Hay equipos que caminan los partidos con la parsimonia de quien cree haber ganado antes de tiempo. Que creen que con el esfuerzo de casi todo el partido alcanza. Que cuando ven el cartel de los 75 minutos sienten el derecho de bajarle la persiana al trámite. Racing de Nueva Italia, muchas veces, parece uno de ellos. Como si el corazón, la cabeza o las piernas se aflojaran justo cuando más firmes deberían estar. Como si al destino le alcanzara una sola jugada, una sola pelota cruzada, para borrar todo lo hecho. Como si el fútbol, ese juego cruel, supiera dónde duele.
Hoy, el equipo de Héctor Arzubialde se ubica séptimo en la Zona A de la Primera Nacional, con 22 puntos. Está dentro del Reducido, pero con margen mínimo y margen mental aún más delgado. Porque si uno rasca la superficie y va a los datos duros, descubre una verdad que pincha: si no hubiese dejado escapar puntos sobre el final de cinco partidos, Racing sería hoy el único líder de su grupo.
En total, perdió 10 puntos en los últimos 15 minutos de juego. Atlanta le empató a los 77 y terminaron 1 a 1. Los Andes a los 89 para otro 1 a 1. San Miguel a los 81... sí, para otro 1-1. Güemes a los 78 puso el 2-2 final. Tristán Suárez a los 86 marcó este finde el 1 a 1 final. Y, cada vez, la historia se repite y genera bronca e insultos mirando al cielo de Nueva Italia. Es que sí, hubo muchos partidos ganados que se convirtieron en empates.
El exentrenador Diego Cochas no sobrevivió a esa racha. Y su reemplazante, Héctor Arzubialde, aún no encontró el antídoto para esa enfermedad recurrente de Racing: no saber cerrar. Y es por eso que muchos hinchas no entienden de qué sirvió hasta el momento el cambio de DT. Porque quizá no estaban tan mal las cosas antes.

“Siempre ocurre la misma historia”, reconoció el propio Arzubialde el domingo pasado, tras el 1 a 1 en Nueva Italia ante Tristán Suárez. Su frase sonó más a resignación que a diagnóstico. Y dejó en claro que el problema ya es parte del inconsciente colectivo del plantel. “Teníamos el partido controlado, estaba todo dado para ganarlo 2-0 y, en una pelota nos empataron”, lamentó. Y repitió un concepto que viene marcando desde su llegada: “Nos llegan una vez y nos convierten. Es preocupante”.
Algunos analistas apuntan al aspecto físico. Otros, al mental. Lo cierto es que la falta de eficacia para liquidar partidos también juega su parte. Racing ha generado situaciones claras para cerrar varios encuentros, pero no supo cómo hacerlo. Y, cuando no se mata el partido, el partido termina pasándote factura.
Mientras tanto, el presidente Manuel Pérez mantiene su discurso ambicioso: el objetivo es pelear por el ascenso a la Liga Profesional. Para eso, la Academia deberá terminar primero en su grupo o quedar entre los mejores ocho para disputar el Reducido por el segundo ascenso. De momento, está en esa zona. Pero la realidad dice que podría estar mucho más arriba, si no se desarmara en el momento menos indicado.
Este viernes tendrá una nueva prueba de carácter. Desde las 22, visitará a Gimnasia y Tiro en Salta. Un partido clave, contra un rival directo. Una de esas noches en las que hay que jugar con el cuchillo entre los dientes.
A Racing le sobran minutos buenos, pero le faltan minutos bravos. Porque el equipo puede tener corazón, intensidad y fútbol pero, cuando llega la hora de aguantar los trapos, se le suelta la soga. Si quiere pelear en serio por el ascenso, más que mirar la tabla, va a tener que mirar el reloj. Porque en Nueva Italia ya están cansados de escribir el mismo final.