La partida de Jorge Bergoglio tocó de cerca de Talleres. “Murió el Papa Francisco. Y aunque la noticia golpea al mundo entero, en Córdoba la sentimos más cerca. Porque Jorge Mario Bergoglio no fue un Papa más para nosotros: vivió en nuestra ciudad, caminó nuestras calles, y aunque su corazón futbolero siempre estuvo con San Lorenzo también tuvo su afectuoso ida y vuelta con Talleres”, fue el arranque de la semblanza que publicó la “T” en sus redes.
La carta de Francisco a la “T”
“Ocurrió en 2013, cuando desde Talleres celebrábamos el Centenario. Desde el Vaticano, el mismísimo Papa Francisco envió una carta con su bendición al Club. El sobre llegó como si fuera un gol de media cancha: sin que nadie lo esperara, directo a la sede de la Plaza San Martín. ‘Cuando llegué a la sede los muchachos ya se habían hecho algunas fotocopias como para tener un gran recuerdo’, contaba en aquel entonces Rodrigo Escribano (entonces presidente del Fondo de Inversión, hoy uno de los vices). Es que no todos los días el Papa te saluda por tus 100 años”, continuó el escrito oficial.
“La carta, traía palabras del Papa que hablaban de deporte, valores y comunidad: ‘El Papa Francisco saluda cordialmente a los directivos, miembros y simpatizantes del Club Atlético Talleres de Córdoba con motivo del Centenario de vida, y los invita a continuar el cultivo, por medio del deporte, de valores como la belleza, la gratuidad y el compañerismo’. Y cerraba con una imagen que aún emociona: “Que el estadio se enriquezca humanamente y se vea en las tribunas a la familia”, prosiguió el relato albiazul
Con La Docta en el corazón
“Francisco era así. Cercano. Incluso, en una ocasión de Pascuas, cuando iba en el Papamóvil por la Plaza de San Pedro, divisó a un hincha con los colores de Talleres y le gritó ‘¡Cordobeses!‘. Saludó con la mano, bendijo con el corazón. Fue una escena breve, pero para los que amamos este club y esta ciudad, quedó grabada para siempre.
Pero la relación de Francisco con Córdoba no se reduce a una carta ni a un saludo casual. Entre 1990 y 1992, vivió en la Residencia Mayor de la Compañía de Jesús, en la esquina de Obispo Trejo y Caseros. Fue una etapa difícil de su vida: llegó ‘castigado’ por sus superiores, luego de haber ocupado el cargo más alto entre los jesuitas del país.
“Y en ese camino, Talleres fue parte. Porque, aunque fuera por un instante, el Papa nos incluyó en su mundo. Y nosotros, los albiazules, lo abrazamos como uno más. ¡Adiós Francisco!“, fue el cierre de la expresión oficial.