Reglas que cambian
El Mundial de América del Norte se acerca inexorablemente y en la FIFA se discuten cambios reglamentarios que podrían romper comportamientos ancestrales de los jugadores, como por ejemplo entrar al área como una horda —en algunos casos con espuma en la boca— para capturar el rebote de un penal y mandar la pelota al fondo del arco si se pertenece al equipo pateador, o revolearla a la tribuna si se es del equipo del arquero. Todo esto, siempre con cuidado de no invadir y en una carrera tan vehemente que llevó a Winston Churchill a pronunciar su histórica frase: “Nunca tantos le debieron tanto a tan pocos en tan poco espacio”.
Sin embargo, esa dosis de adrenalina extra en los penales estaría a punto de desaparecer después de 130 años de vigencia, si se confirma la nueva regla al respecto, que en terminología mexicana se conoce como “De rebote no se vale”. Como su nombre lo indica, si el pateador falla y la pelota pega en un poste o en el arquero y queda boyando en el área, corresponde saque de arco. La base filosófica del cambio contempla el estado de “indefensión y desamparo” en que queda el arquero tras haberse arrojado para contener el penal, ya que la FIFA considera que el fútbol moderno debe abordar la problemática del jugador en situación de vulnerabilidad.
Se eliminarían, además, las polémicas invasiones de área, ya que los jugadores —al eliminarse el rebote— perderían interés en colocarse en la línea del área y deambularían por la cancha a la espera de la ejecución del penal. “La FIFA siempre estuvo históricamente en contra de las invasiones, y así como sancionamos las invasiones de área, también condenamos la invasión a la privacidad, las Invasiones Inglesas a Buenos Aires o las invasiones de mosquitos en verano”, manifestó un dirigente al referirse al tema.
Pero otra regla que podría cambiar el fútbol tal como se lo conoce hoy en día, y que se aplicaría en el próximo Mundial, es la del fuera de juego, que cambiaría radicalmente. Hasta hoy se considera que un jugador está adelantado cuando cualquier parte del cuerpo con la que puede marcar un gol —por ejemplo, una uña que se utiliza para aplicar el recurso del “uñazo”— se encuentra por delante del penúltimo defensor en el momento del pase. Con la modificación, se produciría un giro copernicano en la regla, al establecer que solo será fuera de juego si todo el cuerpo del jugador está por delante del penúltimo defensor.
Este concepto revolucionario de la temida regla del fuera de juego, ideado por el ex DT Arsène Wenger, fue muy bien recibido en el ecosistema de delanteros que habitualmente quedan en offside debido a problemas de motricidad, falta de reacción o a que nunca entendieron bien la regla. Sin embargo, generó reparos en los responsables del poco creíble VAR argentino, que ha perfeccionado una depurada técnica para trazar difusas líneas milimétricas que no convencen a nadie, pero que sirven para anular goles involucrando, en algunos casos, los flequillos y hasta las pestañas de los supuestos infractores.
Reglamentos Argentinos
Mientras en la FIFA se discuten cuestiones reglamentarias de fondo, en el fútbol argentino el problema parece radicar en la coexistencia de diferentes reglamentos, y en que los árbitros se guían por uno u otro según lo que les recomiendan amigos o conocidos. Esto explica que una mano dentro del área sea penal en un partido, y la misma mano no lo sea en otro; o que una patada voladora al maxilar de un rival sea roja directa para algunos árbitros y para otros un gesto técnico acrobático y no sancionable.
Incluso en un mismo partido hay árbitros que sancionan correctamente con tarjeta roja un planchazo sobre tibia y peroné, pero minutos después se muestran compasivos con un jugador del otro equipo que también aplica los tapones sobre el tobillo de un rival, generando desconcierto entre los jugadores y en el público en general, que reacciona con estupor frente a un comportamiento tan contradictorio. Los analistas del tema consideran que cuando un árbitro se maneja con dos reglamentos en un mismo partido —uno para un equipo y otro para el rival, o uno para cada tiempo— se puede estar frente a un síndrome de personalidad múltiple, con dos árbitros opuestos conviviendo en un mismo cuerpo: uno permisivo y complaciente del “siga, siga”, y otro implacable e irascible del “roja fácil”.
La otra posibilidad es que se trate de situaciones de dispersión reglamentaria extrema en un mismo partido, lo que también requiere una intervención urgente por parte de los organismos competentes para evitar que la anarquía se apodere definitivamente de las canchas argentinas. “Lo primero es crear una comisión para determinar cuántos reglamentos conviven, ya que según estimaciones podrían ser hasta media docena, y luego unificar las reglas para alcanzar, aunque sea, un marco digno de coherencia”, aseguraron con cierto escepticismo desde la ONG “Un Dios, un reglamento”, que brega por la vigencia del monoteísmo y por la uniformidad en las reglas del fútbol nacional.

























