Sigue acumulando récords aun después de haberse convertido en inmortal. Claro que ya no lo hace en el terreno de juego, pero Diego Maradona volvió a ser titular de los principales portales del mundo gracias a la subasta multimillonaria de la mítica camiseta azul que vistió en el Estadio Azteca, ante Inglaterra, el 21 de junio de 1986.
La camiseta, que Diego había intercambiado con Steve Hodge al final del juego por cuartos de final del Mundial de México, estuvo exhibida durante varios años en el Museo del Fútbol de Manchester y en el mundo del coleccionismo tiene el valor de un manto sagrado. Para muchos se trata de la remera más apetecida de todos los tiempos, una condición que, sin dudas, ratifica la oferta que se la llevó hacia medio oriente (no se conoce fehacientemente a su comprador).
Nunca antes un coleccionista había ofertado semejante cantidad de dólares (9,2 millones) por un artículo deportivo de memorabilia. De hecho, la cifra más alta alcanzada antes de su remate eran los 5,6 millones que, en junio de 2019, se pagó por el uniforme del beisbolista estadounidense Babe Ruth vestido en la temporada de 1928 con los New York Yankees.
La azul alternativa de la selección argentina del ‘86 hizo añicos esa cifra y pulverizó los 225 mil dólares con que la Casa Christie’s liquidó la verdeamarilha que Pelé intercambió con el italiano Roberto Rosato, en el Mundial de México ‘70.
La cuestión es que la casaca, comprada dentro de un lote de oferta a cambio de un puñado de dólares en una tienda mexicana, se convirtió en un ícono de la historia del fútbol mundial. En aquel torneo, Argentina debía vestir ante Inglaterra su casaca azul alternativa, un detalle que le ocasionó un improvisto problema a pocas horas del partido. La AFA sólo había incluido en su utilería un juego de camisetas de ese color y lo utilizó ante Uruguay, en el partido anterior, donde varios jugadores intercambiaron sus vestimentas con el rival.
En una carrera contra reloj, el administrativo de AFA, Rubén Moschella, compró varias camisetas azules en una tienda de México para acondicionarlas y bordarles el escudo, el logo de la marca (Le Coq Sportif) y los números. Ante semejante improvisación “made in Argentina”, se recurrió a bordadoras mexicanas para confeccionar el uniforme con que la selección de Carlos Bilardo saldría a la cancha para afrontar un partido que se convertiría en uno de los más emblemáticos de su historia.
Claro que hubo imperfecciones y detalles que escaparon en el “taller de confección”. Los números plateados, de fútbol americano, desentonaban con el blanco del uniforme original y el escudo de la AFA “perdió” en el apuro el laurel que lo bordeaba.
El resultado fue una prenda que “zafó” de la multa que podría haber recibido por la desorganización. En el camino quedaron algunas camisetas que no superaron el “standar de calidad”, como la que hoy se exhibe en el Museo Provincial del Deporte del Mario Kempes: una de las remeras descartadas en esa improvisación y que el utilero Tito Benros le regaló tiempo después a Oscar Dertycia, quien participó de todo el proceso previo a aquella conquista. Esa remera, “melliza” de la consagrada, es la hermana pobre de la subastada el miércoles pasado por la casa Sothebys.
