Desde que llegó, el miércoles 13 de agosto, Mateo Espejo no ha tenido respiro. El flamante campeón del mundo UCI BMX (se consagró el 31 de julio en Copenhague, Dinamarca) casi que no se bajó de la bicicleta; tras arribar a Córdoba, participó el fin de semana pasado en el Campeonato Latinoamericano que se desarrolló en Alta Gracia, su ciudad.
Lejos de programar un descanso, el biker cordobés ya empieza a pensar en lo que viene: la final del Iberoamericano y la Copa Latina en Río de Janeiro, en el mes de octubre. Además, cumple con los compromisos que surgieron a partir de tremendo logro internacional.
Está tranquilo, disfrutando de su presente. Satisfecho con lo conseguido, proyectando lo que quiere para su carrera deportiva. “Llegué del Mundial y participé en una fecha muy importante para Alta Gracia (y para Córdoba), gané y ahora, ya con proyección para la final en Río. Vengo peleando arriba con un brasileño, que va a estar de local, pero no debería ser un problema si estoy tranquilo de cabeza”, expresó el deportista en su visita a la Sede Integral de La Voz.
Y se explayó sobre lo que significó correr “en el patio de su casa” el fin de semana que pasó: “Llegué justamente el día anterior a los entrenamientos; la pista ya me la sé de memoria, así que corrí como muy tranquilo y relajado. Tener el número uno (con el que se identifica al campeón del mundo) implica la responsabilidad de representarlo (al puesto) bien”.
El deportista de 26 años aún sigue procesando lo que consiguió en Dinamarca y cada vez que le toca referirse a la conquista se le ilumina el rostro, su pecho se infla de orgullo. “Es muy lindo correr con el W1 (la identificación que lo posiciona como el mejor del mundo). Es un sentimiento hermoso, algo que siempre soñé”, aclaró el altagraciense.

Espejo, premio Estímulo de La Voz en 2014, logró en este 2025 el título sudamericano, el panamericano y se coronó campeón mundial. A fines del mes de octubre, va por el cetro que le falta: el iberoamericano. Hoy, Mateo es uno de los representantes destacados de la ciudad del Tajamar, pero él no siente que sea un embajador. “Capaz un poco más conocido, pero nada más. Si esto sirve para que la gente se anime a ir a la pista, entonces sí me sentiría un poco el embajador”, indicó.
El campeón mundial UCI BMX 2025 es de pocas palabras; él se define como tímido y callado, aunque cuando toma confianza, siente que es más divertido. Su manera de expresarse está a bordo de la bicicleta, en una pista. “Cuando me subo a la ‘bici’, disfruto mucho saltar y estar en el aire; cuando voy con mi papá a la pista, jugando y saltando con todos los chicos, disfruto muchísimo”, confesó el joven biker y aseguró que “a todo aquel que le guste la ‘bici’ y se meta en la pista lo disfrutará como un niño”.
Mateo Espejo conoce de lo que habla; él está al frente de la escuela de BMX de Alta Gracia y comparte mucho tiempo con alumnitos de 6 y 7 años. “Jugamos, nos divertimos. La verdad es que es increíble. Disfruto de todo eso”, expresó el deportista que paralizó la actividad en las aulas cuando salió a competir en el Mundial.
Y por supuesto que también hizo lugar para agradecer tantas demostraciones de cariño: “Agradezco a todos por el apoyo que me dieron y el recibimiento que me hicieron”.
La promesa de papá, la compañía de la hermana y el sostén de la familia
En su recorrido deportivo, Mateo Espejo no la tuvo fácil. Por la pandemia cortó un año, año y medio, pero volvió con más fuerza que antes. “Volví con más energía, con ganas de entrenar y más que todo con el deseo de disfrutar. Antes, corría con presión; ganar, ganar, ganar… Ahora voy a correr, disfruto y no pienso en ganar. Si gano, gano; y si pierdo, pierdo, pero siempre feliz y sin enojarme”, se sinceró.
La familia es también su equipo. A su entrenador Fabricio Maturano se le suman otros pilares fundamentales: su papá Luis, su mamá Lorena, su hermana Delfina y su abuela Norma. Todos tienen un rol fundamental. “Lore” es la que se encarga de la planificación y la ejecución de los viajes; “Delfi”, la que lo acompaña en cada competencia; la abuela es el sostén espiritual, y el papá, el que promete…
Luis llevaba cuatro meses sin cortarse el pelo y prometió que, si Mateo hacía podio en el Mundial, se rapaba. Y el papá cumplió. Aunque no quiso ver la carrera porque los nervios le estaban jugando una mala pasada, puso su cabeza en manos del mejor amigo de Mateo y cumplió la apuesta. “Ya está, era cumplir lo que había dicho. Era complicado lograr un podio, pero nos quedamos en lo más alto… Ahora, a esperar que le crezca nuevamente”, contó el campeón del mundo en la categoría 25-29 años.

La única vez que viajó solo, Mateo Espejo se quebró la clavícula. Desde entonces, siempre viaja acompañado; de ese modo, su mamá Lorena se queda tranquila. “Viajo con una compañera que es importantísima: mi hermana me acompaña a todos lados y es un pilar que necesito siempre a mi lado. Por ejemplo, ahora en el Mundial, el día de la carrera llovía, se me pinchó la ‘bici’ en el camino, y yo, en vez de ponerme loco, me cargué la bici al hombro. En lugar de ir preocupado, como ella me iba filmando, yo me iba riendo. Ella me decía: ‘Mirá el campeón, con la ‘bici’ colgada’. Me hacía reír y me despejaba la cabeza”, expresó el cordobés.
Los amigos también son un soporte importante. Además de acompañar a la mamá mientras sufre con las carreras o de rapar al papá, están siempre al pie del cañón y ya tienen programado el festejo para estos días. “Nos vamos a juntar a comer un asado, y espero que lo paguen ellos…”, dijo entre risas el campeón del mundo.