En 1969, la pequeña editorial Chinatown publicó El Fiord, de Osvaldo Lamborghini, una nouvelle con un argumento y un lenguaje transgresor que produjo efecto inmediato en el campo cultural. A partir de ahí, su autor comenzó un periplo intenso donde en apenas 10 años (hasta su reclusión definitiva en Barcelona y su posterior muerte en 1885) amalgamó una variedad de experiencias y anécdotas urbanas que a la mayoría de los mortales les insumiría varias décadas.
Lamborghini trabajó en periodismo y publicidad, escribió guiones de historietas, adhirió al peronismo ortodoxo, se formó en psicoanálisis lacaniano, fue cofundador de la revista Literal y participó en un sinfín de proyectos informales e institucionales.
Seducía a mujeres para que le dieran amor y una casa, abandonaba a los pocos meses trabajos que otros le habían conseguido, consumía hasta la última gota de la noche y la bohemia porteña.
No dejó de amigarse y enemistarse con gran cantidad de colegas y estuvo cerca de, entre muchos otros, César Aira, Josefina Ludmer, Rodolfo Fogwill, Héctor Libertella, Tamara Kamenszain y Germán García.
En vida publicó otros dos libros: Sebregondi retrocede (1973) y Poemas (1980), además de algunos relatos en revistas y en un diario. Esos títulos y la inmensa obra inédita que se conocería mucho tiempo después llevaron a que muchos dijeran que su escritura marcaba un antes y un después en la literatura argentina de la segunda mitad del siglo 20.
En 2008, y producto de un trabajo de investigación de unos 10 años, el narrador y poeta Ricardo Strafacce publicó por editorial Mansalva Osvaldo Lamborghini, una vida.
Esta voluminosa y exhaustiva biografía de alrededor de 900 páginas cumplió con varios propósitos, quizás el principal es que vino a darles contexto y genealogía a las novelas y a los cuentos que años antes habían comenzado a reeditarse –o a editarse por primera vez en algunos casos– en Argentina, de la mano de su albacea César Aira. El libro, luego de aquella primera edición agotada ya hace tiempo, acaba de ser reeditado por Blatt & Ríos.
Un autor atractivo para una biografía
–¿Qué fue lo que te motivó a escribir su biografía?
–Encontré en él una escritura que desbordaba todas las convenciones y buenas maneras literarias, y, en consecuencia, me interpelaba. Por un lado, su fraseo, la música gauchesca metida dentro de la prosa, las metáforas que parecían metonimias, y viceversa, y sentía que me esperaba una sorpresa al dar vuelta cada página. Un ejemplito neomacedoniano: “Los primeros mates de la mañana, esos que saben como tratados”. Por otro lado, su estilo, hecho de una autoironía desencantada (“lástima que escribo bien, como quien al estilo le sonsaca sus nueces más fraudulentas”); la reelaboración del lugar común (“Una palabra trae la otra / Y otra palabra trae Hiroshima””); y, además, la vanidad profesional exhibida y desrealizada (“Nadie me escribe mis novelas”). Alguien que declaraba fundar su poética en José Hernández tenía que ser un tradicionalista o un revolucionario. No era un tradicionalista.
Strafacce asegura haber sentido, además, interés por los temas de su autor. Y lo explica así: “El sexo, más tanático que erótico, y, a la vez, como sublimación del amor; la nostalgia de no ser mujer; la violación como principio organizador del relato; la digresión como solución y como problema; la pulsión por narrar algo secreto y terrible, el temor de hacerlo, el remordimiento por haberlo hecho”.
A estos motivos les suma uno fundamental: “la leyenda que lo rodeaba” lo hacía especialmente “atractivo” para una biografía, género del que Strafacce toma el modelo anglosajón, y eso explica la exhaustividad y la extensión de su trabajo. “Quería escribir sobre él pero no sabía nada de teoría ni de crítica, de modo que, haciendo de la necesidad virtud, decidí escribir una biografía”, confiesa Strafacce.
–¿Qué preguntas orientaron la investigación más allá del proyecto que subyace en toda biografía, que es “contar una vida”?
–Algunas preguntas que me hice: ¿cómo habrá sido una persona que escribía así?, ¿qué había de cierto en los enunciados que declaraban, o fingían, ser autobiográficos? Por ejemplo: “Voy a conferenciar a la Escuela Freudiana de Buenos Aires. A eso he llegado”; “Un suboficial dado de baja por la libertadora nos enseñaba pacientemente el marxismo”; y muchos más. Había una gran historia detrás de esas frases.
–¿Cómo fue el proceso de investigación, escritura y montaje ante la inmensidad de testimonios, documentos, cartas y manuscritos?
–Inmensamente placentero, y de alguna manera se fue haciendo solo. Una entrevista llevó a otra, un hallazgo de prensa llevó a otro. La organización narrativa del material fue, si la exageración es tolerable, una especie de “trance”: pasaba días enteros sin pensar en otra cosa.
Strafacce demuestra una envidiable capacidad para leer la producción literaria en paralelo con la vida, así como para analizar archivos, cotejar manuscritos y correspondencias, y sumar con discreción el testimonio de quienes lo conocieron. Pero también para ordenar y pasar en limpio lo que hasta esa época eran solo rumores que circulaban de boca en boca, de los que apenas un puñado había sido recogido en notas y reseñas de muy difícil acceso.
Escribir para darse una vida
Sus lectores se han preguntado qué aleación se produjo para dar lugar a esa voz y a ese estilo, dónde buscar para trazar una genealogía. Y si bien sobre eso se ha dicho y se ha escrito demasiado, el biógrafo tiene su propia opinión: “La gauchesca, aprendida de su hermano Leónidas; Borges, como para casi todo el mundo; Hernández, Mansilla, Kafka, Rimbaud, Macedonio, Girondo, Gombrowicz son los nombres que aparecen en la obra y en la correspondencia. Arlt, menos. Copi, una sola vez. Pero también el peronismo como gran generador de discursividad y el psicoanálisis como música de época”, comenta.
La biografía contribuye a retirarle la aureola de mito y a situarlo con datos precisos en el ambiente intelectual de los años setenta: las relaciones con otros escritores y los espacios de consagración, su participación directa o secundaria en los debates y las polémicas, su eterno vagabundeo y el encuentro de nuevos cómplices.
En ese sentido, un aspecto llamativo es el interés de Lamborghini por instalar sus narraciones y poemas –transgresores y vanguardistas– en la discusión literaria, y preocuparse no solo porque otros lo publiquen, sino también porque hablen y escriban sobre él. Strafacce considera que eso es algo “misterioso”, pero que en alguna carta aparece una posible respuesta: “Tenía la creencia de que su obra (fuera de toda norma) podía correr una suerte análoga a la de Puig, que fue exitosa, aunque cuando emergió, también estaba fuera de toda norma”.
–A casi 30 años de que comenzaras el trabajo y a casi 20 de la primera edición, ¿hubo cambios en tus ideas sobre su imagen y sobre sus libros?
–El cambio fue entre lo que pensaba antes de empezar la investigación y lo que pensé al concluirla. Creía que se trataba de alguien a quien no le interesaba tener una obra, una carrera de escritor y, mucho menos, reconocimiento como tal, y concluí que quizás nadie deseó y necesitó tanto de una obra para justificar una vida. Desde entonces, no cambié de opinión.

Para leer Osvaldo Lamborghini, una biografía
Ricardo Strafacce
Blatt & Ríos
880 páginas
2025
$ 59.900