Diplomacia al más alto nivel hubo que aplicar en el París Saint Germain para que la bronca no se note y sólo el festejo resalte. Autorizado por su club, Lionel Messi llegó bastante después que quienes, compartiendo equipo, jugaron el Mundial en sus respectivas selecciones.
Kylian Mbappé, la otra gran figura en Qatar, volvió a entrenar sólo tres días después de aquella final histórica. La sorpresa por semejante muestra de profesionalismo encontró alguna explicación en su posterior viaje a Estados Unidos para tomarse una semana de vacaciones.
Nadie lo dijo ni lo iba a decir: el gran delantero francés no iba a tolerar “hacerle el pasillo” para engordar la celebración del argentino. En otros ámbitos, le llaman guerra fría, pero esto es nada más que fútbol. No hay material bélico ni violencia en el medio. Sólo ataques de vedetismo y de arrogancia, y bombas de orgullo desde las que solo salen humo. Pero nada más.
Siguiendo sus preceptos aprendidos en los potreros, seguramente Mbappé y Messi se pondrán el uniforme del París Saint Germain el próximo miércoles, cuando enfrenten a Angers, por una nueva jornada de la Ligue 1. Ya con los egos centrados sólo en favor del equipo y de continuar lo que venían haciendo antes del mundial, podrían aportar bonitas jugadas y varios goles para que el liderazgo en el torneo local, “camiseteado” por la derrota sufrida ante el Lens en la última fecha, vuelva a consolidarse. En Francia, por si vale recordarlo, el actual campeón ha ganado ocho de los últimos 10 títulos en juego.
Este será el comienzo de una nueva etapa en el fútbol del rosarino, que como futbolista eximio volverá a enfrentarse a grandes desafíos.
Paradoja del destino, a los hinchas parisinos les está empezando a ocurrir lo que a millones de argentinos cuando veían que Messi ganaba todo y un poco más en Barcelona y las celebraciones ocurrían en Cataluña, mientras que con la celeste y blanca sólo había aproximaciones y nada más.
Ese título mundial logrado en Qatar 2022, por qué no, podrá ser tanto un reconocimiento como un elemento de presión como para que los ultras franceses le reclamen al “10″ una alegría propia: la tan esperada y nunca concretada obtención de la Champions League, el gran objetivo que desde hace una década quiere lograr la sociedad franco-catarí para ingresar, por fin, al selecto grupo de clubes que ha ganado al menos una vez el mayor torneo de equipos de Europa.
Esta vez tampoco será fácil. El sorteo de octavos de final no reconoce historias íntimas e, impiadoso, lanzó un misil al Arco de Triunfo: Bayern Munich será el adversario. En ese sentido, su galardón planetario con Argentina podría quedar rápidamente en el olvido si esta vez no hay vuelta olímpica.
Sería bueno que ocurriera lo que sugirió José Mourinho sobre el comportamiento de Messi tras ganar en Qatar. El entrenador portugués dijo que sin el peso de esa demanda mundial ya satisfecha, podría aflorar en “la Pulga” su mejor repertorio, libre de presiones, abierto a nuevas experiencias, siempre a partir de una inspiración con muy pocos antecedentes en el mundo del fútbol.
En ese sentido, resulta difícil decir que Messi pueda volar más alto. Sin embargo, ya más aliviado de exigencias, no sería de extrañar que el rosarino lo siga haciendo posible.
