Hace apenas un mes y medio, Stephanie Melgarejo, conocida como “Titi”, arribó a Córdoba para sumarse al plantel de Talleres. Lo que para muchos podría ser simplemente un cambio de club, para la futbolista oriunda de Buenos Aires representa mucho más: la concreción de un anhelo profundo y un verdadero “oasis” en su vida profesional y personal.
Desde su llegada, Melgarejo no escatima en elogios para su nuevo equipo y la ciudad. La adaptación, lejos de ser un desafío, viene siendo una una revelación, marcando un antes y un después en su trayectoria.
“La verdad que desde el primer momento que llegué a Talleres, digo siempre que es como un oasis para mi vida, porque realmente necesitaba poder tener la oportunidad de seguir creciendo”, declaró Melgarejo en una entrevista con La Voz.

Para profundizar esta analogía, sostuvo: “Cuando uno está capaz en un desierto o en un lugar de tierra seca, busca ese reposo, esa fuente para tomar agua y seguir. Creo que está siendo un oasis en mi vida el poder llegar, tener un vestuario, compartir con las chicas unos mates antes de entrenar, salir del entrenamiento y también tener la posibilidad de volver con ellas en una combi, poder llegar y saber que tenés un espacio donde podés entrenar cada día. Los entrenamientos son muy buenos, distribuyen muy bien la tarea”, comentó
“La verdad que eso me encanta porque uno va con muchas expectativas y a veces, obviamente, a uno le va mejor y hay otros días que le va un poco mal, esa es la realidad, pero lo bueno es que hay un ambiente muy sano, muy saludable y que da ganas de estar. Y eso está bueno porque el pertenecer a un lugar es disfrute, aun en los momentos en que quizás los resultados no se dan. Así que estoy muy expectante por todo lo que va a pasar en este tiempo que voy a estar acá en Córdoba y la verdad que estoy muy, pero muy feliz con poder vivir esto”, agregó la defensora.
La experiencia en Talleres, explica la jugadora, le permite un nivel de profesionalismo y tranquilidad que antes no tenía. A diferencia de su rutina anterior en Buenos Aires, donde conjugaba su pasión con otras responsabilidades, hoy vive plenamente de su profesión.
“Acá tengo algo que agradezco muchísimo porque estoy, básicamente, viviendo de mi profesión y eso es para mí un honor. Porque uno quizás se preocupa muchas veces, ‘no llego a pagar el alquiler, no llego a esto, no llego a lo otro’. Y quizás hoy, en este tiempo, la realidad es que es como que vos decís, ‘está bueno poder hacer lo que uno ama, dejar, porque no es fácil venirse a otra provincia’”, explica, señalando la exigencia de dejar su ciudad natal.
Melgarejo destaca la libertad que le brinda esta nueva etapa: “Yo soy de Buenos Aires y venir para acá es como, ‘uy, es un montón dejar a mi familia’. Yo estaba acostumbrada a una rutina que era llegar a mi casa y salir corriendo, hacer todo en un día porque, si no lo hacía ese día, al otro día no podía, porque siempre uno cuenta con, ‘salgo del entrenamiento y entre que esperar el colectivo, esto, lo otro, ya se te va toda la tarde, toda la mañana’. Y creo que acá, como algo que noto a diferencia, es que estoy corriendo ligera esta carrera de futbolista. Estoy corriendo sin preocupaciones que en Buenos Aires tenía”, confesó.

“Son detalles que vos decís, ‘qué afortunada y qué privilegiada que soy de poder vivir esto’. Realmente deseo con todo mi corazón que todos los clubes puedan seguir invirtiendo en el femenino y en todo. La gente hoy en día, cuanto más se sienta valorada, uno más va a rendir, y más hablando de nuestra profesión”, analizó la defensora sobre la realidad del fútbol femenino en el país.
Sus Primeros Pasos
El camino de Stephanie en el fútbol comenzó, como el de tantos, en las canchas improvisadas del barrio. “Yo arranqué en el barrio, en la calle, jugando con mis hermanos y sus amigos con dos piedras de arco. Hacíamos partidito y siempre, obviamente, al arco. No querían que juegue porque la realidad es que no jugaba bien en ese momento”, recuerda entre risas.
La oportunidad de unirse a un equipo llegó de la mano de su hermano. “Una vez pasó un entrenador que justo estaba entrenando a las chicas de fútbol femenino y eran bastante grandes. Entonces, mi hermano le gritó al DT, le dice ‘Facha esta está cargoceando (sic), llevala para que entrene con vos’. Y yo era una pulguita al medio de todas las chicas”, recordó, aunque por su edad no podía jugar en los campeonatos municipales.
La insistencia y el deseo la llevaron, junto a una compañera, a buscar suerte en River. La casualidad quiso que el día fueron el día de las pruebas. Su amiga quedó, pero para “Titi” el camino fue más largo. “Mi compañera jugaba muy bien, la realidad es esa, que jugaba muy bien, y quedó, le dijeron que sí, que la iban a fichar. Y cuando me tocó a mí, me dijeron, ‘Mirá, te vemos condiciones. Lo único que bueno, vamos a esperar en dos años que evoluciones y si evolucionas, ahí sí te fichamos’”.
A pesar de la pausa, el fútbol era una fuerza imparable en su vida: “Yo veía una pelota y no me podía desprender, era como veía y corría. No me importaba, cuando iba a ver los partidos que juegan quizás mis hermanos o amigos en los entretiempos, también me metía. Entonces era como constantemente jugar, jugar”. Finalmente, el deseo la impulsó a jugar en River Futsal, donde sí logró permanecer y ser fichada.

Su relación con la Fe
Un momento trascendental en la vida de Stephanie, que marcaría un antes y un después en su perspectiva y sus sueños, ocurrió un fin de semana junto a su hermano y el entrenador de fútbol del barrio, “Beto”, quien también vendía pan casero con ellos para costear sus partidos. Invitada a la iglesia, Melgarejo se sintió profundamente intrigada por una frase. “Me fui intrigada con una palabra que está en Jeremías 33 que dice: ‘Clama a mí y yo te responderé y te daré a conocer cosas grandes y ocultas que tú no conoces’. En ese momento, yo estaba tan intrigada que me quedó solamente la palabra ‘clama a mí’”.
La explicación de esta palabra, que recibió de la hija del pastor, resonó profundamente en ella. “Me dice, ‘Mirá, clamar a Dios es como un grito profundo en tu corazón, es como una desesperación. Cuando alguien necesita ayuda, grita de lo más profundo, y él te va a responder’. Le digo, ‘¿y después dice algo de cosas maravillosas?’. ‘Sí’, me dice, ‘Él te va a responder y te va a dar a conocer cosas grandes y ocultas que vos no conocés, cosas maravillosas’”.
Más allá de la espiritualidad, esta conversación abrió su mente a nuevas posibilidades en su propia vida. “También me decía, ‘Mirá, también podés estar en un lugar, a vos que te gusta jugar al fútbol, estar en un club y poder ser parte’. Me decía, ‘también podés viajar en aviones y quizás jugar en otro país’.
De River a Talleres
Ya con 13 o 14 años, Melgarejo regresó a River, esta vez para probarse en fútbol 11 en lo que se conocía como la “escuelita”, una suerte de reserva que permitía subir directamente a primera división tras un mes de prueba.
Acostumbrada al futsal, el campo grande fue un desafío. “No entendía nada de 11, me acuerdo, porque siempre jugué en baby fútbol o en futsal. Cuando fui a la primera prueba recuerdo que estaba en la cancha 1 las chicas de primera y en la cancha 2 las chicas de escuelita”, relató.

Inspirada por ver a las jugadoras de primera, clamó una vez más: “Ahí fue cuando realmente clamé y le dije a Dios, ahora no me acuerdo específicamente qué, pero sé que clamé pidiéndole que quería ser parte de un equipo, ya sea de River o de donde sea, pero era muy lindo ver a las chicas entrenando, no sé, cada vez que iban a tomar agua, yo estaba, ‘ay, mira cómo toman’. Como que todo me fascinaba, era muy lindo ver cómo jugaban también porque jugaban bien”, contó.
Un cambio de posición marcó su destino en River. Jugaba de delantera, pero en la última prueba, con muchas compañeras en esa posición y ella sintiéndose “la más mala”, le preguntó al DT si podía probar como defensa.
Este cambio fue exitoso, y a los tres meses de arrancar en la “escuelita”, fue ascendida a primera y se fue de pretemporada.
Melgarejo permaneció en River por siete años, donde, según sus palabras, la formaron “no solamente como futbolista, sino como persona”. Después de River, tuvo la oportunidad de jugar en UAI Urquiza, uno de los equipos más importantes de ese momento.
“Pude vestir esa camiseta y realmente siempre muy agradecida de que me hayan abierto las puertas porque lo disfruté mucho, fue un año de mucho aprendizaje y la verdad que estoy agradecida”. Posteriormente, eligió unirse a Vélez, un club que iniciaba su primer año en primera división, atraída por el desafío de mantener la categoría y la inversión en la disciplina.
Tras un tiempo en Vélez, se abrió la puerta de Talleres, lo que ella anhelaba: “Solamente enfocarme en esto, en mi carrera y sacar mi mejor potencial, ya que tengo tiempo, ya que no tengo responsabilidades. Así que estoy muy, muy feliz de estos pasos que voy dando. Son pasos que realmente marcan mi vida, mi profesión, porque es la realidad. Y quiero ir por más”, resaltó.