La interminable proliferación de empates en el clásico cordobés deja, además del sabor agridulce con que se van los hinchas de Belgrano y de Talleres al final de cada uno de esos partidos, otras lecturas estadísticas que, como suele ocurrir en estos casos, dejan la interpretación del “vaso casi lleno o casi vacío”, de acuerdo con el prisma que utilice quien lo analice.
La primera, y contundente, podría decirse que es neutral a ojos de todos. Es la que refiere a la influencia de la “localía exclusiva”, derivada de la prohibición de concurrencia de hinchas visitantes, que dan a las tribunas un color uniforme.
Desde 2007, cuando se implementó por primera vez esta medida en el derbi cordobés, hubo 11 encuentros en que los aficionados locales tuvieron un recinto, siempre repleto, donde los únicos adversarios eran los jugadores rivales. Ahora bien, ¿el marco gigantescamente adverso “apichona” a esos 11 que entran a la cancha con otros colores? Absolutamente no. Y no se trata de una opinión, sino de un simple dato: por más color, pimienta y aguante que caigan desde las tribunas, los locales nunca pudieron ganar. Nunca.
El primer ensayo se concretó el 3 de noviembre de 2007, cuando ambos estaban en la B Nacional, y tuvo por sede el Estadio Córdoba (hoy Kempes), con triunfo de Talleres 1-0 (gol de Iván Borghello). “El clásico del silencio”, lo bautizaron los parciales albiazules, en referencia a un estadio que enmudeció cuando “el Memo” batió a Juan Carlos Olave. Desde entonces, hubo otros 10 cotejos con sólo una hinchada (cinco para cada una) y todos terminaron igualados, prolongando el invicto de los visitantes hasta nuestros días. En resumen: por más gritos de aliento y hostilidades, el local nunca festejó, a pesar que no sólo se probó en el estadio mundialista, sino que también se llevó el derbi a canchas más chicas, como la Boutique y el Julio Villagra, donde la presión, se supone, es más intensa.
Otra curiosidad del clásico es la que habla de los 18 años de “paternidad” de la “T” en partidos de AFA, una cuestión irrebatible porque el último triunfo Pirata fue allá lejos en el tiempo, en 2006 (2-1 con goles de Mariano Campodónico, Andrés Aimar y Gonzalo Bustamante), aunque la misma se cimenta, principalmente, en la cantidad de empates registrados. Desde aquel triunfo Pirata, jugaron 14 veces, con 11 empates, tres victorias de Talleres y ninguna de Belgrano. En ese mismo lapso, hubo otros nueve clásicos amistosos, con cuatro éxitos celestes, tres empates y dos alegrías albiazules.
La racha favorable a los de barrio Jardín podría sin embargo dejar paso a una cuestión insólita en el próximo enfrentamiento, a raíz de la proliferación de igualdades. De perder ante Belgrano el choque del año que viene, Talleres pasaría de disfrutar su serie de 18 años sin derrotas a padecer otra muy distinta, con siete años sin victorias. Es que aquel inolvidable 3-0 del 2018, con baile y consagratoria labor de Nahuel Bustos, fue, a la postre, la última vez que, oficialmente, el clásico no terminó en un indolente empate.
Mientras aquel clásico llega, el historial general que arrancó hace 110 años, el 17 de mayo de 1914, tampoco quiere desentonar con la racha de igualdades y espera salir de la paridad que muestra hoy, con 133 victorias de cada lado y 136 empates. Es que a la balanza del clásico le cuesta inclinarse.
Todos los clásicos entre Talleres y Belgrano jugados con hinchadas locales
