Lo bueno de un género como el relato es la amplia libertad estructural que propone. No demanda las ataduras formales del cuento, mucho menos la complejidad de una novela, sus vasos comunicantes, sus elementos añadidos que los singularizan, ni siquiera esos cráteres que ayudan a crear tensión y conflicto. No parece tener ninguna de esas obligaciones.
Navega en las aguas plácidas de los argumentos sin grandes ambiciones de sorpresa dramática ni de perfilado de personajes, y quizá sea eso, junto con la pureza estética y la calidad prosística que debe exhibir como contrapeso, lo que nos permite una lenta sedimentación de la lectura. Raro placer en tiempos de consumos artísticos presurosos.
Memory Lane, de Patrick Modiano, es un ejemplo perfecto de relato. Ya desde los hilos argumentales y el uso de la primera persona, Modiano logra que nos sintamos a gusto en ese mundo de prosapia intelectual y sofisticaciones de nuevos ricos. Artistas, mecenas, agentes de bolsa, antiguos oficiales del ejército, pintores aficionados, anticuarios, constituyen el catálogo de personajes a los que el narrador, un joven veinteañero en la Francia de mitad del siglo pasado, comienza a frecuentar desde cierta posición marginal. Entre la reserva, la admiración y algo de sorna, los llama el “grupito”.
El joven cuenta la historia de su vínculo con ellos desde una distancia temporal de 10 años, lo que tiñe el recuerdo de una nostalgia ineludible. Lo bueno es lo que Modiano hace, y lo que no se permite hacer, con esa nostalgia. La abraza sin sojuzgarla, la contiene sin desatenderla, la doma sin que sucumba, siempre alejándose de ese sentimentalismo bobo que es el cáncer fatal de toda literatura de evocación.
Una sola vez accede a expresar su melancolía por la dicha perdida, cuando conmemora la pasión frustrada por una mujer madura, pero logra manejarla de tal modo que la imposibilidad de haberla amado una tarde de verano nos transmite menos la añoranza que la lamentación.
Hombres embutidos en trajes de franela y chaquetas de caza, seres humanos hermosos con una misión social casi decorativa, los personajes brutales de Modiano lidian con los recuerdos de un pasado esplendoroso y con el presente de una decadencia lenta y cada vez más asfixiante. Entre casas de playa, pisos parisinos y villas en Antibes, el grupito habita su isla de placeres intelectuales y concupiscentes como si no hubiera un mañana, bajo un código social propio, algo irresponsable y disfuncional.
Lo que completa con acierto la propuesta narrativa son los magníficos dibujos de Pierre Le-Tan que acompañan el texto, un detalle que lo enriquece desde sus descripciones a modo de epígrafes, capaces de contribuir a la historia con datos insospechados.

Para leer Memory Lane
Patrick Modiano
Anagrama
2024
88 páginas