En un ratito, nada más, Lionel Messi cumplirá 38 años. Lo festejará en la intimidad de su hogar, con su familia y sus amigos, tal su costumbre. Para el mundo futbolero, este 24 de junio seguirá siendo un día de alegría y de asombro, por lo que la pregunta será la misma: ¿Cómo un jugador ha podido sostener una plena vigencia en más de 21 años de alta competencia?
Quizá una parte de la respuesta se refleje en su golazo de tiro libre ante Porto, por el Mundial de Clubes. La precisión con la que le pegó al balón y la manera en la que festejó su hermosa conquista muestra que sus dotes naturales, aún con los años, no han cambiado, y que su disposición hacia el juego sigue intacta. El rosarino, elevado al cielo por sus compañeros, vibró por su acierto como cuando debutó con 16 años en un amistoso ante el mismo rival, o como cuando levantó la anhelada Copa del Mundo en Qatar en 2022.
Messi, que aún no definió si jugará su sexto Mundial, es una clara consecuencia de convicción familiar, semilla que le permitió crecer con un tutor firme a su lado, y que le dio la contención afectiva para que pudiera desplegar sus alas con libertad y sin preocupaciones. No cualquier familia traslada a Europa a todos sus integrantes detrás de la ilusión y el futuro que podría ofrecer el representante más pequeño.

Ese contexto imprescindible explica en gran parte las causas de sus eximias exposiciones, de una continuidad sembrada de brillo y oro, y de una larga cadena de récords individuales que desafían con firmeza las más contundentes esperanzas de cualquier ser humano. En este caso, y sólo teniendo en cuenta dos hitos, las preguntas son: ¿Alguien podrá superar sus ocho Balones de Oro? ¿El jugador más locamente ambicioso podrá anotar más de ¡¡¡91 goles!!! en un año calendario?
Lo cierto es que Lionel Messi, al igual que Michael Jordan en básquetbol, en los años 90, ha trascendido fronteras y latitudes y ha aglomerado alrededor del fútbol a aficionados a otras disciplinas como sólo lo pueden hacer los deportistas extraordinarios.
Por este último efecto, el mundo de la pelota debería considerar la popularidad de este deporte como un elemento insoslayable para seguir masificando su presencia en los hogares a través de la televisión, y no provocar el enclaustramiento televisivo de un deportista de tamaña magnitud, para beneficio sólo de quienes tienen la posibilidad de pagar un abono mensual.
Pero casi todo lo que rodea al fútbol tiene sus contradicciones. Él, como gran gambeteador, trata de evitarlas. Con las mismas convicciones que en otras épocas lo llevaron a soportar las críticas más feroces, tratará de darle el lunes a su Inter Miami el pasaje a los octavos de final del Mundial de Clubes, como así también tratará de terminar las eliminatorias para el Mundial del año próximo con Argentina como ganadora.
Y luego habrá que esperar. Messi, a medida que se acerque la fecha crucial, sentirá los latidos de su corazón y el tono de sus músculos. Algunos hasta dirán que juegue parado y que desde cualquier lugar de la cancha pueda teledirigir esos pases que son de su exclusiva propiedad, o que de tiro libre, a poco más de 20 metros de cualquier arco, envíe hacia esos lugares imposibles la magia que sólo puede surgir de sus botines.
El tiempo y él decidirán. Ojalá miren a la tribuna y se pongan de acuerdo.