¡Platense campeón! ¡¿Quién lo hubiera dicho?! ¡¿Quién lo pensó antes de iniciarse la Copa de la Liga?! Fue sexto en su grupo en la fase regular, y eliminó a Racing, a River Plate y a San Lorenzo, nada menos, antes de dar la merecida vuelta olímpica, frente a un tibio Huracán, en el estadio Único de Ciudades de Santiago del Estero.
Su postura guerrera, inclaudicable, sostenida hasta el último silbato del árbitro fue la expresión más evidente de la actitud con la que asumió la final con respecto a su derrotado.
En un juego en el que prevalecieron los foules, los jugadores en el piso y los pases dados a un adversario, Platense pareció dar más en una postura que le permitió ganar un buen porcentaje de pelotas divididas, llegar con más jugadores al arco defendido por Hernán Galíndez y disponer de un par de situaciones que le hubieran permitido abrir el marcador, antes del golazo con el que Guido Mainero, le puso el moño ideal a una fiesta largamente esperada.
Precisamente el zurdazo del ex Instituto fue casi una extrañeza por la belleza de su gesto técnico, en un juego que se caracterizó por el enjundioso andar calamar y por los vanos intentos de Huracán, que sólo parecía ilusionarse cuando la pelota estaba cerca de Walter Mazzanti, por lejos su mejor jugador.
La capacidad de desequilibrio de quien jugó como un wing derecho, superando varias veces a su marcador, Tomás Silva, fue la única respuesta de los de Parque Patricios, que parecían sentirse molestos por el hostigamiento constante de su rival, que apeló a las faltas, algunas no observadas por Facundo Tello, para evitar su progreso en la cancha.
El factor Mazzanti parecía ser la causa por la que Huracán sostenía su ilusión. Sin embargo, no hubo otro compañero que se pusiera a su altura y por eso dicha esperanza empezó a diluirse.
En el medio campo de Platense, sobre todo, se notaba la prodigalidad de Mainero, Rodrigo Herrera, Leonel Picco y Vicente Taborda, siempre ayudados por Ronaldo Martínez, que, así como acompañaba en el ataque a Augusto Lotti , hasta que se fue lesionado, también ayudaba a sus compañeros en la recuperación del balón.
En ese plano de igualdad, con una leve prevalencia para el equipo vestido de color marrón, se hizo presente el golazo de Mainero, que no hizo más que abrir un interrogante sobre si Huracán apelaría a sus fuerzas hasta ese momento no expuestas para igualar el marcador y volver a acercarse a la vuelta olímpica.
Pero eso no ocurrió. Es más, Mazzanti desapareció de escena y ya no hubo desbordes por la derecha. Frank Kudelka recurrió a “Wanchope” Ábila como hombre de punta, pero esa iniciativa no prosperó.
Platense, como en los partidos anteriores, después del gol, reforzó su retaguardia, cubrió bien los ingresos hacia su arquero, Juan Pablo Cozzani, y aguantó.
No hubo una postura heroica de su parte porque Huracán, hasta el final del encuentro, no lo exigió. Sus inquietudes se desvanecieron en los tres cuartos de la cancha, y así todo se hizo más fácil y accesible para el equipo ganador.
El final no dejó de sorprender. Platense accedía por primera vez a lo más alto del podio en el fútbol argentino. Nadie lo pensó, nadie especuló con sus posibles chances de ser campeón cuando el balón empezó a correr en el comienzo de este año.
El hecho consumado demuestra que la convicción y el trabajo pueden igualar e inclusive superar las virtudes técnicas y creativas que otros poseen. Platense, a su modo, lo hizo. Y por eso es el indiscutible campeón.