“Terminenla de perjudicar, porque laburamos todos, necesitamos el laburo y a mí me parece que hay árbitros que se hacen bien los tontos y quedan bien con determinada gente...”; “Esto en algún momento tendrán que evaluarlo, hacemos un esfuerzo bárbaro para estar acá y llegamos en base a muchas cosas que nos pasaron. Lo mínimo que queremos es un tipo que medianamente se comprometa para que el juego sea parejo. No un tipo que te maneje el partido”.
La queja de Ricardo Zielinski luego de que Belgrano perdiera frente a Argentinos Juniors (que ganó con claridad y con todos los méritos futbolísticos el partido) la semifinal de la Copa Argentina fue mucho más que un enojo puntual por el polémico penal que el árbitro Yael Falcón Pérez sancionó a favor del Bicho de La Paternal. El DT celeste, quien admitió que su equipo había jugado mal en el segundo tiempo, dejó un mensaje de preocupación de acuerdo al presente y, seguro de cara al futuro.
Zielinski, quien había elegido el silencio cuando los piratas fueron muy perjudicados en el 1-1 contra Barracas Central en Buenos Aires, se mostró molesto luego del partido con Estudiantes en Alberdi, cotejo que a la “B” le igualaron en el descuento. Pero el jueves pasado, el entrenador explotó en Rosario y habló en general rogando que los árbitros dejen de perjudicar a equipos y de quedar bien con determinadas personas.
Lo sucedido en esa semifinal de Copa Argentina toma mayor dimensión cuando el Torneo Clausura entre en etapas de definición y el fútbol argentino toma más conciencia de que ingresa en esta decisiva recta final de la competencia empapado por el manto de sospechas y de suspicacias de siempre.
Es el mismo manto de desconfianza eterno que lo persigue desde hace bastante, pero que se ha profundizado en los últimos tiempos con una AFA comandada por Claudio Tapia en la cual los clubes más allegados al presidente parecen contar con ciertas ventajas.
Y cuando sus equipos son perjudicados, los máximos dirigentes eligen el silencio como si supieran que en algún momento les van a devolver lo que ellos piensan les arrebataron. Lo cierto es que la amplia mayoría de las directivas acepta competir con este marco, que muchas veces favorece a sus clubes y cuando sucede lo contrario deben tragar fuerte y callar, porque esas son las condiciones a las cuales se rindieron y que nunca, al menos en público, cuestionaron.
Esa realidad, en la antesala de tres fechas que definen clasificados a copas internacionales y a playoffs, descenso y campeón, es preocupante. Primero, porque ratifica la disparidad con la cual afrontan esta etapa determinante los diferentes participantes. Y segundo, porque salpica a varios cuerpos arbitrales, con demasiados jueces bajo la lupa.
Si algo distingue a este fútbol doméstico (contra la excelencia que marcan los seleccionados nacionales) es que, pese a todo, conserva eso que lo hace apasionante. El tema es que esas sospechas y esas suspicacias ponen en riesgo uno de los aspectos distintivos del deporte más popular: la virtud de ser imprevisible.


























