
Parte de ese dinero debería destinarse a firmarle a Scaloni y a su cuerpo técnico un contrato acorde con el título logrado. Falta volcar al papel los acuerdos alcanzados de palabra y Tapia cree que Scaloni pondrá la firma en la segunda quincena de este mes, cuando regrese a Buenos Aires para hacer algunas presentaciones personales y dar algunas entrevistas. Scaloni cree que terminará arreglando pero que las conversaciones podrían extenderse algún tiempo más.
En marzo debería estar todo cerrado. En la semana del 21 al 28, la selección nacional celebrará el título mundial en Buenos Aires con dos amistosos ante rivales de ocasión y AFA y los auspiciantes quieren tirar la casa por la ventana.
Los partidos serán lo de menos, porque Tapia quiere aprovechar la oportunidad para dejar claro que es él quien manda en el fútbol argentino. Y que está dispuesto a hacerlo durante el mayor tiempo que le sea posible.
