¿Cuántas veces ha sucedido en los estadios de Córdoba lo que sucedió en el estadio Miguel Sancho? ¿Cuántas veces los equipos de esta provincia han claudicado luego de tener los números a su favor y en un abrir y cerrar de ojos, o después de una prolongada agonía, pierden lo que tanto les costó conseguir?
Ayer, por la fecha 14 de la Zona A de la Primera Nacional, Racing volvió a padecer, ante Güemes de Santiago del Estero, esa frustración, luego de un primer tiempo en el que sacó con justicia dos goles de ventaja, que pudo estirar si Julián Vignolo hubiera estado más acertado en el área adversaria.
En ese lapso, Racing movió mejor el balón, expuso a Germán Díaz como su hombre más lúcido y mostró al resto bastante compenetrado en no perder en la lucha por la posesión de la pelota, ante un adversario que al comienzo lució desorientado, pero que, con el paso de los minutos, a la par de sanciones arbitrales equivocadas, que lo favorecían, empezó a mostrarse como un equipo con ganas de revertir un mal comienzo.
Y fue así no más. Antes de que el festejo por el empate viajará al norte, Matías Machado abrió el marcador con un remate de 25 metros que pasó debajo del cuerpo del arquero Mauro Leguza. Racing hacía correr el balón de pie a pie, de manera prolija y con claras intenciones ofensivas. La situación pareció hacerse más fácil cuando Pablo Chavarría aprovechó un error de la zaga central adversaria, e hizo celebrar el segundo tanto a toda Nueva Italia.
Desde ese momento comenzó a tallar el árbitro Joaquín Gil, con decisiones que no sancionaban faltas del equipo hasta entonces perdedor, y que enfatizaban a puro silbato las que a él le parecían que eran cometidas por los racinguistas. En paralelo se produjo un cambio en la actitud de los santiagueños que fue determinante en la obtención del empate.
En el segundo tiempo pareció otro equipo, más erguido, con más convicción, expresado en una dinámica que asfixiaba a cada jugador local que tenía la pelota. Su resurrección llegó a través de un penal ejecutado por Alexis Monserrat y por un golazo de Emiliano Griffa, el mejor jugador del partido.
Mientras tanto, con mucha menos posesión del balón, Racing nunca dejó de intentar quebrar a Guemes. Hubo un claro penal a Vignolo que no fue cobrado, una escaramuza en el área santiagueña que bien podría haber terminado en gol, y dos situaciones clarísimas que Guemes no pudo concretar y que le hubiera generado una gran alegría por un triunfo impensado.
Racing mantiene esa tendencia de no ser eficaz en cuidar su arco, más allá de los malos arbitrajes. Tiene buenos jugadores, ofrece una saludable intención de ofrecer buenos espectáculos, pero necesita revertir ese déficit colectivo, algo fundamental para encarar con mejores chances el horizonte que le ofrece el campeonato. Ayer quedó claro otra vez.