La experiencia de lectura de El pasado, novela de la inglesa Tessa Hadley (Brístol, 1956), puede resultar memorable por varios motivos. Desde el goce con la prosa refinada, brillante, productora de momentos visuales conmovedores, hasta la identificación con sus personajes vívidos y el reconocimiento a la acertada propuesta formal.
Más allá de la subjetividad del caso, el exquisito equilibrio entre la materia y la manera del relato logra que uno tenga la sensación final de haber leído un texto de estirpe clásica.
La historia no tiene, sin embargo, grandes pretensiones argumentales ni acerados conflictos. Cuatro hermanos regresan a su casa de la campiña inglesa, un lugar boscoso cercano al mar que habían habitado en la infancia, para pasar unos días juntos a finales del verano. El plan de la reunión es decidir el destino de la casa, deshabitada la mayor parte del año desde la muerte de la madre de la familia.
En ese presente de la historia –la novela alterna su presente con su pasado–, los hermanos llegan acompañados. Fran, con sus dos pequeños hijos; Roland, con su hija y con Pilar; Alice, con Kasim, hijo de su último novio, con quien acaba de terminar la relación. La única que llega sola es Harriet, una cincuentona que vota a la izquierda y milita la causa de los refugiados.
Es justamente en el amor donde se definen las acciones, donde El pasado corta con su cuchillo más filoso: Alice ha vivido de aventura en aventura, pero no tiene hijos; Harriet es una solterona con poca vida amorosa; Fran está casada, y Roland ha vuelto a formar pareja, ahora con Pilar, una argentina de pasado dudoso y de belleza impactante.
Los diálogos que desnudan las realidades de cada uno agregan potencia y familiaridad al texto, que hurga en los tejidos emocionales casi con brutalidad, sin las hipocresías de la compasión impostada ni de los secretos deliberados, a tal punto que sus consecuencias pondrán en riesgo la pacífica convivencia de la familia.
El pasado de la historia dialoga con el presente remontándose a 1968, cuando la madre regresa con sus pequeños hijos a la casa –también hogar de su infancia y donde siguen viviendo sus padres–, creyendo haber terminado con su marido para siempre.
El padre de los niños ha decidido irse a París, para participar de las revueltas de Mayo, sin haberlo avisado. Su ausencia, entonces y también en el presente, será un rasgo inmanente en la novela.
Aun quizá sin buscarlo, Hadley asume un riesgo más con su narrador omnisciente: consigue que cada hecho de El pasado se integre también desde la perspectiva de cada personaje, sabiendo turnar el protagonismo de las voces con la fluidez magistral de su virtuosismo.
Para leer El pasado
Tessa Hadley
Sexto Piso
2024
300 páginas
