- El último salvador de Brasil suele hablar con voz amigable y suave, calmada incluso en los momentos más críticos
- Adenor Leonardo Bachi, conocido a secas como "Tite", encarna el rostro más moderno del fútbol brasileño.
Después de resucitar a la selección "canarinha" de los escombros, el entrenador hace frente ahora al mayor desafío de su carrera: conducir al equipo liderado por Neymar al título en Rusia 2018.
Tite ocupa posiblemente el cargo más difícil en todo Brasil, el único pentacampeón del mundo y un país loco por el fútbol. La "torcida" siempre espera ganar. Un segundo lugar equivale ya a un fracaso en la patria de Pelé, Garrincha y Zico, de Sócrates, Romario y Ronaldo el Fenómeno.
"Crean en mí", dice el seleccionador en una publicidad que repite la televisión brasileña en las semanas previas al Mundial.
Tite tiene fama de entrenador moderno en un país que nunca pareció necesitar de grandes estrategas debido a la potencia de sus equipos.
El seleccionador, que cumple 56 años poco antes del Mundial, no se limita a motivar a sus pupilos como el explosivo "Felipao" Scolari, el técnico campeón de 2002, ni a dejar a sus estrellas jugar solas, como el flemático Carlos Alberto Parreira, artífice del título de 1994.
Tite es un entrenador versátil, amante del fútbol ofensivo y de control de la pelota, así como capaz de sorprender al rival jugando al contraataque, como en el 3-0 con el que desmontó a la Argentina de Lionel Messi en noviembre de 2016 durante las eliminatorias mundialistas. "Maneja el fútbol moderno", lo elogió entonces el lateral Daniel Alves.
Su fama la alcanzó con el Corinthians, al que llevó entre 2010 y 2013 a ganar por primera vez la Copa Libertadores y el Mundial de Clubes, entre otros títulos. Reconstruyó al equipo desde las cenizas, de forma similar a como hizo ahora con la selección.
El ascenso del club paulista a la élite mundial le colgó al preparador nacido en 1961 en Caxias do Sul, en el sur de Brasil, el cartel de ser el mejor entrenador del país y de estar al nivel de los técnicos más modernos de los grandes clubes europeos.
El final de su segunda etapa en el Corinthians -dirigió al club primero entre 2004 y 2005 y volvió brevemente en 2015- coincidió con el naufragio de la "canarinha" en las semifinales de Brasil 2014, cuando los anfitriones fueron humillados por Alemania con un histórico 7-1.
La llegada de Tite a la selección parecía entonces el paso lógico y el hecho de que la Confederación Brasileña de Fútbol optase en cambio por Dunga, un técnico de la vieja escuela que ya había fracasado en el Mundial de 2010, sorprendió a muchos, entre ellos al propio Tite.
"Yo me había preparado", confesó el entrenador, que se tomaba entonces un año sabático a la espera de la llamada, cuando todo el país clamaba por él para el banquillo de la selección.
"No sé qué criterio siguieron", agregó sobre el inesperado regreso de Dunga.
La llamada llegó finalmente después del siguiente tropiezo grave de la selección, que cayó eliminada en primera ronda en la Copa América Centenario de 2016. Y luego llegó la hora de Tite.
El técnico asumió la batuta en agosto de ese año y la "canarinha" volvió a deslumbrar. Tite apartó a históricos como David Luiz, Maicon y el desafortunado Fred, y llevó a la selección a estrellas emergentes como Philippe Coutinho y Gabriel Jesus, además de liberar a Neymar y recuperar a Daniel Alves y recientemente a Thiago Silva.
Con Tite Brasil encadenó una serie de nueve victorias consecutivas para saltar del sexto al primer lugar de las eliminatorias y se convirtió en el primer clasificado para Rusia 2018 después del país anfitrión.
En junio espera finalmente el Mundial y Brasil es otra vez favorito. El gigante sudamericano arranca en el Grupo E frente a Suiza, Costa Rica y Serbia un camino que todo el país espera que conduzca al anhelado hexacampeonato el 15 de julio en Moscú.
"No tengo manera de asegurar el resultado, pero sí el desempeño y el trabajo", promete Tite, con la voz calmada.
