Argentina tocaba y tocaba el balón, casi siempre en su propio campo, desnudando la impotencia de Chile para quitarlo. Transcurría el primer tiempo, en cuyo lapso la albiceleste demostró con suficiencia su posición ecuménica, mientras su adversario no lograba salir de las limitaciones que lo envolvían hasta asfixiarlo.
Ese toque argentino, en casi su única falla, puso a Alexis Sánchez a tiro de gol sin que su equipo hiciera nada para merecerlo. Argentina salía jugando exageradamente desde el fondo, pero con una velocidad y una precisión en el traslado de balón, que la hacían temible cuando escalaba hacia el arco trasandino.
Así, Balerdi tensó la cuerda para que la pelota saliera como una fecha, dejándose llevar, después, por Thiago Almada, que cedió la definición a Julián Álvarez, quien la hizo besar un palo antes de su destino final. En ese entonces, y hasta el último segundo del lapso inicial, pareció ser un partido entre un campeón y una formación amenazada por el descenso.
Luego, llegaron los cambios y el ingreso de Lionel Messi, bastante errático en sus pases, aunque uno de ellos fue una verdadera obra de arte que no pudo continuar en el mismo nivel de inspiración Giovani Simeone que, de haber hecho el gol, hubiera bajado el telón al partido.
Argentina, en Santiago, siguió caminando sobre el éxito evidente y reluciente, tanto que sigue haciendo de oro esta etapa posterior a la consagración en Qatar. Con lesionados y suspendidos, algunos de ellos demasiados valiosos como para no extrañarlos, Lionel Scaloni, se ve obligado a acentuar una transición que hasta ahora lejos está de ser traumática.
Con la imagen de fondo de Ángel Di María, y otra que seguirá sus pasos, como la impredecible de Lionel Messi, el campeón del mundo manifiesta las mismas ganas de jugar que cuando los hostigamientos por la falta de títulos y los malos resultados la asediaban. En ese círculo virtuoso, liderado con prudencia e inteligencia por Scaloni y su cuerpo técnico, demuestra la seguridad en la que se recuesta por su título, la solidez colectiva que sólo lo ha llevado a perder tres partidos en las eliminatorias, pero a sacar 10 puntos de ventaja sobre su escolta, y a una eficacia en la red que lo hizo buscar sólo ocho veces la pelota en su propio arco en 15 partidos y a celebrar 27 veces cuando el castigo se consumó en la valla contraria.
Frente a Colombia volverán Alexis Mac Allister, Enzo Fernández, Nicolás Otamendi, Nicolás González y también estará disponible Lautaro Martínez. Hombres curtidos en decenas de grandes escenarios que entrarán en fusión con una nueva generación atrevida, talentosa y que, de tan variada, ofrece matices como para tener en cuenta en cualquier clase de partidos.
Así como está jugando, la selección argentina invita a celebrarla. Es muy completa. Tiene garra, delicadeza en los botines e inteligencia para leer juegos, y personalidad para sobreponerse a distintas hostilidades. Su contorno reluce cuando a media luz, Uruguay y Brasil, las otras potencias sudamericanas, deambulan sin encontrar el norte y bien lejos del equipo que no sólo suma títulos, sino que tiene los mejores números en Sudamérica, y también en el mundo.