Es, como mínimo, raro el fútbol argentino. Siempre vale aclarar que la calificación se ajusta al frente doméstico, con su organización, torneos y déficits, porque en lo que hace a la selección nacional y a los jugadores que actúan en el exterior su protagonismo es constante.
Y si se consideran los clubes que compiten en los torneos continentales, la mayoría entra a la última fecha de la fase de grupos, que se juega esta semana, en lucha por encontrar la chance de pasar a una próxima instancia y mantener la internacionalidad este año.
Pero el ámbito interno es otra cosa. Solo hay ver lo que sucede con los tres equipos cordobeses que están en la Liga Profesional sirve para tomar más conciencia de cuán desprolijo y desequilibrado es todo.
Mientras Talleres debe jugarse el resto este martes en Brasil por la Libertadores, para terminar tercero en su zona y engancharse en la Sudamericana, esta semana los planteles de Belgrano (lunes) y de Instituto (martes) vuelven de sus vacaciones para comenzar a prepararse pensando en el segundo semestre.
En tanto, el Torneo Apertura recién definirá su campeón el domingo que viene, en una final inesperada entre Huracán, que eliminó a un grande como Independiente, y Platense, que sacó del certamen a otro grande, San Lorenzo.
Nadie está a salvo de este desorden, que afecta desde la conformación de los planteles (altas y bajas) y las preparaciones físicas y futbolísticas de los jugadores hasta las tesorerías de los clubes.
Ni los más poderosos y populares del país, River y Boca, que también verán por televisión el partido que en Santiago del Estero definirá el título, están exentos de estas situaciones imposibles de encontrar en otras ligas de la elite mundial, a la que sin dudas pertenece la de Argentina, por su historia, por sus clubes, por sus equipos, por sus jugadores y sus hinchas.
Sin embargo, en el fútbol argentino muchos de sus dirigentes se empecinan en buscar soluciones para sostener cuestiones como los torneos superpoblados que obligan a formatos en los cuales hay equipos que estarán 70 días sin competir y que comenzarán sus pretemporadas cuando otros ni siquiera han cerrado su semestre deportivo.
Sin contar los escandalosos arbitrajes del tipo del de Yael Falcón Pérez el martes pasado en River-Platense, partido de cuartos de final que el Calamar ganó por penales para alivio del círculo de poder afista. Como si nada hubiera pasado, Falcón Pérez fue premiado: será uno de los jueces argentinos en el Mundial de Clubes que se jugará desde el 14 de junio en Estados Unidos. Que el campeonato con fase regular de grupos y playoffs es apasionante, emocionante y asegura adrenalina nadie lo duda, pero ese debe ser el único gran mérito de una competencia con más para cuestionar que para elogiar.
En ese marco, Belgrano e Instituto comienzan sus preparaciones con vistas a un semestre en el cual se jugarán demasiado con el objetivo de pelear arriba en el Clausura, de sumar en la tabla general para aspirar a entrar a una copa internacional y, de paso, evitar sofocones con la zona baja y de avanzar en la Copa Argentina. Para eso, las dirigencias de Alberdi y de Alta Córdoba ya juegan su partido fuera de la cancha, donde en el mercado de pases debe tener los aciertos necesarios que apuntalen sus ilusiones.