Después de un partido entre Estudiantes de La Plata y Lanús, en 2013, Julio Humberto Grondona tomó la decisión de quien se siente desbordado por una circunstancia adversa. Javier Gerez, hincha granate, fallecía en una tribuna en un enfrentamiento con la Policía, y obligaba al principal dirigente del fútbol argentino a tomar la decisión que ponía en cuestión la convivencia de las personas en un estadio de fútbol: no permitir la presencia de hinchas visitantes en esos escenarios.
Esta disposición servía para completar el cuadro caótico que en materia de inseguridad ofrecía este tipo de espectáculos en Argentina. Años antes, la segunda categoría, por los continuos episodios de violencia, había sufrido el mismo castigo, mientras que la política ya había hecho su aporte con la creación de Hinchadas Unidas Argentinas, una organización que sólo sirvió para encumbrar a personajes que no hicieron nada por erradicarla y que vieron en su nueva posición un lugar privilegiado para obtener beneficios propios.
Así, cientos de hinchas asaltaron los lugares de poder en las instituciones deportivas, al igual que las cabeceras de los estadios y todo aquello que representara un negocio rentable sobre y detrás de las tribunas. Esa convivencia junto a dirigentes coaccionados, y en otros casos cómplices de sus delitos, provocó numerosos episodios en los que la información principal no eran los goles y las alegrías y tristezas por un resultado deportivo, sino la que desprendía tumultos, choques hasta entre miembros de una misma hinchada, y todo lo insólito que la imaginación podía tener a su alcance.
En estos días, la AFA tomó la decisión de tratar de retornar al civismo y al sentido común, si es que los hinchas los aceptan y los ponen en valor. Lanús y Rosario Central, decisión atizada por el retorno de Ángel Di María a nuestro fútbol, e Instituto-River Plate en el estadio Mario Kempes, serán el inicio de esta manifestación popular compartida, tan habitual en otros escenarios del mundo.
Esta manifestación de la Casa del Fútbol asume riesgos. Aunque el logro deportivo en Qatar haya tapado esa enorme impureza, y aunque a nivel global no tuvo la repercusión mediática que debió tener, la Casa de los Campeones del Mundo revelaba el lamentable hecho de ser uno de los pocos cantones que no repartía hinchas de dos equipos distintos en un mismo estadio.
La apuesta de la AFA buscará regularizar gradualmente una situación que podría instalarse en forma definitiva y que desembocaría en la ansiada normalidad, o volvería a descubrir las miserias y los entramados que llevaron al fútbol a vivirlo más que como pasión, con una cuota de miedo y del espanto suficiente como para que muchas personas decidieran alejarse de su convocatoria.
El estadio Mario Kempes fue el otro lugar elegido para promover el duelo de colores y de cánticos, de fervor y de aliento. Instituto y River Plate se repartieron en partes iguales el cemento. Córdoba ya tiene muchos antecedentes que la trazaron como una excepción a la regla, aunque, nobleza obliga, no debe quedar en el olvido la muerte de Emanuel Balbo, aquel hincha de Belgrano que, ante su supuesta simpatía por otro club, denunciada por otro simpatizante, murió al caer desde la tribuna Willington. Vale citar este triste caso como una muestra de lo que fue una Argentina envuelta en oscuros intereses tan alejados del juego de la pelota.