Ludmila Maldonado no busca cámaras ni protagonismo. Prefiere estar en el galpón que funciona como sede y comedor del Club Atlético Libertad, en una de las zonas más humildes de la ciudad de Córdoba.
Allí, junto con su mamá, limpia y ordena el lugar donde los chicos de las inferiores recibirán la merienda.
Su papá, Marcelo, conversa a unos metros con los profesores sobre un jugador lesionado que no va a poder jugar el fin de semana. Es que en Libertad todo se hace en familia. Los Maldonado son sinónimo de club: trabajo, sueños, fútbol y comunidad.
Ludmila asumió la presidencia con apenas 23 años, continuando el legado de su padre –quien también fue presidente– y convirtiéndose en la dirigente más joven y la única mujer en la máxima categoría de la Liga Cordobesa de Fútbol (LCF).

“El club es tan importante como un familiar”
“Yo empecé hace bastantes años acompañando a mi papá, cuando era presidente. Iba con él a todas las canchas, a las reuniones de la Liga. Me gustó esto de participar y ser parte. Cuando él me propuso continuar y la comisión directiva estuvo de acuerdo, acepté sin dudar”, cuenta Ludmila, mientras acomoda las camisetas en la pequeña tienda del club.
Habla con firmeza y serenidad. Sabe que heredó una historia, pero busca dejar su propia huella. “Jugaba al fútbol femenino en Libertad, durante casi cinco años. Por distintas razones no pude seguir, pero siempre estuve ligada al club. Es fuerte el cargo, más cuando estás rodeada de tantos hombres. A veces tiene sus pros y sus contras, pero trato de aprender y estar a la altura”, señala.

Liderar y aprender: la voz joven en la Liga Cordobesa
Desde febrero de 2025 está al frente del club. En apenas unos meses, Libertad consiguió la mejor campaña de su historia en Primera A. Pero más allá de los resultados, Ludmila se enfoca en la función social del club.
“Lo primero que aprendí fue escuchar y estar. Se trata de eso. Estar, escuchar y dar tu punto de vista. Es importante tener personalidad para decir lo que pensás. Desde la Liga siempre me trataron con respeto, incluso siendo tan joven. Además tengo a mi papá al lado, que es mi consejero y mi ejemplo”, afirma.
Un club con alma social y sueños de crecimiento
Libertad tiene 113 socios activos y más de 250 jugadores entre todas sus divisiones. Mantiene el orgullo de seguir en Primera A desde hace 13 años, con esfuerzo y corazón. En su sede también se juega a las bochas, y el comedor recibe a decenas de chicos de barrios como Yapeyú y El Bajo.
“El club cumple una enorme función social. No todo es fútbol. Queremos contener a los chicos, que sientan que el club es su casa. Damos la merienda, inculcamos respeto y convivencia. Tratamos de dar contención. Muchos de ellos no tienen eso en sus casas”, dice Ludmila con la mirada puesta en los niños que se preparan para entrenar.
El sueño de todo un barrio: jugar un Regional
Libertad avanza paso a paso. Este año logró instalar iluminación para jugar de noche y sigue haciendo obras. Pero el gran sueño está claro.
“El sueño que tenemos todos es jugar un Torneo Regional. Estuvimos muy cerca. Crecimos mucho como institución y queremos más. Ahora tenemos escuelita de fútbol, y soñamos con sumar más deportes y una cancha de entrenamiento. Pero lo máximo sería ver a Libertad en un torneo de AFA”, concluye.
Ludmila Maldonado tiene sólo 23 años, pero su liderazgo tiene raíces profundas. En cada merienda servida, en cada camiseta azul y blanca, late una convicción: el club no se hereda, se vive.

Los orígenes de Libertad, el club armenio de Córdoba
Lo que hoy es barrio Pueyrredón hace un siglo se conocía como el barrio Inglés. Allí, en 1919, un grupo de jóvenes armenios empezó a jugar al fútbol en un baldío entre las calles Rincón, Armenia y México. De esos picados nació el Club Atlético Nacional, que años después se transformaría en Libertad.
En 1923 el club se afilió a la Liga Cordobesa y en 1925 logró su primer ascenso a Primera A. En 1955, por un decreto que prohibía nombres “Nacional”, los socios votaron un nuevo nombre: Libertad, en honor a la calle donde todo había comenzado.

Con los años, el club se mudó al camino a Chacras de la Merced, su actual casa, y mantuvo su sello: sacrificio, pertenencia y trabajo social.De su cantera surgieron figuras como Florentino Vargas (Boca), Marcelino Fumero (River) y Manuel Giúdice (Huracán, River).
Más que un club, Libertad es una historia de barrio, inmigrantes y fútbol, escrita con esfuerzo desde hace más de un siglo.