Otra vez sopa. Otra vez esa sensación de frustración que ya se volvió parte del paisaje. Instituto volvió a quedarse con las manos vacías lejos de Alta Córdoba. Esta vez fue en el bajo Flores, ante Riestra, en una de esas noches en las que el equipo de Daniel Oldrá volvió a dar un paso en falso. Perdió 1 a 0 y, más allá del resultado, volvió a quedar claro que sufre demasiado cuando sale de casa.
Lo más inquietante no es el marcador: es el cómo. Porque la Gloria completó los 90 minutos sin un solo tiro al arco. Ni uno. Ni una pelota que incomodara al arquero rival. El libreto fue el mismo que ya se había repetido en San Juan, frente a San Martín, o antes contra San Lorenzo: orden defensivo, sacrificio, pero cero peso ofensivo. Afuera de Córdoba, Instituto se apaga.
La pregunta que flota entre los hinchas es tan simple como dolorosa: ¿hasta dónde puede llegar un equipo que no lastima? Oldrá intenta mantener la calma. Habla de “equilibrio”, de “confianza”, de “seguir insistiendo”. Pero el diagnóstico es visible a simple vista. De tres cuartos hacia adelante, la Gloria se vuelve un equipo liviano, sin sorpresa ni rebeldía. En todo el año ganó un solo partido fuera de Córdoba.
Los “9″ no lastiman en Instituto
Y el otro dato que preocupa al cuerpo técnico es alarmante: los centrodelanteros del plantel no marcaron un solo gol en jugada en todo el año. La única excepción fue el penal que convirtió Facundo Suárez en la primera fecha del Apertura. Y si bien otros futbolistas se han parado eventualmente de “9” y han podido convertir algún que otro gol, ha sido muy escaso el aporte en ese sentido.
Después, silencio. Entre lesiones, bajo rendimiento y escasa generación de juego, Instituto fue acumulando carencias que lo alejan de la zona de playoffs.
El lunes, en el Laza, el golpe llegó rápido. Una distracción al inicio del complemento bastó para que Riestra encontrara el gol que definió todo. Y lo peor es que no sorprendió a nadie: el equipo suele desmoronarse cuando tiene que ir a buscar el resultado. Cuando la obligación cambia de camiseta, la Gloria se achica.
La irregularidad también juega su propio partido. En toda la temporada, Instituto no logró encadenar dos victorias consecutivas. Cada paso adelante parece venir con otro hacia atrás. Tras la buena actuación frente a Atlético de Tucumán en Alta Córdoba, llegó este traspié. La montaña rusa sigue y la tabla empieza a cerrarse.
Instituto saca cuentas
Oldrá fue claro después del partido: “Necesitamos sacar cinco de los nueve puntos que quedan”. Pero viendo el panorama, cinco parecen pocos. La diferencia de gol por las goleadas sufridas ante River y Unión es una mochila pesada. Y lo que viene no da respiro: Rosario Central en casa, Sarmiento de Junín afuera y el clásico con Talleres para cerrar el Clausura.
El DT confía en recuperar a Damián Puebla, que arrastra un esguince, y a Matías Klimowicz, afectado por una pubalgia. Son piezas que podrían darle algo de aire fresco a un ataque que no respira. La ausencia prolongada de Suárez —operado de los ligamentos— dejó un hueco que nadie logró llenar.
Hay partidos que explican una temporada entera. El de Riestra fue uno. Porque Instituto no perdió solo tres puntos: perdió la oportunidad de dar un golpe sobre la mesa y sacar pecho en una cancha complicada para todos. El equipo muestra voluntad, corre, pelea, pero genera poco y nada fuera de casa. Y sin gol no hay milagro posible.
El reloj aprieta. Quedan tres fechas y una misión que ya no admite margen de error. Si la Gloria quiere seguir soñando, tendrá que reencontrarse con su esencia. Dejar de ser visitante de sí mismo y animarse a ganar lejos de Córdoba. Porque de tanto tropezar, Instituto corre el riesgo de acostumbrarse. Y esa, más que una limitación futbolística, sería una derrota mucho más grande.