Otro clásico para la historia. Otro Talleres-Belgrano siendo más que un partido de fútbol. Siendo el pulso de una Córdoba inmensa que vive y se desvive por el fútbol, por dos de sus clubes más representativos. Con sus hinchas. Unos en el estadio, los de Talleres, imponiendo un recibimiento dantesco, con 50 mil banderas, todo un récord en un domingo en el que copó la cancha con 60 mil almas.
Otros, los celestes, sin poder ir al Mario Alberto Kempes pero estando y aguantando y cantando en la previa a través de un banderazo épico para brindar apoyo a sus jugadores.
Es que Talleres y Belgrano tienen eso: son inclusivos. Generan. Multiplican. Provocan. Enamoran. Y lo hacen más allá de lo que pase dentro del campo de juego. O de un resultado. Como el del domingo... que promovió reacciones intensas.
El 0-0 por la fecha 7 de la Copa de la Liga Profesional 2023 fue polémico. Y no por fallos del árbitro Darío Herrera, sino por la forma de ver el rendimiento de los equipos. El punto valió diferente.
Para Talleres fue una decepción. En el sentido que sintió que mereció ganar. Y que hizo “todo” para ganar. “Fuimos el único equipo que jugó al fútbol. El portero de Belgrano participó mucho más”, sentenció, picante, Javier el director técnico Gandolfi en la conferencia de prensa pos-clásico. Y lo hizo haciendo mención a las varias atajadas de Nahuel Losada.
Para Belgrano, fue la extensión de su invicto en la segunda parte de la temporada, a la que llegó con refuerzos de “nombres desconocidos” para reemplazar a pesados como Pablo Vegetti y Bruno Zapelli, transferidos a Brasil en cifras millonarias.
“La figura fue Guido Herrera, si tapó la pelota más clara del partido”, había primereado Guillermo Farré, el entrenador pirata, ponderando el manotazo del capitán albiazul para evitar que una pelota de Ulises Sánchez se le metiera en el arco.
Talleres sigue en su senda: segundo en la tabla general y entrando por un tubo hacia la Copa Libertadores de 2024. Belgrano, igual, sumando y sumando para afianzarse en la categoría y ni siquiera tener en el radar la palabra “descenso”.
De modo neutral, la sentencia sería que el punto sirvió a ambos. Ninguno salió disminuido y ambos fortalecidos en sus objetivos.
Imágenes de un clásico
Antes de todo ese bla bla por el empate, hubo un intenso partido de detalles. De duelos. De choques. De pequeñas jugadas que no terminaron en grandeza sólo porque no fueron gol. El duelo Lucas Passerini y Lucas Suárez. Agarrones, manotazos. De todo, como cuando se topaban Rodrigo Garro y Santiago Longo. O la electricidad de Ramón Sosa domando pelotas por la izquierda y encarando a quien se le cruce. O la majestuosidad de Losada imponiéndose a Valentín Depietri un mano a mano.
De esas imágenes futboleras hubo “mil” sobre el campo de juego brilloso de un Kempes abarrotado. Es que los papelitos a lo Champions League del ingreso de los equipos terminaron flotando sobre el verde césped y maravillaron a los espectadores.
El pitazo final de Herrera activó el abrazo entre Farré y Gandolfi. Después dirían lo que dirían en su atención a la prensa. Algunos jugadores de Belgrano quedaron exhaustos y sentados en la cancha. Otros de Talleres se quedaron mordiendo la boca por la bronca del 0-0. Y la gente en el estadio tronó con un alarido hecho canción de “equipo chico” para los visitantes.
Así pasó una nueva edición de Talleres-Belgrano, el partido que es cultura en Córdoba.
