La relación entre Boca Juniors y Leandro Paredes parece sacada de una telenovela turca: promesas, desencuentros y largos silencios marcan una historia que, pese al deseo mutuo, sigue sin concretarse. Mientras el volante campeón del mundo continúa en la Roma, los hinchas xeneizes aguardan una definición que no termina de llegar. En la previa del partido entre Argentina y Chile, el mediocampista optó por mantener el suspenso: “Si se tiene que dar, se dará”, declaró con cautela.
Desde hace más de seis meses, el presidente Juan Román Riquelme trabaja para cerrar una operación que, al menos en los papeles, no parecía demasiado complicada. Incluso el propio Paredes incorporó una cláusula de salida a favor de Boca por apenas 3,5 millones de euros. Sin embargo, el pase todavía no se concretó.
En una entrevista reciente con la periodista Sofía Martínez para Telefe, el jugador —suspendido para el duelo ante Chile y fuera de la convocatoria— prefirió el silencio prudente: “Está la cláusula, lo conté. Prefiero no hablar, diga lo que diga, sea bueno o no, se generan expectativas, la gente está muy ilusionada, entonces prefiero que las cosas pasen cuando tengan que pasar, como viví siempre mi vida y mi carrera, y si se tiene que dar, se dará”, sostuvo.
“Yo tengo solo tengo palabras de agradecimiento a la gente de Boca, recibí mucho cariño”, añadió.
El principal obstáculo hoy parece ser el contrato que pretende el futbolista. Si bien en Boca valoran su jerarquía y su sentido de pertenencia, los números no cierran del todo para la dirigencia. Además, las idas y vueltas del pasado dejaron cierto desgaste en la relación entre el club y el entorno del jugador, que surgió de las inferiores xeneizes y disputó 31 partidos con cinco goles anotados antes de su salida al fútbol europeo.
Tiempo atrás, el padre de Paredes expresó públicamente su descontento con la actitud del club, reclamando un mayor esfuerzo para repatriar a su hijo. Desde el lado de Boca, en cambio, señalaron que esperaban una postura más decidida por parte del jugador para forzar su salida de Roma.
Así, entre reproches cruzados, se enfría una negociación que alguna vez pareció sencilla y que, al menos por ahora, sigue sin un desenlace claro.