Racing consiguió ayer un empate 0-0 que, por las circunstancias, tras ser repudiado por sus hinchas en todo su desarrollo ante Villa Dálmine, terminó siendo poco menos que agradecido. Una temprana expulsión le había abierto las puertas a un mayor optimismo. Luciano Maidana, lateral izquierdo, recibió su segunda tarjeta amarilla y les dejaba una pesada carga a sus compañeros.
Lejos de aprovechar esa situación, la Academia empezó a tropezar a cada metro con sus propias confusiones, expuestas en mayor medida por jugadores que parecían no encontrar su mejor posición en el campo de juego.
Nicolás Femia lucía perdido en el medio campo, José Méndez no definía si jugaba de volante o delantero, en tanto reclamaba asistencia constante casi como puntero derecho y Abel Bustos se ubicó como volante central, mientras que el habitual ocupante de ese puesto, Emmanuel Giménez, pasó a ser una suerte de enganche, con poco espacio para maniobrar, en tanto que sólo Franco Coronel se debatía contra la fuerte defensa visitante.
La imagen de ese Racing con muchos rostros distintos a los que eran común de ver en la gestión de Carlos Bossio, se tornaba cada vez más confundida.
A medida que pasaban los minutos sus incursiones se repetían en intentos de desbordes o directamente en centros que siempre fueron rechazados por la zaga central Giacopuzzi-Rosso, una muralla en donde rebotaron todas las pelotas que llegaban a las cercanías del eficaz arquero Francisco Salerno.
Igual tendencia se vio en el segundo tiempo, aun con el ingreso de Bruno Nasta, para intentar conectar alguna pelota aérea y los de Marcos Figueroa y Francisco Aman, este último el único revulsivo cuyas incursiones generaron zozobra en el área del equipo de Campana.
Esa tónica no se modificó hasta que el árbitro pitó el final, aunque en los minutos previos al desenlace hubo un empujón de Iván Calderón a Martín Caramuto, que podría haber cambiado la historia del partido.
La acción de Calderón fue sancionada con penal. La respuesta de algunos simpatizantes fue inmediata y no la más recomendable. Cayeron objetos contundentes desde una tribuna y varios hinchas alcanzaron el sector interno del alambrado. El juego estuvo suspendido varios minutos hasta que Agustín Pereyra, con su disparo desviado, le hizo un gran favor al espectáculo.
Con las primeras escaramuzas, y ya con varios efectivos policiales en el campo de juego, algunas familias comenzaron a retirarse del estadio. Después del yerro de Pereyra sobrevino un aluvión del equipo local que pudo haber convertido el ansiado gol del triunfo. Por la gran actuación del arquero Salerno y los errores en el remate final, la igualdad no pudo quebrarse. Y Racing no pudo ganar.
La racha de frustraciones y el flojo nivel del equipo seguramente influirán en futura toma de decisiones, de las que se encargarán la dirigencia y el cuerpo técnico, como corresponde en estos casos.
Mientras tanto, Racing sigue sin ganar y con muchos reclamos por parte de su gente.
