Julio Humberto Grondona contaba los porotos grandes y los chicos, y los sumaba porque sabía que valían un voto, pertenecieran a poderosas federaciones de países de Europa o de América del Sur o a la de ignotos territorios asiáticos, africanos o de Oceanía, en los que el fútbol está lejos del nivel de industrialización y de masividad de los grandes centros de competencia.
Así perpetuó su gestión como vicepresidente de la Fifa y trazó una larga línea de gestión en la AFA, en la que, desde su poder supremo, repartió poder y favores en pequeñas gotas a quienes lo apoyaban para que su figura se perpetuara en el sillón de la calle Viamonte.
Sus períodos presidenciales coincidieron con numerosos cambios de gobierno, que nunca le cuestionaron sus mandatos. Grondona fue presidente en el ocaso del gobierno militar y se abrazó, o al menos dialogó, con Raúl Alfonsín, Carlos Menem, Jorge de la Rúa, Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner.
El único que demagógicamente planteó un cambio en el fútbol fue Menem, quien, en el conflicto de la AFA con Talleres en 1993 (lo que motivó la paralización del torneo por un mes), pareció ponerse a favor del club cordobés para evitar la agonía por un descenso inexorable. En ese entonces, las sociedades anónimas no figuraban en la agenda de nadie.
Sólo Mauricio Macri, expresidente de Boca y entonces jefe de gobierno de la ciudad de Buenos Aires, buscó confrontar ideas y propuestas en ese sentido, aunque nunca prosperaron y Grondona murió en 2014 antes del inicio, en 2015, de la presidencia macrista por Juntos por el Cambio.
“Chiqui” Tapia y la pulseada de Talleres
Claudio “Chiqui” Tapia no está haciendo más que utilizar, línea a línea, párrafo a párrafo, página a página el manual grondoniano. Seduce a sus seguidores con su acierto en mantener a Lionel Scaloni y apoyar al plantel, luego campeón mundial en Qatar (algo muy parecido a lo que hizo Grondona con Carlos Bilardo antes del mundial de México 86), y cautiva a los dirigentes de las federaciones del interior, dándole más espacio de participación en categorías menores. A eso le agregó la ausencia de descensos de la Liga Profesional a la Primera Nacional. El dirigente sanjuanino benefició al vértice superior y a la base de la pirámide. Todos contentos, como en un cumpleaños.
Talleres no parece tener la fuerza de David para derribar a un Goliat rodeado de francotiradores verbales que no dudan en retrucar y hasta de amenazar a través de las redes sociales a quien se oponga a sus intereses. Los albiazules y Estudiantes de La Plata, los únicos clubes que pretenden modificar la estructura y la organización actual del fútbol, se enfrentan a numerosos clubes que se oponen a las sociedades anónimas, blandiendo el argumento de que los clubes son de los socios y que ningún empresario está por encima de más de un siglo de participación popular en la edificación de las actuales instituciones.
Sobre Talleres pesa la amenaza de la desafiliación si continúa en su intención de patear el tablero. Grondona, en 1993, mandaba notificaciones a Córdoba casi diarias con similar argumento. Javier Milei apoya la iniciativa privada en este deporte y no duda en respaldar a Andrés Fassi en su reclamo. ¿Tendremos “Chiqui” Tapia hasta 2028? ¿Talleres, de continuar con su postura contraria a la AFA podría ser desafiliado?
Varias salidas se insinúan a partir de este conflicto. La AFA tiene el respaldo de Conmebol y, supuestamente, de la Fifa, la misma de la que Estados Unidos se vengó metiendo presos a varios de sus funcionarios por habérsele sido arrebatada la sede del mundial 2022, finalmente propiedad de Qatar.
Quizá una investigación profunda de los manejos del dinero en la AFA o una posición más firme y decidida del Gobierno nacional podrían cambiar la sonrisa de Tapia y de sus seguidores. El tiempo seguirá narrando la historia.
Mientras tanto, las ligas locales se benefician de otro período de gestión de “Chiqui” y una gran cantidad de clubes se sigue mirando el ombligo como diciendo que acá no ha pasado nada.
