El escritor, sociólogo y antropólogo Pablo Semán hoy es uno de los principales referentes de una corriente intelectual argentina que propone revisar la manera de entender los hechos y procesos políticos y sociales. Desde su punto de vista, las categorías y supuestos analíticos vigentes en el mundo académico y político argentino impidieron anticiparse a sorpresas como la que deparó, para muchos, el advenimiento del fenómeno de Javier Milei.
De visita en la ciudad de Córdoba, en el marco de las Charlas F5 organizadas por el legislador Matías Chamorro con el apoyo de la Secretaría de Cultura de la Municipalidad de Córdoba, el compilador de la obra Está entre nosotros. ¿De dónde sale y hasta dónde puede llegar la extrema derecha que no vimos venir? hizo una profunda lectura sobre lo que hoy representa para la sociedad el proyecto libertario.
Pero también aprovechó la oportunidad para ratificar su posicionamiento intelectual autocrítico y, en consecuencia, alentó a pensar nuevos enfoques sobre las demandas y sensibilidades que atraviesan a la sociedad.
En compañía de los investigadores del Conicet Sergio Morresi y Martín Vicente, cuyos trabajos integran el libro, Semán, quien es también investigador de ese organismo científico y docente en la Universidad Nacional de San Martín (Unsam), desplegó sus argumentos en una sala colmada del Teatro Comedia. Antes de su exposición, dialogó con La Voz.
−¿Cuál es el eje de la autocrítica que impulsa en el mundo intelectual y político el libro “Está entre nosotros”?
−Los intelectuales naturalizamos ciertas formas de dividir el campo político y de interpretar las categorías, las identidades y los procesos. Siempre hemos creído que determinados fenómenos traen como consecuencia necesariamente otros, pero ahora nos encontramos con la realidad de un campo de fenómenos más complejo, que no se puede definir de una sola manera. Mi crítica, cuyo espíritu entiendo que comparten los autores que participan de la obra, es a la forma de construir los objetos de investigación y también a los posicionamientos políticos asociados o que interactúan con esa construcción, porque impiden ver más a tiempo determinados fenómenos, como el de Milei. Y también critico las lógicas de comparación internacional que se llevan a cabo, que a mi juicio son erradas.
−¿Esto implica que no hay un bloque homogéneo de la derecha a nivel global?
−Los fenómenos globales existen, pero no hay que perder de vista las situaciones específicas. Lo verdaderamente global es la crisis del capitalismo.
−En definitiva, el posicionamiento que usted y un grupo de investigadores tienen encierra una crítica hacia la manera habitual de ver el mundo.
−Así es. El libro Está entre nosotros es una crítica necesaria, porque nuestra tesis de partida es que no se vio que Milei llegaba como llegaba, que se imponía como se imponía, que se iba a consolidar como se consolidó, porque vivimos una crisis de entendimiento de lo que ocurre en la sociedad. Por eso los autores del libro nos permitimos cuestionar los supuestos, categorías e ideas de causalidad vigentes.
−¿Podríamos decir que la carga subjetiva en el mundo académico le ganó a lo metodológico?
−No es una carga subjetiva individual. Los investigadores somos sujetos demasiado alineados con una determinada cultura académica local e internacional, con un régimen de diálogo con las instituciones políticas, el Estado y la sociedad que nos impidió ver en todo este tiempo que todo lo que presuponíamos funciona de otra manera. Hay a espaldas del Estado, de la universidad, de los partidos políticos, realidades que no se han tomado en cuenta.
−¿Alude a un enfoque académico estrictamente de izquierda, que no vio los fenómenos de derecha justamente por rechazarlos?
−No sé si ese enfoque tiene un signo político tan claro. De eso participamos gente de izquierda, de centro, de centroderecha. Hay miles de casos que están en la misma incomprensión, en la misma pérdida de entendimiento. Si nos detenemos en las posiciones de izquierda, estas han sido e insisten en ser particularmente refractarias a la percepción de lo que hoy ocurre en la sociedad.
−En ese marco, ¿hoy en la sociedad se ha perdido el prurito de autodefinirse como de derecha?
−Sí, aunque este es un fenómeno que, en el caso de Argentina, es posterior a la victoria de Milei. Su victoria no ocurre por izar el significante de la identidad de derecha, sino que ocurre por una mirada crítica sobre lo que hacían gobiernos que se denominaban de izquierda. Al Estado, los libertarios opusieron el mercado, a lo colectivo lo individual, pero eso no necesariamente desemboca en la adopción de una posición de derecha por parte de determinados sectores sociales, si bien el significante de derecha empezó ahora a quedar más en el centro de la escena y se volvió más legítimo, como ocurre también a nivel internacional.
−¿Eso explica por qué la sociedad cuestiona hoy cosas que hasta la llegada de Milei no se ponían en tela de juicio?
−En realidad, antes de perderse el prurito de la identificación de derecha se habían perdido otros pruritos, como cuestionar el papel del Estado en la economía, el papel de los subsidios, la discusión muy mal dada sobre la meritocracia. Todas esas discusiones que se suponía que estaban asentadas en la sociedad se vieron movilizadas, conmovidas, erosionadas por una población que dijo no, mirá, yo esto que decís no lo creo, esto otro tampoco, aquello no lo comparto. Más bien se perdieron pruritos programáticos antes que pruritos identitarios.
−Usted plantea que está mal preguntarse por qué la gente apoya a Milei.
−Mi planteo es en realidad por qué no lo apoyaría. El mandato de Milei surge centralmente como una impugnación del mal funcionamiento del Estado y de la economía objetivado en la inflación, proviene del rechazo al desorden y el descontrol en las calles, en parte permitido y alentado por el Estado. También tiene origen en el cuestionamiento a la corrupción y a los pequeños privilegios que se ven en cualquier comunidad cuando se toma contacto con el Estado. Todo lo que vino haciendo Milei hasta acá es cumplir el programa que había expresado y que deseaba la gente. Entonces, ante el cumplimiento de lo que deseaba, no veo por qué la gente debería dejar de apoyarlo. Otra cosa es si la solución económica no funciona, pero eso es totalmente contrafáctico, hipotético y a futuro.
−Milei parece blindado ante distintas situaciones muy polémicas que genera, porque la ponderación de su imagen se mantiene alta.
−En el punto donde nos encontramos, preguntarse por qué no se decepcionó la gente ante determinadas cosas que pasan es, de nuevo, no entender lo mismo que no se entendió cuando Milei ganó. Por eso, más allá de las polémicas que genera, aquel que lo apoya provocativamente dice que esto es exactamente lo que votó. La motosierra es un símbolo perfecto, la gente vio que se aplicó y le parece bien. Después veremos cómo avanza la situación. Pero hoy por hoy, la gente apoya a Milei en el gobierno exactamente por las mismas razones que lo apoyó al votarlo.
−¿Cuánto tiene Milei de la vieja derecha del siglo veinte y de la derecha contemporánea anterior a su gobierno?
−Milei es como un animal evolutivamente superior a esas derechas. Es muchísimo más masivo que los liberales conservadores, muchísimo más popular que el PRO, popular en su difusión, en la relación entre sus dirigentes y los sectores que representan. Ha logrado ser más masivo y más popular porque es más radical en su planteo. Utilizó los antecedentes de la derecha como escalón, pero está un nivel más arriba de esos proyectos. Contiene los residuos de esa derecha en su interior, pero los contiene en una estructura e ideas nuevas, en una práctica innovadora que redefine el papel de esos residuos. Hay una cultura emergente de derecha que se tragó a una cultura declinante.
−Sin embargo, muchas cosas que hoy se llevan a la práctica ya las vimos en experiencias de derecha anteriores...
−Las viejas derechas están presentes en el mileísmo, pero el mileísmo es otra cosa. Puede ser peor que las otras derechas para quienes piensen críticamente el mileísmo, como por ejemplo lo hago yo, pero no deja de ser nuevo. Uno puede decir que están haciendo lo mismo de antes, pero no están haciendo necesariamente sólo lo mismo de antes. Si bien es verdad que Caputo está endeudando el país, el gabinete económico opera con la motosierra de una manera que no lo hizo durante el gobierno de Macri. A mí me parece mal eso y, además, creo que no tiene buen resultado final, pero esas son discusiones analíticas. Lo que planteo es que esta forma de ser de derecha, incluso con los mismos personajes y con continuidad en algunas prácticas, es otra cosa.
−¿Cómo hacen los espacios progresistas hoy relegados en la discusión pública para recuperar el encanto en la sociedad?
−La llegada de Milei al gobierno es el resultado de un proceso de dos décadas de declinación organizativa, política, ideológica y moral de la izquierda. Entonces, eso no se va a resolver ni por un acto de fe, ni por voluntad, ni mucho menos inmediatamente. Lo primero que tendrían que asumir los sectores progresistas es que perdieron, dedicándose a revisar las causas de la derrota, para recién después plantearse volver a encantar.
−No parecen estar haciendo eso por ahora.
−No. Volvieron a la casa, se bañaron, se pusieron la misma ropa y salieron con el mismo verso a tratar de encantar a alguien. En el caso de la oposición mayoritaria, que es el peronismo, en realidad parte del dato de un 44 por ciento que no apoya a Milei para captar la mayor parte de esos votos y tener la mayoría de los cargos posibles. No parece que les interese encantar a nadie, no pueden encantar a nadie y si el precio para encantar a alguien es cambiar la forma de hacer política, no lo van a hacer.