A mediados de abril, Daniel Oldrá se sentó por primera vez en la sala de prensa del Monumental de Alta Córdoba como flamante entrenador de Instituto. Unos días antes, el equipo había quedado en manos de Daniel Jiménez y Bruno Martelotto, dupla interina que sostuvo el timón en días de turbulencia.
La presentación del “Gato” desbordó expectativas: su nombre, ligado durante décadas a Godoy Cruz, aterrizaba en Córdoba con el desafío de torcer un rumbo irregular de la mano de un proyecto para potenciar también a los jugadores propios.
Lo acompañaban en aquella mesa el presidente Juan Manuel Cavagliatto y el mánager Federico Bessone. Pero el protagonismo fue todo suyo ese día. Entre las frases de bienvenida, hubo una que quedó flotando en el aire y que hoy, con el correr de las fechas, gana más peso: “Lo principal son los chicos de inferiores... Los chicos son el futuro del club y siempre voy a estar cerca. Si no, no hubiera venido. Esa es la realidad”.

Oldrá, con esa simpleza que lo caracteriza, no hablaba por hablar. La Agustina es, desde hace años, una marca registrada de la Gloria. Y el propio DT no dudó en calificar este reto como “el desafío más importante de mi vida”.
Por eso sorprendió que, en el último empate sin goles ante Independiente, de los once titulares ninguno haya surgido de las divisiones juveniles. Entre los ingresados en el complemento, apenas Jeremías Lázaro representó a la cantera.
El dato encendió un debate que no es nuevo: ¿es momento de darle más lugar a los pibes o la coyuntura exige experiencia? Para algunos, el presente futbolístico no es terreno apto y se podría “quemar” a los juveniles. Otros creen lo contrario: que la falta de rendimiento de algunos nombres de peso debería abrirle la puerta a los chicos.
En ese terreno se mueve Oldrá. El propio Pedro Troglio, cuando le tocó dirigir en Alta Córdoba, había dejado una definición que vuelve a sonar vigente: “No es que no quiera poner a los chicos, pero hay algunos que son grandes proyectos a los cuales todavía les falta un poco”.
El técnico mendocino parece suscribir a esa misma idea: la convicción de que los juveniles son patrimonio del club, pero que cada debut debe tener su tiempo.
Lo cierto es que la Reserva atraviesa un buen presente y eso multiplica las preguntas. Lázaro ya dio pasos firmes en Primera y es uno de los juveniles más tenidos en cuenta por el DT. Gonzalo Requena sumó minutos en el Clausura, aunque en las últimas jornadas perdió terreno.

Lorenzo Albarracín, por su parte, viene siendo figura en la Copa Proyección con goles y actuaciones decisivas, lo que le valió algunas citaciones y sus primeros minutos en la máxima categoría.
El caso de los hermanos Klimowicz, Luca y Matías, también aparece en escena: con 21 y 18 años, las lesiones les impidieron ganar rodaje en este semestre, pero su talento es indudable y el club los considera piezas a futuro.
Por eso, en Alta Córdoba se vive esa contradicción: un entrenador que le da valor a las palabras y que sostiene que la base está en La Agustina, pero que, en la práctica, se inclina por la experiencia en el día a día.
Y si bien para Oldrá sería más fácil mandarlos a la cancha y dejar contento a más de uno, entiende que quizá no es el momento de tirarlos de arranque a la cancha. Al menos por ahora piensa eso.
El dilema no es nuevo para Instituto, pero adquiere otra dimensión en tiempos en los que el fútbol argentino se reinventa a fuerza de juveniles. La Gloria, con una de las fábricas más prolíficas del interior, parece tener materia prima para sumarse a esa tendencia.
Oldrá lo sabe. El hincha también. Lo que resta saber es cuándo llegará ese momento en el que las promesas de La Agustina dejen de esperar en el banco o en la Reserva para escribir su historia en el Monumental.
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