En el fútbol actual, en el que los contratos, las cifras millonarias y las decisiones de carrera suelen pasar más por la cabeza que por el corazón, hay historias que emocionan por su lealtad. La de Javier Marcelo Correa (Córdoba, 23 de octubre de 1992) es una de ellas.
El delantero cordobés de 32 años vive un presente soñado en el fútbol de Chile. Es figura en Colo Colo, el club más importante del país trasandino, donde ha anotado 15 goles en 24 partidos, además de aportar dos asistencias y 19 pases clave en lo que va de la temporada 2025.
Sin embargo, su nombre volvió a sonar en Córdoba en este mercado de invierno. Y no precisamente por Instituto, el club donde se formó y debutó como profesional.
Esta vez fue Talleres, el poderoso equipo de barrio Jardín, el que quiso tentar al delantero con una propuesta.
El rumor se instaló por varios días en Córdoba y fue tomando cierta dimensión. Pero Correa no dudó. Ni un segundo.
“No hay chances de que juegue en Talleres, olvídense”, deslizó alguien muy cercano al futbolista, cerrando la puerta con firmeza y sin dejar lugar a especulaciones.
La decisión de Correa no es sólo profesional. Es emocional, identitaria y de gratitud. A pesar de que hace más de una década salió de Instituto, nunca se olvidó de dónde vino. Ni de lo que le dio el club que lo formó, que le abrió las puertas del profesionalismo y que le marcó la vida.
“Yo tengo que volver a Instituto de otra manera. No que el club tenga que pagarme para traerme. Por cómo soy yo y por lo que le debo al club. Le debo mi carrera”, expresó el goleador en una entrevista reciente, dejando claro que su regreso será en los términos justos, sin comprometer el presente económico de la institución.

El amor por Instituto, intacto
Correa nació en barrio Remedios de Escalada, uno de esos lugares donde el fútbol se juega en las veredas, con arcos dibujados con piedras. Se crio entre potreros y pasión. Su primer club fue Unión Florida, que compite en la Liga Cordobesa, y de allí saltó a Instituto.
En la Gloria debutó en Primera, pero su camino no fue sencillo. Bajó a General Paz Juniors, luego pasó por Ferro en la B Nacional, y fue trepando: Rosario Central, Godoy Cruz, Colón, Racing, el salto al fútbol de México (Atlas), un paso por Estudiantes de La Plata, donde fue campeón en 2024, y ahora este gran presente en Colo Colo.

A lo largo de toda esa travesía, Instituto siempre estuvo en su horizonte. Nunca lo usó como una bandera para quedar bien. Su lealtad se mantuvo en silencio, firme, sin dobleces. El goleador siempre priorizó sus convicciones.
En tiempos en los que los ídolos cambian camisetas con naturalidad, su “no” rotundo a la “T” es una declaración de principios. Una muestra de que el sentido de pertenencia todavía existe en el fútbol argentino.

¿Y la vuelta a Instituto?
El anhelo de volver está presente. Correa no lo oculta. Pero también es consciente de que ese regreso debe darse en el momento justo. No quiere llegar para retirarse ni para sacarle recursos al club. Quiere estar en plenitud, ser útil, sumar de verdad.
“Lo de Instituto se va a dar cuando se tenga que dar. No te podría decir edad ni momento. Después uno es esclavo de sus palabras. Pero se va a dar. Tengo que volver sí o sí”, asegura el goleador.

Con contrato hasta diciembre de 2027 en Colo Colo y un valor de mercado de U$S 1,2 millones, Javier aún tiene mucho para dar.
Pero en el fondo, sueña con volver a Alta Córdoba, a jugar frente a los suyos, a los de su barrio, en una cancha que conoce como propia.
Mientras tanto, Instituto lo sigue de cerca. Y su gente también. Porque en el corazón de Javier Correa, la camiseta albirroja nunca se fue.