Cuando Argentina enfrente a Marruecos en la final del Mundial Sub 20, muchas semillas plantadas por entrenadores y grandes jugadores volverán a florecer y expandirán su brillo en el recuerdo.
Cómo no tener presente a Diego Maradona y a César Luis Menotti en cada convocatoria de madrugada en Japón, para una cita que terminó de colocar a Argentina en el pedestal del fútbol mundial hacia finales de la década del 70.
Y a José Pekerman, Francisco Ferraro y Hugo Tocalli, liderando varias camadas de jóvenes futbolistas —luego cracks— que sembraron de títulos una categoría desde la cual nuestro país terminó de consolidarse como potencia planetaria. Fueron Lionel Messi, Pablo Aimar, Juan Román Riquelme, Sergio Agüero y hasta el propio Lionel Scaloni, entre tantos otros, quienes elevaron la celeste y blanca al cielo en señal de triunfo y prosperidad, al ser, hasta ahora y con seis títulos, el seleccionado más ganador de la historia.
Precisamente, uno de los discípulos de Pekerman, Diego Placente, encabeza el cuerpo técnico del equipo que hoy buscará la séptima estrella en el estadio Nacional de Santiago de Chile. El exdefensor, al igual que Scaloni, Aimar y Walter Samuel en la selección mayor, es continuador del generoso legado de Pekerman, generador de vueltas olímpicas y de buenas conductas, lo que llevó a algunos de sus equipos a ser celebrados también por el juego limpio con el que adornaron algunas de sus conquistas.
Como herederos de tan prestigioso derrotero, los chicos argentinos se presentarán mostrando algunas de las virtudes que han sido características principales de nuestro fútbol. En un torneo que ha ofrecido portentos en potencia y muchos errores propios de la edad de los participantes, Argentina ha tenido en el arquero de Talleres, Santino Barbi, a un atajador de pelotas fundamentales en los decisivos partidos ante México y Colombia. Y, a lo largo de la competencia, a jugadores que han manejado muy bien el balón —incluidos los defensores—, con una interesante capacidad para generar peligro y, sobre todo, con una actitud elogiable para asumir el rol principal en cada juego y demostrarlo en el arco adversario. Por momentos, y en todos los encuentros, los pibes han jugado bonito, siendo el remate al gol el único ítem que parcialmente debilitó su eficacia.
Es por eso que, más allá de las lógicas polémicas y los cuestionamientos de ocasión —según quién haya sido el perdedor—, la Argentina Sub 20 dirigida por Placente, desde el punto de vista estrictamente futbolístico —es decir, por sus valores técnicos, tácticos y físicos—, nunca ha sido cuestionada. Por el contrario, en Colombia y en México, por ejemplo, reconocen en el espíritu competitivo del jugador argentino un valor que no ha sido alcanzado por sus selecciones, lo que podría llevar a nuestro país a ser campeón en sus dos principales categorías (mayor y Sub 20).
Esta noche aparecerán, entonces, todos los pibes, liderados por la eléctrica vivacidad y el enorme talento de Gianluca Prestianni —hasta el momento, la gran figura del campeonato—, y por un conjunto de jóvenes que, a veces, parecen jugar como en el potrero, poniendo en pantalla el valor estético de este deporte, cada vez menos agasajado en cambios de frente, túneles o caños, gambetas o en esas pequeñas sociedades que, más antes que ahora, generaban susto y hasta pavor en los defensores rivales.
Argentina, en fútbol, vuelve a estar en el umbral de un título mundial. Lo consiga o no, no deja de ser un gran premio para quienes, desde las tareas formativas, han logrado poner a un grupo de jóvenes ante uno de los más grandes desafíos que tiene este deporte.