Belgrano tiene “eso”. ¿Eso? Sí, eso.
Eso de vivir un partido durante miles de horas. Eso de que un hincha se instala con su reposera un domingo a las 18.30 para ser el primero en comprar una entrada en una boletería que abrirá el lunes a las 11. Eso. Belgrano. Eso.
Eso de transformar un jueves cualquiera en un día para siempre. El 23 de octubre de 2025, en un día para la memoria. El día de las 25 mil almas en Rosario. El día en que salieron decenas de colectivos, cientos de autos y más vehículos desde la ciudad de Córdoba hacia Rosario para copar el Gigante de Arroyito.
Si hubiera habido más lugar, más lugares habrían llenado esos celestes, que se ubicaron en el sector norte del estadio, donde suele estar la barra de Rosario Central.
Ahí se contaban las historias del viaje: los que habían llegado a las 6 a Alberdi para desayunar unos fernecitos; los que habían pasado de largo del baile porque los mataba la ansiedad; los que se escaparon del trabajo e “inventaron” carpetas médicas para estar en Rosario.



Eso. Eso es Belgrano. El contagio pasional por hacer que la vida siempre sea color celeste.
Eso. Y la solidaridad. La de dirigentes del club que metieron en uno de los colectivos a hinchas a los que se les quemó el auto por completo en el peaje de Carcarañá. Perdieron todo, pero encontraron todo el acompañamiento de la gente de Belgrano, que los ayudó.
Eso. Ser de Belgrano por eso. Por todo. Por todos.
Eso de llegar al parque Alem y hacer una previa como si se tratara de los pasajes en Alberdi: parrillas, cuarteto, bailes. Cosas de piratas en una Rosario que, al mismo tiempo, tenía al presidente Milei en sus tierras, pero la movilización la hacía la gente de Belgrano.
Eso. Belgrano local en Rosario. Sí, se leyó bien: Belgrano local en Alberdi.
Lo dijo el relator Julián Bricco, de TyC Sports, en una nota con La Voz: “No es un fenómeno lo de Belgrano... ya se sabe... a donde va... lleva gente. Ya a nadie sorprende... eso es Belgrano”.
A eso lo vio Bricco. Lo ven todos.
“Eso” no se opacó ni con unas corridas en los ingresos, cuando barras de Central irrumpieron en la escena con arrebatos y se produjeron corridas que no pasaron a mayores.
Ya dentro del estadio, lo de la gente fue puro sacrificio. Sin bombos, sin banderas. Todo a pulmón. Gritos, palmas. Gritos, palmas. Así.


Eso fue la gente de Belgrano en el Gigante de Arroyito. Su Gigante. Como se vio en el recibimiento, con la gente metiéndole un plus: luces led, globos y el “Belgrano, mi buen amigo” tronando.
Y después, el partido. Y ahí la gente de Belgrano “lo jugó”. Como siempre. Como nunca.
Eso. Eso fue, eso es y eso será Belgrano. La gente de Belgrano. Gane o pierda.
Y ganar es lindo. Ir ganando es lindo. Y más si se está ganando con un golazo. Porque eso que es Belgrano también es por jugadores como Lucas Zelarayán.
¿Qué es Belgrano? Eso que es Zelarayán. Un apasionado. Un ilusionado. Un loco por Belgrano, que creyó en meter un gol imposible cuando el partido estaba imposible. De lejos. Un bombazo para dejar chiquito a Romero.
Eso. Zelarayán. Eso. Golazo. Eso. Belgrano. Gol. Grito con la gente. Delirio. Eso. Locura. Eso. Belgrano. Eso, Belgrano.
Y delirio y locura fue lo que siguió al gol de Zelarayán. La gente estaba muuuuy sacada. Extasiada. Cantaba el “Soy de Belgrano, soy, soy” mirando hacia el cielo oscuro.
Había calor humano. Calor afectivo. Calor de todo tipo. Al punto que los bomberos lanzaron agua a la tribuna popular.
Claro que ese gol de Argentinos pegó. Belgrano se había quedado y no aguantó un 1-0 que era “injusto” en términos futbolísticos. Después, Cardozo salvó las papas con una atajada. Y eso también es Belgrano.
Eso de sufrir. Eso de resistir. Eso de aguantar. Eso de tolerar la incomodidad.
Desde la tribuna, cero reproche en ese momento de malestar del equipo. Eso fue ese segundo tiempo: puro sufrimiento.
Y cuando Heredia hizo un penal... mucho más. Zelarayán le habló a Cardozo, pero el arquero de Belgrano no adivinó el palo al que iba a rematar el delantero de Argentinos y chau... 2-1.
Belgrano quedó atrapado en esa desventaja. Lejos de las emociones que el gol de Zelarayán había generado.
Belgrano necesitaba un milagro. Eso de esperar milagros también es cosa de Belgrano. Eso de anhelar llegar a los penales.
Eso... no pasó. Y eso que no pasa también forma parte de la historia de vida de Belgrano.
Así se hizo Belgrano. Así se hace su gente hincha de Belgrano. Eso no va a cambiar.
Eso de ser de Belgrano en las buenas y en las malas es “eso” que hace que Belgrano sea Belgrano.






















